Stalin, Hitler y algunos más. Cuando el poder acaba en locura (II)
Por Javier Fernández Aguado.
⇒ Stalin, Hitler y algunos más. Cuando el poder acaba en locura (I)
Hitler proclamó en numerosos discursos su anhelo de exterminar a los hebreos. Stalin nunca afirmó nada parecido con respecto a las etnias que odiaba, pero actuó de igual modo. Como detallo en Entrevista a Stalin (Kolima, 2024), promovió con saña el terror en los últimos años de la década de 1930, animando a la policía secreta a torturar y a matar. Después, con excelsa hipocresía, los denunció ¡por haber realizado lo que él había ordenado!
Es más sencillo probar la implicación de Stalin, porque dejó rastro de sus propósitos. Por ejemplo, en cartas a Beria. Hitler nunca plasmó por escrito los bárbaros anhelos que proclamaba en público.
Casi todos los manipuladores acaban mal. El 20 de abril de 1939, cuando Hitler cumplió 50 años, Berlín fue un inmenso escenario de festividades. Hubo marchas de infantería, tanques y aviones. El periódico nazi Völkischer Beobachter publicó un artículo de Hermann Göring en el que prometía que los alemanes se entregarían, hasta la muerte, porque Hitler se merecía todo.Es más sencillo probar la implicación de Stalin, porque dejó rastro de sus propósitos. Hitler nunca plasmó por escrito los bárbaros anhelos que proclamaba en público
Seis años más tarde, el Führer se limitó a salir de su búnker en la cancillería del Reich. Se reunió con un grupo de adolescentes de las juventudes hitlerianas para felicitarles por su lucha contra el ejército rojo. No era ni la sombra de lo que había sido. Temblaba a causa del Parkinson y su mirada era la de un drogadicto, que era en lo que se había convertido a manos del doctor Morel. Aquellos que le habían prometido morir por él, como Göring, huyeron al sur de Alemania lejos del avance del ejército rojo. Himmler también escapó, en su caso hacia el noroeste de Alemania.
Göring, presuponiendo que Hitler había muerto, escribió para informarle de que tomaría el poder si no recibía noticias. Himmler, por su parte, intentó negociaciones con los aliados a través del conde Bernadotte. Ambos hechos fueron juzgados por Hitler como una traición y ordenó que se les detuviera de manera inmediata, además de echarles del partido nazi y de retirarles sus títulos.El grado de locura del tirano fue in crescendo. En su desvarío, consideraba que todos tendrían que sucumbir a su alrededor
El grado de locura del tirano fue in crescendo. En su desvarío, consideraba que todos, como si fuera un emperador medieval, tendrían que sucumbir a su alrededor. El único que así lo hizo fue el degenerado matrimonio Goebbels tras asesinar a la prole.
Los manipuladores no admiten que nadie les haga sombra. Stalin destrozó a Nicolai Bujarin, el prominente revolucionario bolchevique hasta que le forzó a suplicar por su vida. Acabó ejecutándolo en marzo de 1938. Algo paredaño obró con el Mariscal Zhukov, el héroe de la II Guerra Mundial. Fue expulsado del comité central del partido, arrancó una investigación sobre sus presuntas ambiciones y fue desplazado a posiciones irrelevantes. Militares que le habían estado cercanos fueron arrestados. Tras ser enviado primeramente a un puesto sin importancia en Odesa, posteriormente fue remitido a un distrito remoto de los Urales a más de 900 millas de Moscú.
A Molotov le atacó a través de su esposa, Paulina Zhemchuzhina, a quien acusó no solo de ser judía, tal como era, sino de participar en conjuras contra él. Fue expulsada del partido y a Molotov se le obligó a que se abstuviera en la votación de destitución de su mujer. En 1949, Paulina fue exiliada. Molotov escribió Stalin, asegurándole que había sido un error abstenerse en la condena de su señora y que deseaba votar a favor de la remoción. Ni Zhukov ni la mujer de Molotov habían participado en ningún complot. Eso era lo de menos.Los manipuladores no admiten que nadie les haga sombra. Stalin destrozó a Nicolai Bujarin, el prominente revolucionario bolchevique hasta que le forzó a suplicar por su vida
En su chifladura, Goebbels, ordenó realizar el largometraje Kolberg. Él mismo se encargó de escribir numerosos diálogos. Manifiesta la locura y obcecación propias de los fanáticos. Así lo vemos hoy el día en personajes como Maduro, Ortega o Putin. Se rodó la película como un anticipo de su propuesta de guerra total cuando todo estaba perdido. Como es obvio, vencía el pueblo de Kolberg (Pomerania), contra un ejército francés muy superior.
Esto es lo que en su paranoia pretendía Goebbels frente a la llegada de los rusos por el frente Este. Ya en 1934, Leni Riefenstahl había rodado “El triunfo de la voluntad” por encargo de Hitler. Era una patética falsedad, pero en su momento convenció a muchos.
Hitler se suicidó. Stalin agonizó en soledad durante días. Así acaban los tiranos.
Quienes deseen conocer más, pueden consultar: Entrevista a Stalin (Kolima);¡Camaradas! De Lenin a hoy (LID) y El management del III Reich (LID).
Javier Fernández Aguado, socio director de MindValue.
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Artículo publicado en junio de 2024.