Christopher Sims: El impacto de la interacción social y monetaria
INVERSIÓN / ESTRATEGIA / EMPLEO
Gracias al CEMFI (Centro de Estudios Monetarios y Financieros), tuvimos la oportunidad de entrevistar a Christopher Sims, Nobel de Economía en 2011 y uno de los invitados de honor de la jornada “Lessons of the Crisis for Research Agendas in Economics”, organizada por el Centro para la celebración de su XXV aniversario.
Esta institución fue creada por el Banco de España en 1987 con el objetivo primordial de organizar un Programa de Estudios de Postgrado dirigido a la formación de especialistas de alto nivel en economía y finanzas. En 1991, el Banco de España constituyó la Fundación Centro de Estudios Monetarios y Financieros dedicada a la docencia y la investigación en el ámbito de los estudios económicos, con especial dedicación a los temas monetarios y financieros. (Puede conocer con detalle toda su oferta y actividades en www.cemfi.es).
Christopher Sims fue premiado con el Nobel de Economía en 2011, junto con Thomas Sargent, por sus estudios sobre cómo afectan las decisiones políticas en la macroeconomía en base a datos empíricos. Nacido en 1942 en Washington, Sims es profesor de Economía y Finanzas en la Universidad de Princeton.
FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: Desde la reciente crisis, los modelos econométricos están dando mucha importancia al sector financiero. Decía el año pasado que le preocupaba la tendencia actual de “luchar las batallas recién pasadas”. Las próximas crisis quizás no sean financieras sino de las finanzas públicas y déficits, aspectos que también han sido descuidados en estos modelos. Actualmente, en Estados Unidos, existe una discusión sobre la deuda pública, ¿qué posibilidades hay de que la próxima crisis que experimentemos esté más centrada en ella?
CHRISTOPHER SIMS: Existen equipos y personas que están trabajando para dar un mejor tratamiento a los aspectos de la deuda y el déficit público en los modelos econométricos, y su interacción con la política monetaria. Es cierto que todavía es algo que recibe menos prioridad de la que debiera.
En la mayoría de los países, y por supuesto en Estados Unidos, los líderes en investigación de macroeconomía aplicada siguen siendo los equipos de los Bancos Centrales. Al ir creciendo los balances anuales de los Bancos Centrales, estos banqueros comienzan a cuestionarse cómo de amplios han de ser y si existe un límite a su tamaño, hasta finalmente reconocer que hay interacciones entre la política fiscal y la monetaria.
Los modelos formales aún tienen terreno que recuperar, pero creo que es la forma de pensar de los Bancos Centrales, al menos en Estados Unidos; y también en Reino Unido. Mi impresión es que, en la Unión Europea, la mentalidad de quienes hacen la política monetaria está todavía retrasada. El problema radica en que, en último término, la estabilidad de los precios depende del compromiso fiscal para actuar en caso de que exista inflación. Si la inflación creciese y se acelerase, una reacción fiscal sería necesaria.
Sin embargo, son muchos los banqueros centrales que se creen capaces de controlar los niveles de precios sin tener en cuenta la política fiscal, y esto es peligroso. El hecho de que estén convencidos de no necesitar apoyo fiscal y que transmitan este mensaje a la legislatura puede hacer que esta no actúe, cuando en realidad debe hacerlo.
En la Unión Europea, debido a la falta de claridad sobre el apoyo fiscal al Banco Central Europeo (17 países tendrían que coordinar dicho apoyo al BCE), se está desatendiendo este problema. Por eso, se sigue afirmando que la política monetaria es dominante y que la fiscal deberá ajustarse a esta; lo malo es que la política fiscal no se ajusta automáticamente y los banqueros centrales deberían reconocer la necesidad de informar a las legislaturas de que podrían necesitar su apoyo.
Así lo han hecho en Reino Unido. Allí, el balance de riesgos del Banco Central ha sido segregado a subsidiarias separadas del Banco de Inglaterra. Queda explícito que si la subsidiarias incurren en pérdidas, existirán transferencias del Tesoro. Hasta el día de hoy, ha habido superávits que han sido transferidos al Tesoro, pero el hecho de que estas transferencias puedan ser positivas o negativas está claramente especificado en el documento que las define. En Estados Unidos, no existe este entendimiento para poder hacer transferencias del Tesoro al Banco Central, lo cual representa un problema.
F.F.S.: Ha mencionado que es frecuente que los políticos estén detrás o debajo de la “curva”. Parece que hay un desfase entre quienes toman las decisiones y la realidad de la sociedad. ¿Cómo se puede solucionar esta poca y lenta reactividad legislativa a problemas de orden fiscal y económico que incidirán a corto plazo –y que claramente se definen desde la perspectiva econométrica– y que motivan soluciones tardías ante problemas definidos?
