Ojalá afloren estas virtudes del liderazgo
La penosa crisis de liderazgo que desde hace tiempo atraviesa la Comunidad Europea y desde luego España, tanto en Gobierno como en oposición, me recuerdan un inolvidable coloquio con Warren Bennis hace varios años en Estados Unidos, en un congreso sobre management y liderazgo.
Describía las virtudes que todos los humanos llevamos dentro, más o menos desarrolladas o latentes, y que son la base esencial, la condición necesaria previa, de todo liderazgo excelente. Estas virtudes eran para él: la integridad, la magnanimidad, la dedicación, la humildad, la apertura mental y la creatividad.
¿Qué esperanzas tenemos de que broten estas virtudes en nuestro país y en nuestro viejo continente, que, después de haber ido a más en los últimos años y seguir queriéndolo ahora, muestran una penuria y hambruna de liderazgo difíciles de igualar? Como dice una antigua balada, ¿dónde se fueron nuestros líderes? ¿Dónde están los sucesores del inolvidable y malogrado Suárez, del carismático Felipe, y hasta del duro y controvertido Aznar? Si es verdad que el orden brota del caos, ojalá que de este liderazgo mediocre que padecemos broten las mejores virtudes del liderazgo exquisito que menciona Bennis.
Las personas que poseen estas cualidades son, además, optimistas. Y aún más optimistas tenemos que ser en estos momentos si lo que buscamos y perseguimos es un mundo mejor, más libre, justo y democrático, representado por auténticos líderes. El sendero está cuesta arriba y lleno de piedras y charcos, si no de hasta “minas personales”. Pero es mejor pensar que todo ello hace más meritorio el esfuerzo de andar y hacer el camino. Así entendemos estas virtudes:
Integridad es el conjunto de valores éticos, de honradez moral e intelectual en que se basa nuestra conducta. Sin integridad, traicionamos a todos los demás y a nosotros mismos. Un líder sin integridad y poco capacitado es simplemente un demagogo o un arribista. Pero, todavía peor, un líder con capacidades y sin integridad es un predador destructivo, para quien sus fines de poder justifican cualquier medio a su alcance. Nada hay más peligroso para una organización que un líder predador sin integridad, ética ni principios. Termina por destruir la organización, si es que ésta no consigue librarse de él o destruirle antes de que sea tarde.
Magnanimidad es tener grande el alma, ser nobles de mente, generosos, por encima de venganzas, rencores y resentimientos. Es practicar la fraternidad, la interdependencia y la libertad compartida, en el respeto a los demás que son como nosotros. Ser magnánimo es entender y reconducir los defectos propios y ajenos y saber convertirlos en virtudes y cualidades. Es saber perdonar las afrentas ajenas, sin odios ni rencores, haciéndonos mejores a nosotros mismos y a quien nos ofendió.
Dedicación es creer en algo que nos trasciende, dedicarse y entregarse con compromiso a algo más allá y más grande que nosotros. Es lo que permite que las familias, las empresas, los gobiernos y el mundo funcionen. Es la tarea y viaje eterno a Ítaca para construir un mundo cada vez mejor. La meta y objetivo son el camino: navegar con esperanza. El esfuerzo, la superación permanente y la dedicación son las tres características que más diferencian al directivo excelente del meramente adecuado.
Humildad es lo contrario de prepotencia y arrogancia. Es saber quiénes somos, estar en paz con los demás y con nosotros mismos, tener un ego sano, aceptar con sobriedad los halagos y admitir las críticas sin rencor, ni actitud defensiva. Es enorgullecernos por lo que hacemos más que por lo que somos. Es, en definitiva, “no tenérselo creído”: ser sobrio y hasta espartano, si cabe, en el cuerpo y en el alma.
Apertura mental es la disposición a escuchar a los demás, a explorar cosas nuevas, a dirimir con las paradojas, a aceptar nuevas ideas, todo lo contrario a la cerrazón, a la rigidez de pensamiento y a no aceptar principios que no sean los nuestros. Es mantener viva la capacidad de sorprenderse y de divertirse con lo nuevo, abriendo con asombro los ojos y la mente. Es aprender de la experiencia, en vez de repetir experiencias. Es lo que nos capacita y fortalece para afrontar cambios y adversidades.
Creatividad es algo que poseemos a raudales cuando nacemos. De niños, nuestra visión es infinita. En la escuela, a veces limitan nuestra creatividad y nos dejan medio ciegos, pero, eso sí, en la Universidad nos enseñan el braille. Creatividad es percibir la ecología del mundo y de las ciencias, el arte, la estética y la intuición para poder desarrollar toda nuestra riqueza mental y emocional.
Ojalá afloren estas virtudes tras esta crisis de país, de continente y de mundo. Ojalá encuentren el sol, agua y tierra fértil para germinar, dentro de todas las dificultades humanas, sociales, económicas y políticas. No nos afectan sólo a nosotros, sino sobre todo a otros pueblos y personas, a quienes vemos a través de menús televisivos servidos a la carta, donde la imagen atroz de hombres, mujeres y niños inocentes, hambrientos o muertos, se dulcifica con algún anuncio ameno para hacer llevadera la feroz obscenidad de lo que hemos presenciado en la distancia.
Cicerón, sin disponer de televisor, ya decía en el año 80 a.C. que, si presenciamos muchas injusticias y crueldades, a la larga, aun los más sensibles, perdemos humanidad y nos acostumbramos a la secuencia de atrocidades.
Ojalá afloren estas virtudes del liderazgo que, como dice Warren Bennis, todos llevamos en germen dentro de nosotros. Todos somos capaces de ponerlas en funcionamiento, para beneficio de los demás y de nosotros mismos.
Aunque la realidad nos muestre lo contrario, a pesar de todos los pesares y por encima de todo, tenemos que ser optimistas.
José Medina, presidente de Odgers Berndtson Iberia.
Artículo de opinión publicado en Executive Excellence nº81 may11