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Mercado global, competitividad y reformas

(Tiempo estimado: 8 - 16 minutos)

TRABAJO / GESTIÓN EMPRESARIAL

La primera mesa redonda del Foro contó con la visión y la experiencia de prestigiosos interlocutores que, como indicó Juan Antonio Zufiria, “exploraron y enriquecieron los espacios de transformación”. Según el presidente del CEG: “Podemos pasar mucho tiempo debatiendo acerca de las reformas: cómo hacerlas, su contenido, en qué dimensiones, etc., pero creo que hay unanimidad total en la sociedad sobre la necesidad de las mismas, de las que me gustaría destacar dos matices.

El primero, que más que reformas son transformaciones, porque una reforma tiene una connotación de reconstrucción y, en mi opinión, no estamos hablando de reconstruir, sino de emprender, de hacer cosas nuevas, y eso está más cerca de la palabra transformación.

El segundo matiz es que la reforma no es algo circunstancial, sino que se está convirtiendo en algo normal en nuestra sociedad. Esto quiere decir que ninguna reforma que hoy hagamos evitará que tengamos que hacer otra mañana, pues en este mundo cada día más dinámico, incierto y complejo, vamos a estar en un proceso de cambio constante”.

El presidente de Europa Press, Asís Martín de Cabiedes, fue el responsable de moderar el coloquio en el que participaron Antonio Basagoiti, presidente de Banesto; Manuel Conthe, ex presidente de la CNMV; Adelaida De la Calle, presidenta de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas; José Manuel Romay Beccaría, presidente del Consejo de Estado, tesorero del Partido Popular y ex ministro de Sanidad y Consumo; Juan Antonio Sagardoy, catedrático de Derecho del Trabajo y presidente de Honor Sagardoy Abogados, y Ramón Tamames que, tras la conferencia inaugural, se sumó a la mesa de debate. Aunque a continuación reproducimos una selección de las declaraciones más relevantes, puede ver el Foro en diferido, en su totalidad, a través del enlace http://www.en-directo.com/clubexcelencia2012/

Asís Martín de Cabiedes comenzó solicitando una primera ronda de valoración de las reformas puestas en marcha por el Gobierno durante sus cien primeros días.

Antonio Basagoiti: Creo que la reforma financiera es absolutamente necesaria y va en la buena dirección. Pretende capitalizar y rentabilizar las entidades financieras, uno de cuyos retos es desprenderse del stock de viviendas y activos inmobiliarios que tienen en su cartera.

Manuel Conthe: Estoy a favor de una reforma laboral que, por otra parte, hace tiempo que debería haberse acometido.

Debemos ser conscientes de que tenemos dos grandes problemas. El primero es que, aunque formamos parte del euro, no estábamos preparados para integrarnos en una Unión Monetaria. Hemos seguido con instituciones y mercados propios de la época de la peseta y, en una Unión Europea donde no puedes devaluar, necesitas infinita flexibilidad, y creo que no la hemos introducido. Trató de hacerlo el presidente Aznar en 2002, pero se achantó después de una huelga general, y seguimos arrastrando esa lacra.

A esto se une otro problema más estructural: hemos configurado unas Administraciones Públicas, un Estado de las autonomías y de la Administración local que es ineficiente. En lugar de concebirlo en función de quién presta mejor un servicio público, ha habido una rebatiña para llevarse competencias y hemos creado un sistema disfuncional en el que incluso la Administración central no funciona con la eficiencia que debiera. Cuando Jordi Sevilla fue ministro de Administracio-nes Públicas hizo un loable esfuerzo por racionalizar y reestructurar las administracio-nes, pero su sucesora abandonó ese trabajo.

Esos dos problemas exigen una serie de normas que, afortunadamente, el Gobierno está atendiendo. La primera de ellas es recuperar la competitividad internacional, lo que exige una reforma del mercado de trabajo –que ya la tendríamos que haber hecho antes de entrar en la Unión Monetaria–; también es necesaria una devaluación interna, pues somos muy caros en muchas cosas. No solo las casas, en términos absolutos, son muy caras, sino que somos poco competitivos en otros productos.

El euro nos ha venido muy bien para internacionalizar la economía y crear unas infraestructuras públicas magníficas, pero no cabe duda de que nos creó una burbuja inmobiliaria y de crédito –que todavía no hemos digerido–, que se ha traducido en una crisis del sistema bancario.

Como tercera norma destacaría un ajuste drástico de las cuentas públicas. La burbuja inmobiliaria, e incluso los organismos internacionales, nos hicieron creer equivocadamente que teníamos una situación presupuestaria estructural saneada; y era falso. Teníamos un déficit estructural que ahora ha aflorado con toda su crudeza. Por eso tenemos que acometer medidas para sanear estructuralmente la situación de las finanzas públicas.

