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John Foppe, el sentido de la autenticidad

(Tiempo estimado: 7 - 13 minutos)

TALENTO / LIDERAZGO / RECURSOS HUMANOS

John Foppe nació en 1970 sin brazos y con graves defectos físicos. Desde muy pequeño, decidió superar sus limitaciones y reinventó su día a día para poder llevar una vida normal y autónoma. Se entrenó para poder para realizar tareas tan cotidianas como utilizar los cubiertos, escribir, cocinar, conducir su coche, o incluso pintar acuarelas con los dedos de los pies.

Su vida le ha convertido en un ejemplo de superación y comparte su experiencia para ayudar a las personas a superar sus limitaciones. Además de su labor como escritor –es autor del libro What’s your excuse?, traducido a más de seis idiomas– y conferenciante, John Foppe es director ejecutivo de Community Link, una organización sin ánimo de lucro con sede en Illinois (EE.UU.) que ayuda a niños y adultos con discapacidades de desarrollo. En 1993, la Cámara Americana de Comercio de la Juventud reconoció a Foppe como uno de los “10 Outsdanting Young Americans” (10 jóvenes norteamericanos más destacados), un prestigioso galardón que premia a los jóvenes que han contribuido positivamente a la sociedad.
Recientemente, impartió en Madrid la conferencia “Rompiendo barreras”, en el marco del 15º aniversario de GAES Solidaria, que contó con la colaboración, entre otras organizaciones, de Fundación Grupo SIFU. Agradecemos especialmente a esta Fundación las gestiones realizadas para conseguir la entrevista, y les recomendados volver a leer la que el consejero delegado del Grupo SIFU, Cristian Rovira, nos concedió el pasado mes marzo.

FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: Ya desde los tiempos de la Antigua República Romana, realizar un “master” en comunicación era esencial. Para ser un gran abogado como Julio César o Marco Tulio Cicerón era necesario profundizar en la oratoria (ambos se desplazaron a Grecia para ello). Hemos tenido la oportunidad de observar a muchos comunicadores y hemos llegado a la conclusión de que dos componentes esenciales para alcanzar la excelencia en esta materia son: el auténtico conocimiento que se tiene de lo que se habla y la capacidad para transmitir ese conocimiento y sentimiento a la audiencia. En su desarrollo profesional, su relación con “Zig” Ziglar parece haber sido importante a la hora de convertirse en alguien capaz de emocionar a quienes le escuchan –más allá del impacto visual de su discapacidad– sin necesidad de recurrir a artificios. ¿Hasta qué punto es importante ser un dominador de la oratoria en la profesión que ahora ejerce?
JOHN FOPPE: La capacidad de transmitir, desde la perspectiva técnica, es crítica. Uno puede tener la mejor idea del mundo, pero si no es capaz de comunicarla no llegará muy lejos. Además de eso, también creo que es crítico ser capaz de persuadir. Hay una gran diferencia entre persuadir y comunicar.
Una vez dicho esto, con sidero que no existe un estilo específico de comunicar, sino que hay muchas formas de hacerlo. Comunicar es un arte, y no una ciencia. El señor Ziglar, en nuestra relación, siempre tuvo mucho cuidado con no imponerme su estilo, y hacer que yo desarrollase el mío propio. Permanentemente, me evaluó y dio coaching. Fueron muchas las veces que estuvo de oyente en alguno de los seminarios que yo impartía para, inmediatamente después, irnos a la habitación del hotel donde me hacía partícipe de las notas que había tomado durante mi conferencia, repasábamos juntos los detalles técnicos (como desplazar cierto chiste a otro momento), etc. Todo esto, partiendo de una premisa clara: cada uno tiene su propio estilo.
Otro aspecto esencial de la capacidad de hablar en público es la dinámica que se genera entre el conferenciante y su público, porque es justamente eso: una dinámica recíproca y no un proceso unidireccional. Evidentemente, el comunicador está ahí para inspirar a la audiencia, pero es esta la que da energía al comunicador. Si el speaker se siente “morir” en el atril, es difícil dar una conferencia. En el centro de esta dinámica humana, el público desea que el comunicador brille; pero si este duda o tiene problemas, al final todos se sienten incómodos.

