Harari y el management, por Javier Fernández Aguado
Como investigador, me genera interés la aparición de ensayos que alcanzan popularidad. Desconozco si todos los compradores los degustarán o simplemente los incluirán en sus anaqueles. Sea como fuere, y por mencionar unos pocos, me he engolfado en obras tan dispares como Mi lucha, de Adolf Hitler o El libro rojo, de Mao-Tse-Tung; me hice con ¿Quién se ha llevado mi queso?, de Spencer Johnson, con las páginas sobre los Escipiones de Santiago Posteguillo o con El infinito en un junco, de Irene Vallejo. Prefiero formarme un juicio directo de los fenómenos editoriales siempre que me es posible.
Los escritos de Yuval Noah Harari también me han suscitado interés. Más allá de su transitoriedad oportunista, contienen enseñanzas aprovechables para el Management o gobierno de personas y organizaciones.
Defiende Harari de manera reiterada que la radical diferencia entre los primates y los humanos es la capacidad de crear relatos. Existen, al menos, tres tipos: los objetivos, los subjetivos y los intersubjetivos. Los primeros tratan de explicar realidades externas a nosotros y son de algún modo incontrovertibles, los segundos describen experiencias personales e intransferibles. Los terceros son los más relevantes, porque en torno a una fábula se compone una tribu, una familia, una empresa o, más en general, cualquier colectivo con visos de permanencia.Defiende Harari de manera reiterada que la radical diferencia entre los primates y los humanos es la capacidad de crear relatos
Con una espabilada siembra de datos históricos no siempre contrastados, Harari avala su apotegma a la vez que astutamente descalifica la relevancia de quienes discrepan del suyo. Manifiesta una colosal capacidad para elaborar un constructo materialista que descalifica, implícita o explícitamente, a cualquier otro constructo. El único constructo no relativizable para él es el suyo. Resulta paredaño de aquella aportación de la filosofía griega que señalaba que si todo es relativo, también es relativo que todo es relativo. Por tanto, debe haber alguna verdad absoluta y el primer axioma es, en consecuencia, falso.Harari es un mañoso narrador que mezclando aportaciones de diversas épocas a las que añade el pertinente condimento de la hipotética gravedad de la Inteligencia Artificial atrapa a muchos con su visión materialista
Harari es un mañoso narrador que mezclando aportaciones de diversas épocas a las que añade el pertinente condimento de la hipotética gravedad de la Inteligencia Artificial atrapa a muchos con su visión materialista. Calmará inquietudes a quienes entren por los canales de su lógica, poco alejada en su argumentario de los razonamientos que explican el comportamiento de Jósif Vissariónovich Dzhugashviliy que he descrito en Entrevista a Stalin (Kolima, 2024). Me refiero, en esencia, a la disposición del ser humano para realizar constructos racionales que expliquen una cosa o su contraria. Quien admite la lógica de una cueva, la platónica, la de Harari o cualquier otra, difícilmente encontrará la salida.Quien admite la lógica de una cueva, la platónica, la de Harari o cualquier otra, difícilmente encontrará la salida.
¿Y qué tiene esto que ver con el Management? ¡Casi todo!, porque la cultura de una organización no es más que el formato que damos a la elaboración del relato que proporciona alma a un grupo humano para, en el mejor de los casos, mutarlo en equipo. Es decir, en un cúmulo de personas dispuestas a renunciar a fines personales por un bien mayor en servicio de la sociedad.
Con las palabras creamos realidades mejores o envilecemos los entornos. Ojalá utilizásemos los vocablos para promover ilusiones, proyectos colectivos de positivo impacto, anhelos de edificar un mundo mejor. Deberíamos comprometernos a no envilecer el lenguaje sembrando desánimos, desatinos o incoherencias. En este sentido, he explicado en algunos artículos precedentes el riesgo de construir hiperliderazgos inicuos.
¡Cómo no sobresaltarse cuando un violador confeso, en vez de pedir perdón a las víctimas, se protege tras un borroso bosque de términos hueros como neoliberalismo o heteropatriarcado! Y, ¿qué decir cuando en vez de denunciar sus crímenes se trata de suavizarlos hablando de la necesidad de mejorar la inteligencia emocional? ¿Cómo no va a revolucionarse el espíritu cuando tras el broquel de la palabrería un político, un directivo o un sindicalista, justifica sus desproporcionados emolumentos o comisiones sin importarle un adarme el esfuerzo de los demás?Con cada palabra, con cada relato, mejoramos o empeoramos el mundo. Procuremos que nuestros relatos sean sanadores
Con cada palabra, con cada relato, mejoramos o empeoramos el mundo. Cualquier chichirimundi puede perjudicar con falsedades reiteradas a tutiplén. Lo hicieron Goebbels y Lenin, Hitler y Stalin, Napoleón y Wesley… Las palabras quedaron al servicio de ideologías aviesas. Es un buen propósito aspirar a no pronunciar discursos que como saetas emponzoñadas ajen a otros. Procuremos que nuestros relatos sean sanadores. Las personas, con el lenguaje, podemos contribuir a crear micromundos mejores que, sumados a otros, conformen un planeta más humano.
Javier Fernández Aguado, socio director de MindValue y director de Investigación de EUCIM.
Imágenes de Yuval Noah Harari en X @harari_yuval / Resto: © Freepik.
Artículo publicado en 2024