Esto exigirá una subida de impuestos y una reforma drástica. Los países que somos deudores hemos perdido soberanía y, mientras tanto, tenemos que plegarnos a las exigencias de quienes disponen de dinero.

Por último, otro tema muy importante de la salida de la crisis de España tiene que ver con la internacionalización de las empresas y con el sector exterior. En este sentido, el Estado nos puede ayudar poco, porque apenas tiene recursos. Debemos buscar la salida en los mercados exteriores y en la actividad emprendedora de los empresarios. Ahí tenemos un problema, ya que en España los empresarios tienen poca voz y poco prestigio. El empresariado español está callado y a veces, cuando habla, no siempre dice lo que debería, a excepción de Juan Roig.

Adelaida De la Calle: Necesitamos una mayor financiación de las universidades por parte de empresas privadas. Tanto la competitividad como la internacionalización, aludidos ambos por el Profesor Tamames, son aspectos que preocupan a la universidad, que ha cambiado su forma de responder a la propia sociedad. Sabemos que si formamos a los estudiantes de manera más acorde con las necesidades que genera el entorno, podremos aportar mucho más valor en un momento de crisis.

En el ámbito de la I+D, creo que las universidades estamos haciendo un esfuerzo enorme en calidad de investigación, pero sin calidad ni conocimiento sobre cómo se debe investigar es muy difícil que podamos alcanzar el siguiente nivel, el del desarrollo y el de la innovación. Somos muy competitivos en investigación, pero ahora queremos transferir esos conocimientos. Para eso necesitamos que la empresa confíe en nosotros y nos considere como un valor que añade competitividad a sus propios productos, transformándolos en innovación.

También queremos aprovechar ese conocimiento en nuestra propia estructura y generar en ella una mayor masa empresarial. Estamos formando en creación de empresas y en cultura emprendedora, y esto es algo que tampoco se conoce, más aún cuando la universidad dispone de pocos mecanismos para hacerlo. En este sentido, no debemos escatimar la ayuda pública, basta con ver que los países de nuestro entorno más inmediato que están saliendo de la crisis son los que están apostando por la formación, así como los emergentes. A pesar de todo, desde la universidad estamos trabajando en crear una inquietud en nuestros estudiantes para que generen empresas y autoempleo, pues tienen el nivel de formación suficiente para crear empresas competitivas.

José Manuel Romay Beccaría: La sanidad española es excelente, cuenta con los profesionales mejor formados del mundo, con unas instalaciones homologables con las de los países más desarrollados (...), pero también tiene problemas de eficiencia. No ha habido una cultura de preocupación por el gasto en sanidad, sino más bien una preocupación por la eficacia, por hacer muchas cosas, pero sin reparar en los costes. Ahora que hay crisis financiera se pone más de relieve la necesidad de avanzar en la cultura de la eficiencia, este es uno de los desafíos más importantes para no perder la calidad de nuestro servicio sanitario.

Es cierto que tenemos un sistema demasiado monopolístico, con poca libertad de elección para los ciudadanos. Desde el punto de vista estructural, creo que se podrían dar algunos pasos importantes que ayudarían al aumento de la eficiencia y a que la población pudiese elegir con más libertad entre servicios públicos y privados, y entre los distintos servicios públicos, por supuesto sin alterar el aseguramiento universal. La mejor forma de financiación de la sanidad es por la vía de impuestos, cada uno según su capacidad, sin que eso quiera decir que la provisión tenga que ser necesariamente pública en su totalidad, de hecho ya hay mucha provisión privada. Está acreditado que esa provisión puede dar unos servicios más económicos que los públicos, lo que obligará a estos a ser cada vez más eficientes y competitivos sin merma de la calidad.

Otra carencia importante es que hay que recuperar a los médicos para las tareas de la gestión, que tengan responsabilidad en el funcionamiento general del sistema, no solo en su actividad como médicos sino en su trabajo para conseguir la eficiencia de los servicios.

¿Cómo mejorar esa eficiencia? Recojo algunas ideas: con adquisición centralizada de medicamentos, y en general racionalización de los procesos logísticos de compras; protocolarización de procedimientos diagnósticos o terapéuticos, mayor control de las ausencias y las bajas por incapacidad temporal, automatización de los procesos administrativos, optimización de la facturación a terceros, implantación de modelos de servicios compartidos entre distintos hospitales (de laboratorios de análisis clínicos y diagnósticos por imagen, de farmacia hospitalaria, e incluso de especialidades médico- quirúrgicas que precisen una población grande para ser autosuficientes y que conviene que se den conjuntamente desde varios hospitales). En la Comunidad de Madrid ya se están implementado algunas de estas ideas con resultados espectaculares.