F.F.S.: Su discapacidad algunas veces “condiciona a quienes le escuchan. ¿Cuán difícil es hacer que la gente se sienta cómoda, de forma natural y sin generar barreras para la comunicación con usted?
J.P.: Creo que lo más difícil reside en sentirse cómodo con uno mismo. Si estás a gusto dentro de tu propia piel, la gente lo percibe. Cuando no es así, las personas pueden actuar de forma socialmente rara. Esta falta de confort en la relación es lo que crea más barreras. 
También opino que hay cosas que se pueden hacer para poner a la gente en una situación de comodidad, por ejemplo, teniendo sentido del humor sobre mi estado, hablando de las situaciones extrañas que me genera… Esa es una de las formas para conseguir que los demás se sientan cómodos. Lo más difícil y que hace más embarazosa la dinámica de intercambio es el intentar obviar el hecho de una presencia, que resulta dominante en el intercambio. Al final de todas mis presentaciones, siempre concedo un tiempo para preguntas. Es muy importante que se pueda preguntar cualquier cosa, desde dudas tan simples como cómo consigo conducir un coche con mis pies a preguntas con profundidad filosófica. Conseguir que las personas satisfagan sus curiosidades facilita la disolución de la incomodidad que genera mi discapacidad y permite que me vean como una persona. 
El máximo cumplido que recibo es comprobar cómo el público, que al principio de la conferencia tiene una fijación con la forma en la cual uso mis pies (observar un espectáculo), pasa a olvidarse de que no tengo brazos al final de la presentación. Ese es el mayor halago y mi objetivo último. Mi trabajo es ser un espejo para las personas. Quiero que mi ejemplo se refleje en ellos y que piensen en su propia vida; que lleguen a la conclusión de que si yo soy capaz de hacer lo que he hecho, qué no podrán hacer ellos. 
No me gusta predicar. En mis seminarios hablo de mis experiencias y de lo que he aprendido como resultado de ellas, pero siempre dejo muy claro que no hay dos condiciones iguales. Cada condición tiene su dinámica particular.

F.F.S.: La mayoría de los conferenciantes que trabajan el área de la mejora personal lleva puesto un “escudo”. La gente se aproxima a ellos con problemas, buscando soluciones, cuando al tiempo ellos tienen problemas propios. Esta situación provoca que algunos tiendan a aislarse. ¿Hasta qué punto influye ese “escudo” para poder continuar cada día?
J.F.: Intento disminuir este “escudo” todo lo posible. No hay que hacerse falsas ilusiones con el mundo de los conferenciantes. Es un entorno donde el ego es el gran motivador. Es una parte del negocio que no me resulta atractiva, pero intento aproximarme a esta profesión con toda la humildad posible, porque creo que hay una responsabilidad inherente entre los comunicadores a la hora de ejercerla profesión. Quizás si fuese más presumido y tuviese más “escudo” para aislarme, tendría más éxito. 
Creo que lo que me ha permitido llegar a donde estoy, así como gestiono mi propia condición, es intentar mantener un sentido de autenticidad sobre todo ello. Son muchos los que se me acercan con sus problemas, creyendo que puedo hacer magia y solucionarlos en el momento. Si se refiere a eso, al no tener barreras naturales con las personas, seguro que puedo darles consejo y responder a sus preguntas, pero sin hacer míos sus problemas, ya que yo también tengo mis propios retos. Aquello que realmente enfatizo en mis charlas es lo difícil que resultan las cosas, que no hay soluciones sencillas ni arreglos rápidos. La vida es así, difícil.
Yo no he superado mi situación, sino que la estoy superando en cada fase de mi vida. Cada situación nueva genera nuevos retos. Cuando tenía 10 años aprendí a ponerme los pantalones; con 16, aprendí a conducir un coche; a los 21, me gradué y comencé a trabajar para Ziglar. Casarme también implicó nuevos retos. Me gusta pretender que tengo todo bajo control, pero no utilizar el concepto de superarse. Muchas veces se trata más de conseguir rodear que de superar los obstáculos, porque hay obstáculos que siempre van a estar ahí. 
El reto consiste en saber que no hay nada espectacular ni mágico; que no hay nada nuevo en lo que cuento. Es en la vida, muchas veces nos tienen que recordar el esfuerzo diario que todas las cosas requieren. Este planteamiento hace que volvamos al concepto de la motivación y el ego. Yo solo intento mostrar lo que es vivir con mi ejemplo, pues únicamente soy un experto en una cosa: vivir mi vida con esta discapacidad. He aprendido muchas lecciones por el camino, que pueden ser útiles a los demás; pero también conozco a muchos conferenciantes que hablan sobre la mejora personal y cuyas vidas están muy desequilibradas. 
Ziglar me enseñó que el verdadero éxito es tener equilibrio en todas las facetas de la vida. Si tienes éxito económico, pero un matrimonio horrible, ¿se puede considerar que tienes éxito? Si tienes una gran carrera profesional, pero tus hijos están amargados y resentidos por tu ausencia en casa, ¿puedes considerarte una persona de éxito? Es absolutamente esencial intentar ser holístico, integral, en tu vida.

F.F.S.: Uno de los tópicos sobre el liderazgo reside en las condiciones personales: los líderes nacen o se hacen. ¿Qué opina sobre el liderazgo, desde la perspectiva del origen de esta capacidad y de los condicionantes a la hora de desarrollarla?
J.F.: No sé si la gente nace con la condición de ser líder, pero sí que es cierto que hay personas que tienen más propensión a serlo. Evidentemente, si la persona tiene tendencia a liderar, puede desarrollar esta capacidad y hacerse un líder mejor. 
A lo largo de los años, he mejorado como tal gracias a la experiencia de ejercer ese rol, y equivocarme más de una vez. El haber tenido que hacer frente a una gran variedad de situaciones me ha ayudado. Creo que el liderazgo es un proceso evolutivo. Existen personas que tienen la disposición natural para liderar, pero esa proclividad por sí sola no hace líderes. Se necesita práctica.