C.S.: No estoy convencido de que exista una solución. En Estados Unidos y en Reino Unido, la política monetaria y macroeconómica ha sido afortunada tras la crisis. Tanto Mervyn King como Ben Bernanke son académicos que han estudiado la Gran Depresión y entienden lo que creemos que no se gestionó bien entonces. No repetimos esos mismos errores, habiéndolo podido hacer fácilmente.
Todavía hay personas que critican la política de Bernanke, esencialmente desde las mismas posiciones que nos llevaron a la Gran Depresión. Afortunadamente, él no tiene que ganar unas elecciones. Es muy difícil lograrlo describiendo a la gente las potenciales pérdidas a las que ha de enfrentarse. Muchos intentan convencernos de que es posible tener bajos impuestos y precios estables, que podemos tener “guns & butter”; es la tónica habitual de las elecciones, aunque todos sabemos que no es posible.
F.F.S.: Nos decía el mes pasado Peter Diamond que uno de los mayores problemas a los cuales se enfrenta la Unión Europea son los mercados de trabajo. En Europa, sobre todo si la comparamos con Estados Unidos, la movilidad laboral es ínfima. Existe una gran fragmentación, e incluso tendencias regionalistas-nacionalistas que quieren aumentarla. Asimismo, Diamond hacía notar la ausencia de “amortiguadores” fiscales, tal y como existen en Estados Unidos. La Unión Europea, con su actual organización fiscal y bancaria, no parece tener un futuro competitivo. ¿Qué opinión le merece?
C.S.: Creo que a veces se le da demasiada importancia a las reformas del mercado laboral para la supervivencia del euro. Es cierto que, para el crecimiento a largo plazo, muchos países europeos deberán ponerlas en marcha. Es fundamental facilitar la entrada a profesionales, que exista un mejor flujo entre países (a pesar de la dificultad de las barreras lingüísticas), pero el problema inmediato en la Unión Europea es la coordinación de la política fiscal y económica.
Se necesita una autoridad fiscal capaz de implantar impuestos de una forma central. En el momento en que se tenga una autoridad central impositiva, se generarán flujos netos financieros entre países. Esto puede comenzar con un proceso de régimen de supervisión bancaria común, lo cual significaría que el Banco Central Europeo, o alguna otra institución, supervisaría los bancos y tendría la autoridad para intervenir en caso de quiebras, así como para utilizar fondos de rescate para asegurar los depósitos. Por supuesto, para iniciar una operación de este tipo, harían falta fondos, que deberían provenir de la Unión Europea como un todo. Por eso, sería necesario implantar impuestos a personas que quizás no fuesen las mismas que se beneficiasen. Una de las tristes consecuencias ha sido que, tras un primer intento de poner en marcha un sistema regulatorio, y al quedar claro que esto implica imposición y transferencia de recursos, casi todo se ha parado. La posibilidad de transferencia de recursos a través de mecanismos fiscales entre países es algo que continúa siendo una “patata caliente política”. Si esto se solventase, el euro podría ser estable. Hasta que no se consiga algo así, no se puede pensar en reformas del mercado laboral.
Hay quienes abogan por la indisolubilidad de la actual crisis si no se soluciona previamente la situación de los mercados laborales. No comparto esa opinión. Para mí, el requisito fundamental es la coordinación monetaria y fiscal. Aun cuando una reforma laboral sería algo positivo, no es un prerrequisito para la supervivencia del euro.
F.F.S.: Recientemente, y en contra de su posición en los años 70, Friedman no enfatizaba la teoría de que las variaciones de los ciclos de negocio tenían una relación con la política monetaria y fiscal errática. Usted cuantificaba que el nivel de influencia de la política monetaria sobre la economía podría estar entre el 0 y el 25% de las fluctuaciones. En España no tenemos política monetaria, tenemos un 26% de desempleo –acabamos de superar la cifra de los 6 millones– y el segundo puesto en presión fiscal. ¿Qué alternativas tenemos para superar esta situación?
C.S.: España no tiene una política monetaria independiente. La idea original de la unión monetaria europea se basaba en una fusión de todos los Bancos Centrales de cada país, siguiendo el modelo de Estados Unidos, donde el sistema de la Reserva Federal tiene un balance agregado, que es lo importante (las personas no se preocupan de la Reserva Federal de Nueva York vs. la Reserva Federal de Cleveland); es una institución donde se agregan todos.
En la Unión Europea, la idea original es que ocurriese lo mismo. Habría una tasa de interés europea que sería el instrumento para la política del Banco Central Europeo. Es imposible que el Banco de España decida cambiar el tipo de interés; es una decisión que se toma a nivel europeo.