Por no rehuir la polémica cuestión del copago, soy claramente partidario de que la financiación de la sanidad se haga por vía de impuestos y pagando cada uno según sus necesidades. La idea de que paguen más los que están más enfermos me parece una gravísima solución. Los servicios sanitarios se deben financiar entre todos con impuestos. Otra cosa es que el copago pudiera ser disuasorio de los abusos, algo que habría que estudiar con detenimiento (…). En la sanidad europea ya existen bastantes copagos, aunque también es cierto que la recaudación por esa vía es limitada y escasa.

La sanidad debe seguir reduciendo los costes, según las posibilidades de los ciudadanos y no según su estado de salud, pero manteniendo el nivel de asistencia. Actualmente, los activos en España –cualquiera que sea su nivel de renta– tienen que pagar el 40% de los medicamentos, aunque sus ingresos sean muy limitados; sin embargo, un jubilado de la Seguridad Social, aunque tenga una pensión máxima y todas las rentas que queramos, tiene los medicamentos gratis. Es decir, debemos corregir algunas disfunciones.

Juan Antonio Sagardoy: De lo expuesto anteriormente por el Profesor Tamames, me gustaría rescatar la idea de que la competitividad es clave y de que, además de austeridad y sacrificio, las reformas originales son más eficaces a largo plazo. Entre ellas, la reforma laboral es una de las prioritarias.

El sistema laboral español se había quedado obsoleto y fuera del contexto de nuestros competidores en el mundo global. Obsoleto porque era ineficiente, pues la legislación española al respecto procede en su gran parte de la Ley de Contrato de Trabajo de 1944. Se trata una ley híper protectora del puesto de trabajo, no así del trabajador, en el sentido de darle formación, empleabilidad y favorecer la movilidad profesional.

La segunda gran clave de la ineficiencia es que montamos un sistema con un modelo de convenios colectivos con eficacia general para todos, tan rígido que hacía imposible que una empresa que estuviese acogida al mismo pudiese salir. Muchas empresas han fracasado porque no podían seguir los estándares del convenio colectivo. A esto se sumaba la dificultad para modificar las condiciones contractuales pactadas inicialmente, sin tener en cuenta que la vida de la empresa va cambiando y que, en consecuencia, habría que dar facilidades para modificar las funciones, las jornadas, etc.

El último punto de ineficiencia es la escasa atención prestada a las pymes por parte de la legislación española. Las pequeñas y medianas empresas, además de tener unas características muy especiales, son las principales creadoras de empleo. Sin embargo, se aplicaba el mismo convenio colectivo sectorial a una empresa de la construcción que tuviese cinco trabajadores que a otra como ACS.

¿Qué ha hecho la reforma laboral? Dar unos instrumentos al empresario para contratar sin mayores problemas razonables, que pueda modificar las condiciones del contrato de trabajo a lo largo de la vida del mismo y que pueda salirse del convenio colectivo; sin que eso implique la ley de la selva, sino que debe haber causas económicas, tecnológicas, etc., al igual que hay participación de los trabajadores. Por último, establece un control judicial. Aun pasando de 45 a 33 días, estamos por encima de la media europea, y, aunque las causas objetivas del despido se han clarificado, también creo que serían mejorables.

A mi juicio, ¿cuáles son los peligros de esta reforma? En primer lugar, la conflictividad social que puede generar y, en segundo lugar, la excesiva judicialización de los conflictos laborales que surjan al aplicarla (algo que era bastante inevitable, pues hay un artículo en la Constitución que da a todos los españoles el derecho a acudir a un juez cuando se vulneran los derechos del trabajador).

Asís Martín de Cabiedes: Tenemos una necesidad urgente de rebajar el déficit del 8,5% al 5,3%, lo que supone la reducción de entre 30 y 50 mil millones de euros. ¿Qué hacemos? ¿Cómo conseguimos ahorrar en nueve meses 50.000 millones?

Antonio Basagoiti: Creo que podemos recortar muchos pocos de distintos sitios. Estamos en una política de austeridad y deberíamos entrar en una política de guerra, recortando. A nivel familiar, todos sabemos cómo hacerlo, pues igual ocurre en el ámbito empresarial y de las Administraciones.

Yo soy muy optimista sobre la salida de la crisis y creo en el talento de este país y en nuestros emprendedores ejemplares. En Banesto tenemos unos programas de apoyo a emprendedores, que en este momento benefician a una selección de 400 emprendedores de entre 18 y 30 años, a los que damos el soporte necesario y formación en períodos de siete meses. Se trata de emprendedores con ideas de base tecnológica. Un 20% de la primera promoción ya está funcionando.