F.F.S.: Aunque argumentable, vivimos uno de los mejores momentos de la humanidad desde la perspectiva material. Coetáneamente, las enfermedades mentales, la ausencia de felicidad o el materialismo egoísta han crecido. El núcleo esencial de la sociedad, la familia, se ve atacado. Los principios se tambalean, los valores parecen ausentes y cada vez tenemos menos referencias morales. ¿Coincide con esta sombría perspectiva?
J.F.: Esencialmente coincido. Materialmente tenemos más, pero no hemos progresado en forma acorde en otros campos. Nuestro entorno exuda estrés y ansiedad. Los problemas emocionales y psicológicos crecen. La desilusión, los problemas en las familias, el abuso infantil…, la lista es muy larga. Es una paradoja de nuestra existencia. Aun teniendo todos los recursos físicos, comprobamos cómo no somos necesariamente más felices. Hemos olvidado cómo vivir de una forma más simple y pacífica. 
En el pasado existía un sentido sobre el orden de las cosas, algo que podríamos denominar un código moral. Lo divertido de la situación es que este código moral está intrínsecamente ligado a la capacidad de establecer vínculos y lazos en las relaciones, como entre un padre y un hijo. Es el amor entre ambos lo que establece que funcione el código moral. Hay grandes problemas entre hijos adoptados debido a que estos, en el fondo, no se sienten amados. Creo que la destrucción de la unidad familiar es muy inquietante.

F.F.S.: José Antonio Marina nos decía que la bondad es un síntoma de inteligencia. Quienes actúan de forma positiva en su entorno, pienso, tienen un retorno. ¿Se considera usted una persona inteligente?
J.F.: Goleman también nos habla de la inteligencia emocional, que creo que es a lo que se refiere. Si hablamos de inteligencia emocional, creo que alguna tengo. Son preguntas difíciles de responder para mí, porque tengo la sensación de deslizarme hacia el mundo del ego. He aprendido mucho y creo que sí cuento con ese tipo de inteligencia; sin embargo, la ironía es que cuanto más sabes, sabes que menos sabes. Por eso es difícil responder a su pregunta.

F.F.S.: Recomienda en sus charlas que los jóvenes vivan una experiencia como la que vivió usted en Haití. ¿Por qué?
J.F.: No es que sea algo absolutamente necesario, ni mucho menos, pero sí creo que es importante ir a países del Tercer Mundo. Todos deberían poder ver la pobreza en estos entornos, especialmente los jóvenes. Creo que les aportaría una lección de gratitud.

F.F.S.: Es usted el director ejecutivo de la sociedad de San Vicente de Paul, de San Luis, Missouri; una organización orientada a la ayuda a los pobres. ¿Qué involucración tiene y cuál es el retorno emocional?
J.F.: La organización, de carácter internacional con su centro en París, está organizada de abajo hacia arriba. El alma de la organización es lo que denominamos las conferencias, grupos organizados generalmente alrededor de una parroquia y que hacen el trabajo de la calle: comedores, ayuda a familias, etc. Lo que yo hago es gestionar las oficinas del Consejo San Luis, que coordina 143 conferencias. Muchos confunden la misión de la organización con un servicio exclusivo a los pobres, lo cual en cierto sentido es así, pero la verdadera misión es el crecimiento espiritual a través del servicio a los pobres. 
El hecho es que vivo en dos mundos diferentes y he tenido la suerte de poder hacerlo. Uno es el mundo corporativo, con un rol de empresario. El otro es el del trabajo social, ayudando a personas vulnerables. Como estudiante de la condición humana, llama la atención cómo personas que no tienen nada son capaces de superarse. Ves por la calle gente “herida” y sin recursos que es capaz de superarse cada día, mientras que por otro lado conoces gente con muchos recursos, pero incapaces de ayudar a sus propios hijos. Nunca olvidaré mi trabajo con una científico de cohetes en California, una mujer tremendamente inteligente pero incapaz de saber cómo actuar con su hija de 13 años a la que concedía todo lo que le pedía. Esta es la paradoja: no se trata de lo que tenemos, sino del viaje interior. 
En ese sentido, respondiendo al aspecto de la situación en la cual se encuentra la humanidad, creo que estamos empezando a entender que hay un nivel superior de consciencia y que, cuanto más cambiemos interiormente, más cambiará el mundo externamente. Sinceramente, creo que estamos comenzando a darnos cuenta de ello, y de la noción de liderazgo
Peter Senge decía que los líderes del pasado son aquellos capaces de conseguir que las personas le sigan detrás en fila india, mientras que los líderes del futuro serán aquellos que sean capaces de hacer que las personas vivan dentro de sí; que acepten su responsabilidad, aprendiendo a ser vulnerables y avanzando.


 

Entrevista publicada en Executive Excellence nº98 dic12

 


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