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Tu mejor tesoro

(Tiempo estimado: 4 - 8 minutos)

Ahora que, como quien dice, acabamos de estrenar una nueva década, y tras lo vivido en el último año con el COVID-19, la mayor esperanza para todo el mundo es que este 2021 sea un año de transformación para bien, que pongamos en acción modelos de negocios redimensionados, que tengamos la fortuna de tener gobiernos sensatos y racionales, y que todos y cada uno de nosotros nos creamos lo que somos capaces de hacer por nosotros mismos, porque el futuro y el triunfo de la humanidad depende en gran medida de ello. 

Y esta difícil situación puede que sea el mejor momento de preguntarnos: ¿por qué hay gente que tiene éxito y otra que no?, ¿cuáles son las razones por las que ciertos profesionales triunfan en su carrera y por qué otros no lo consiguen? La respuesta evidentemente no es fácil. Se necesita pasión, talento, esfuerzo, superar los fracasos…, pero la respuesta estaría incompleta si no añadiésemos “creer en uno mismo”; porque este es, sin duda, tu mejor tesoro. 

La creencia en las capacidades propias es trascendental para el éxito profesional, independientemente de lo que digan los demás por muy expertos que parezcan o sean. Aparte de que tengamos talento y seamos valientes, debemos creer en nosotros mismos y en lo que somos capaces de conseguir.

Para ilustrar tal evidencia, me gustaría relatar el bonito cuento de “El Sueño de la Bailarina de Ballet”.

Érase una vez una niña que, desde pequeñita, sintió una enorme afición por el ballet, tanta que le llevó a decidir que quería ser bailarina con todas sus fuerzas. Durante su infancia, la joven había tomado clases de ballet y se había esforzado al máximo; el sacrificio y el esfuerzo en la práctica del mismo habían sido su baluarte, hasta que por fin pensó que había llegado el momento de entregarse a la disciplina que la ayudaría a convertir su afición en profesión.

Deseaba llegar a ser la primera bailarina y quería comprobar si poseía las dotes y el talento necesario, de manera que cuando se enteró de que venía a su ciudad una gran compañía de ballet, fue a los camerinos después de una función y habló con el director.

– Quisiera llegar a ser una gran bailarina –le dijo–, pero no sé si tengo el talento que hace falta.

 – Hágame una demostración –le dijo el maestro.

Transcurridos apenas cinco minutos la interrumpió, moviendo la cabeza en señal de desaprobación.

– No, no tiene usted condiciones.

La joven llegó a su casa con el corazón desgarrado, arrojó las zapatillas de baile al armario y no volvió a calzarlas nunca más. Se casó, tuvo hijos y, cuando se hicieron un poco mayores, encontró un empleo de cajera en un supermercado.

Años después asistió a una función de ballet, y a la salida se topó con el viejo director que ya era octogenario. Ella le recordó la charla que habían tenido años antes, le mostró fotografías de sus hijos y le habló de su trabajo. Luego agregó: 

– Hay algo que nunca he terminado de entender. ¿Cómo pudo usted saber tan rápido que yo no tenía condiciones de bailarina?

– ¡Ahhh, apenas la miré cuando bailó delante de mí! Le dije lo que siempre le digo a todas.

– ¡Pero eso es imperdonable! –exclamó ella. Arruinó mi vida, ¡pude haber llegado a ser primera bailarina!

– No lo creo –repuso el viejo maestro. Si hubieras tenido las dotes necesarias (y hubieras creído en ti), no habrías prestado ninguna atención a lo que yo dije.

La moraleja de este cuento es que, en la vida, no solo el valiente, el más talentoso o el veloz triunfa, tarde o temprano el que siempre vence es “el que cree que es posible”; porque toda historia de un triunfador es una hazaña de sacrificio y sufrimiento que arranca por creer en uno mismo. 

VIVENCIAS INSPIRADORAS

Podría citar multitud de ejemplos, pero mencionaré uno próximo de nuestro país, que me llamó poderosamente la atención. En las las navidades de 2019, asistí al Palacio Vistalegre para ver el espectáculo Revolution On Ice, de Javier Fernández.

El afamado patinador español ha sido campeón del mundo en 2015 y 2016, siete veces campeón de Europa, de 2013 a 2019, y varias veces campeón de España. Pero detrás de esta historia de éxito, hay otra historia personal de dedicación, esfuerzo y soledad que, a base de sacrificio, forjaron el carácter de este merecido campeón.