Aparte de recortar, es fundamental no dejar de fomentar, junto con las universidades, que esta gente emprenda, se forme y exporte lo que está haciendo.

Manuel Conthe: Un candidato obvio a sufrir el recorte va ser la inversión pública, lo cual en España tampoco es tan preocupante, porque una de las cosas que hemos hecho muy bien en nuestro país han sido las infraestructuras públicas, así como la internacionalización de las grandes empresas. Propongo que empiece a haber infraestructuras de titularidad pública europea, no estatal.

Creo que adicionalmente habrá un aumento de impuestos, tanto de impuestos especiales como del IVA (relativamente bajo y que tiene la ventaja de ser un impuesto que se desgrava en las exportaciones, de ahí que más adelante a lo mejor pudiese permitirse una especie de devaluación fiscal). Una de las cosas que yo recomendé hace tiempo a los empresarios españoles más adinerados es que ellos mismos propusieran un impuesto a las grandes fortunas. Eso daría legitimidad a las voces de los grandes empresarios. Muchos pequeños pueden estar verdaderamente agobiados, pero afortunadamente tenemos en España mucha gente con patrimonios desahogados y estos tendrían que dar imagen de patriotismo, proponiendo una subida de impuestos para las grandes fortunas (…).

En materia de costes, hay que evitar las etiquetas y analizar cada partida de gasto individualmente, entonces seguro que en investigación se puede racionalizar más, que en ayuda al desarrollo se puede hacer una “poda” drástica (por no decir dejarla a cero). Creo que no puede haber tabúes, sino un análisis de la eficacia de cada uno de los programas de gasto y un recorte en función de este.

Asís Martín de Cabiedes: ¿Tiene esto que ver con la concentración de las universidades?

Adelaida De la Calle: Tiene que ver con el tipo de universidades que queremos. Finlandia es un modelo maravilloso, con 5.300.000 habitantes y 43 universidades. En Andalucía somos 8,5 millones y tenemos 9 universidades.

Tenemos que seguir luchando y trabajando por aquello que funciona. Con los Campus de Excelencia, por ejemplo, sí estamos especializándonos. Se trata de un gran proyecto cuyo único problema es que no ha tenido la financiación que ha tenido en Alemania y en Francia, sino que se ha hecho con mucho menos dinero y a título de préstamos.

Con respecto a los recortes, es cierto que las universidades hemos crecido en infraestructura científica, pero se tiene que mantener y utilizar para algo. La investigación y el capital humano que en ella formamos son caros. También creo que el sector empresarial debería aprovechar más el estupendo personal que formamos no solo en grado y posgrado, sino también en doctorado.

Hay que cambiar el modo de financiación en las propias universidades y considerar la falta de “mecenas” que tenemos en España, algo que no sucede en otros países.

José Manuel Romay Beccaría: Insistiría en la racionalización de la Administración (fusión de organismos, eliminación de organismos innecesarios...). Creo que el gasto público improductivo de las Administraciones Públicas es una de las cosas que hay que eliminar.

En la sanidad, el desafío es la eficiencia, y hay márgenes muy importantes. Los hospitales privados son un 20% más baratos que los públicos análogos, para hacer lo mismo y con la misma calidad.

Estoy claramente en contra del copago, salvo excepciones de algún copago bien diseñado, disuasorio; pero no como modelo de financiación. También creo que el actual copago farmacéutico se puede mejorar, al igual que hay margen para suprimir la financiación de algunos medicamentos (…). No obstante, estos últimos años se han hecho esfuerzos y nos estamos acercando a las medias europeas.

Juan Antonio Sagardoy: No considero positivo “freír” de nuevo a impuestos a los ciudadanos, porque vamos a estrangular la economía. Hay que ser austero y, a la vez, inyectar activación a la economía.

Creo que, claramente, el campo de recorte está en los inmensos dispendios de las Administraciones Públicas (por ejemplo, los cargos municipales: cómo es posible que en pueblos pequeños –de 600 habitantes– haya seis concejales y el alcalde; los asesores nombrados a dedo; las televisiones autonómicas, etc.).

Ramón Tamames: Hay que agregar a la cultura del esfuerzo la responsabilidad y la eficiencia.

Las inversiones públicas se han recortado mucho, y seguramente habrá que recortarlas más, al igual que la función pública; es necesario subir el IVA; hacer una agregación de municipios, y lo mismo con las diputaciones; incluso subir las tasas universitarias, que ahora son irrisorias –quien quiera estudiar que lo pague y, si hay problemas de insuficiencia, que existan becas para la gente que se esfuerza–, y por último el copago, del que estoy totalmente a favor. 


Publicado en Executive Excellence nº91 abr12


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