Hacia una economía más inclusiva
Durante 16 años, Frédéric Dalsace ocupó la Cátedra Social Business, Enterprise and Poverty en la HEC de París, donde estuvo muy involucrado con el Nobel de la Paz, Muhammad Yunus. Aprovechamos el paso de Dalsace por la capital, ahora en calidad de profesor de IMD Lausanne, para rememorar aquella experiencia.
“Las empresas se han transformado en actores tremendamente poderosos; y, cuando se tiene poder, se tiene una responsabilidad. En HEC impartía un curso de tres horas sobre 6.000 años de pobreza, y obviamente todo estaba muy comprimido. Planteábamos que la organización más poderosa era la que se hacía responsable de las personas más pobres, pero al mismo tiempo obtenía grandes beneficios de ocuparse de ellas.
Las empresas se han transformado en actores tremendamente poderosos; y, cuando se tiene poder, se tiene una responsabilidad
Antes, las iglesias y sinagogas eran los edificios más altos, y era competencia del poder religioso ocuparse de los pobres. De hecho, el Islam inventó el primer sistema de seguridad social y si analizamos la Biblia, la Torá o el Corán, encontraremos multitud de referencias al respecto. Ellos tenían la responsabilidad, pero también se beneficiaban, porque conseguían seguidores.
Con posterioridad, se añadió una capa más, pasando de religión a política. “Ayudar a los pobres no es una cuestión de caridad, es una cuestión de justicia”, decía Nelson Mandela. Los edificios más altos pasaron a ser también los castillos. Los poderes “políticos” adquirieron preponderancia y los sistemas fueron modelados por personas como Napoleón III o el canciller Bismarck, desarrollándose un sistema de seguridad social que incluía la jubilación y beneficios sanitarios. Esto se ha promocionado durante 200 años desde el siglo XVIII hasta la actualidad. ¿Que recibían los partidos políticos de los pobres? Votos.
La tercera fase es la que vivimos en la actualidad, añadiendo una capa más. Hoy los edificios más altos de Madrid no son la Catedral de la Almudena ni el Palacio Real, sino los rascacielos de la Castellana. Las grandes firmas, las compañías multinacionales, son inmensamente poderosas. Sé que no es lógico comparar ventas con PIB, pero Walmart, por ejemplo, vende más de medio trillón de dólares americanos en bienes. Es decir, sus ventas equivalen al PIB del país 22 del mundo.
Trabajamos para las organizaciones más poderosas que jamás hayan existido, y estas han de aceptar sus responsabilidades. Deben desarrollar modelos de negocio que puedan ayudar a cuidar a los desfavorecidos. Eso es lo que estuve haciendo con Muhammad Yunus durante años. Diseñamos modelos empresariales sociales e inclusivos, que se centraban en los pobres, ya que los tradicionales solían infligirles costes superiores. Esto que parece una utopía, es evidente en la factura de la luz, donde el kilovatio hora que paga un pobre es superior al que paga un rico, ya que la conexión básica, unida al consumo, hace que alguien que consuma muy poca electricidad pague más caro el kilovatio hora. Lo mismo ocurre con el agua, pues un pobre paga el mismo precio por la acometida del agua que un rico y aunque consuma mucho menos, si lo dividimos por metros cúbicos, paga más caro. No solo hablamos de que sean pobres, sino que les cobramos más por los servicios básicos que a los ricos.
Con frecuencia, las leyes de la competencia permiten desarrollar modelos de negocio que tienen un impacto adverso sobre los más necesitados
Hay razones para que esto suceda, y no quiero decir que las empresas se dediquen a explotarles, pero las leyes de la competencia con frecuencia permiten desarrollar modelos de negocio que tienen un impacto adverso sobre los más necesitados. A partir de ideas como esta, pudimos tratar con muchas organizaciones, como Bouygues en temas habitacionales o el caso de Renault, que es emblemático. La compañía ganaba más dinero reparando coches que vendiendo vehículos nuevos y, curiosamente, quienes más pagaban por las reparaciones eran los pobres con sus coches antiguos. Aunque parte de los costes de mi Cátedra los sufragaba Renault, les expuse la situación y pudimos crear talleres solidarios a coste cero para que los más desfavorecidos pudiesen reparar sus coches. Otras empresas, como La Poste, Schneider Electric, Sodexo o Essilor, desarrollaron con nosotros modelos de negocio inclusivos. Cada semana, nos sentábamos con Emmanuel Faber, de Danone, y con el ministro del ramo en Francia para analizar los resultados y aprendizajes acumulados”.
Artículo publicado en Executive Excellence n177, noviembre 2021.