Tuvo que dormir mucho tiempo en un sofá cama que había en el salón de un minúsculo apartamento en New Jersey, a 6.000 kilómetros de su domicilio en España. Así podría empezar la historia de un chaval de 17 años que, un día, decidió dejar su casa, su familia y sus amigos, para viajar a Estados Unidos y aprender el exclusivo oficio de estrella del deporte. Antes de ese momento, Javier Fernández ya había abandonado el lugar donde comenzó su sueño, la Nevera de Majadahonda, para trasladarse, con 14 años al Centro de Tecnificación de deportes de Invierno (CETDI) en Jaca y luego a Andorra donde un cazatalentos, el expatinador ruso Nikolai Morozov, le ofreció la opción de irse con él a Estados Unidos y darse una oportunidad en ese deporte.

Al parecer, el bueno de Javier viajó a New Jersey pero muchísimas veces quiso dejarlo todo, y miles de ellas se propuso regresar a España con los suyos. Sin embargo, siguió creyendo en sí mismo, en su talento, en su esfuerzo y compromiso con el éxito, a pesar de que parecía no poder triunfar en el sueño de su vida. Por fin dos años más tarde, una leyenda del patinaje de los años 80, Brian Orser, le ofreció viajar a Canadá y dar un salto definitivo en su carrera.


No solo el valiente, el más talentoso o el veloz triunfa, tarde o temprano el que siempre vence es el que cree que es posible


Otro buen ejemplo de confianza en uno mismo y triunfo es el J.K. Rowling, la escritora británica de la saga Harry Potter. Su vida es también todo un paradigma de superación: pérdidas familiares desde joven, un aborto, maltrato, depresión, libros rechazados por las editoriales… ¡Pero nunca abandonó!

Se cuenta que J.K. Rowling recibió la inspiración para escribir su novela en un viaje de tren entre Manchester y Londres, en un momento de su vida de dificultades económicas y personales, en el que se encontraba sin empleo y con una hija pequeña que mantener. A pesar de las adversas circunstancias, su tesón y creencia en su capacidad y talento para escribir le hicieron triunfar; hasta el punto que, en 2004, Forbes nombró a Rowling como la primera persona en ganar mil millones de dólares por escribir libros. “No necesitamos magia para cambiar el mundo, llevamos todo el poder que necesitamos dentro de nosotros”.

Otro buen modelo podría ser Albert Einstein, uno de los mayores científicos de la historia que pasó por los primeros años de su educación sin pena ni gloria. No aprendió a hablar hasta los tres años de edad, por lo que sus profesores del colegio llegaron a pensar que tenía un retraso. Durante sus años en el Instituto alemán, que acabó dejando antes de terminar, un profesor le dijo que “nunca conseguiría nada en la vida”. A los 16 años se le denegó inicialmente la entrada en la Escuela Politécnica de Zúrich, al obtener muy malos resultados en una asignatura de letras en la prueba de acceso.

Sin embargo, consiguió finalizar sus estudios de bachillerato y se matriculó en la Escuela de Orientación Matemática y Científica. Tras graduarse en 1900, no encontró trabajo en la Universidad y tuvo que ejercer como tutor en diferentes ciudades. No fue hasta comenzar el doctorado varios años después, cuando empezó a despertar su reconocimiento público, hasta que en 1921 ganó el Premio Novel de Física. Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad”.

Podría citar infinidad de ejemplos más de triunfadores que, a pesar de lo que otros les dijeron, siguieron persiguieron su éxito por el convencimiento personal de que podían conseguirlo, como el caso del célebre director de cine Steven Spielberg, quien tras varios sonados fracasos y triunfar con la película taquillera de “Tiburón”, llegó a decir: “Tenemos mucho tiempo por delante para crear los sueños que aún ni siquiera imaginamos soñar”.

Otras historias como la de Thomas Edison, Howard Schultz, el fundador de Starbucks, Stephen King o el mismísimo Walt Disney podrían englobar una lista, que se nos antoja casi interminable, de personas con mucho talento, pasión y valentía que basaron su triunfo en su confianza y creencia en sí mismas.

Incluso si hemos tenido muchos fracasos –porque el éxito y el fracaso son simplemente interpretaciones o caras de una misma moneda–, tenemos que aprender de ellos y, por encima de todo, no sucumbir como la bailarina de ballet de nuestra historia. Creer en uno mismo es nuestro mejor tesoro y el único camino que nos llevará a conseguir lo que deseemos.


José Manuel Casado González, socio de 2.C Consulting.

Artículo publicado en Executive Excellence n173 febrero - marzo 2021.

 


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