Uno de los argumentos que explica los problemas de la Unión Europea es que los sistemas de ajuste habituales para el tipo de circunstancias en las que se encuentran países como Italia o España –como son la devaluación y la generación de inflación, que generaría una recuperación mucho más rápida– no se ponen en marcha, porque la política ha de ser implementada teniendo en cuenta la situación de Alemania y Finlandia. La política monetaria no es tan importante como pensaba Friedman hace unos años, ni siquiera en Estados Unidos. De hecho, no existe como una posible opción para ayudar a España. Podríamos argumentar que la situación en el tercio sur de Europa es lo suficientemente mala como para que el Banco Central Europeo relajase temporalmente la política monetaria, permitiendo un poco de inflación, incluso hasta el 3%. Sería una gran ayuda para esta zona; sin embargo, la adhesión estricta a una inflación por debajo del 2% continúa, de manera que las posibilidades de que la política monetaria alivien la situación de España siguen siendo nulas.
F.F.S.: Aun así, el Banco de España podría aportar recomendaciones al Gobierno por su política impositiva actual.
C.S.: Es cierto que los departamentos de Estudios del Banco de España pueden hacer recomendaciones sobre la política fiscal pero, a pesar de ser una política con cierto efecto, no es completamente libre. Las personas se están dando cuenta de que, una vez dentro de una unión monetaria, el concepto de que la política fiscal puede ser exclusivamente nacional –cuando la monetaria es europea– no puede sobrevivir. Portugal, Italia o Irlanda han demostrado que las finanzas públicas no se sostienen sin unos dolorosos ajustes, algo que la troika ha repetido insistentemente a los Gobiernos de estos países, indicándoles qué debían hacer. También se están recibiendo presiones europeas sobre la política fiscal.
Muchos economistas recomendarían a un país como España que su política fiscal debería suavizarse temporalmente, con ajustes a largo plazo para proveer una estabilidad final, pero España no puede hacerlo, no solo porque no tiene una política monetaria independiente, sino porque tampoco tiene una política fiscal absolutamente independiente.
F.F.S.: A la hora de tomar la decisión sobre lo que iba a estudiar, le gustaban las matemáticas puras, pero no quería vivir en un mundo de abstracción. Siguiendo los pasos de su abuelo, de su padre, e incluso de su tío, comenzó su carrera como economista. ¿Ha sido una buena idea rechazar el mundo de la abstracción para entrar en un territorio donde “ha sufrido”, al ver rechazadas muchas de sus indicaciones respecto de lo que iba a pasar?
C.S.: No pienso en mí como alguien que está continuamente chocando con muros. Keynes dijo una vez que la política se hacía basándose en las ideas de economistas que habían desaparecido hace tiempo. El proceso a través del cual el progreso del pensamiento económico penetra en la política es muy lento. Eso no significa que no haya ningún efecto. Las ideas de Keynes, en su tiempo, eran controvertidas. Podríamos decir que también él chocaba con muros, aunque sus instintos básicos han penetrado hoy en todos los entornos, siendo los políticos conscientes y conocedores de ellos.
Mis ideas sobre la interacción fiscal y monetaria aún se enfrentan a una fiera oposición por parte de quienes hacen las políticas, pero no en todas partes. Hay personas que gestionan desde los Bancos Centrales que reconocen las implicaciones de esta forma de pensar. Evidentemente, no pueden decir que han conocido una teoría controvertida y que han decidido apostar por ella, porque están en un entorno donde no se pueden unir las políticas a teorías controvertidas; pero sí creo que esas ideas están penetrando. Los equipos de los Bancos Centrales son conscientes, aunque no siempre estén de acuerdo con ellas. El debate de la interacción fiscal y monetaria ha de ocurrir, porque está claro que dicha interacción existe en cada país. Por eso creo que mi trabajo, en esta línea, está teniendo mucho impacto.
Resulta más descorazonadora la profesión en sí misma. El trabajo sobre métodos econométricos y su uso aplicado a veces parece retroceder, en lugar de avanzar. De todos modos, creo que las buenas ideas no van en línea recta, sino que la trayectoria desde la concepción inicial hasta su adopción es amplia.
F.F.S.: Me llamó la atención el hecho de que permitiese a un alumno utilizar su ordenador 486, para obtener cálculos que tardarían una semana en realizarse, frente al mes que tardaría si utilizase su ordenador 386. La Ley de Moore se ha venido cumpliendo, y sigue vigente. Si hace cinco años un ordenador de 1.000$ tenía la capacidad del cerebro de un mosquito, hoy por el mismo precio tiene la capacidad del cerebro de un ratón y en cinco años tendrán la capacidad del cerebro humano. Hoy hemos pasado de utilizar el concepto de bases de datos a trabajar con big data. ¿Cómo han influido los progresos de las tecnologías de la información en su trabajo?
C.S.: Han tenido múltiples implicaciones. Los modelos que hoy se utilizan en los Bancos Centrales, así como sus métodos estadísticos, habrían sido absolutamente inutilizables hace poco.
Una de las áreas en la cual he trabajado es la inferencia Bayesiana, una aproximación a la forma de pensar respecto de la inferencia estadística que sugiere formas para obtener conclusiones sobre parámetros inciertos y el nivel de incertidumbre que uno tiene sobre ellos. Ha habido gente que abogaba por esta aproximación durante años, pero se creía imposible de implementar, incluso aceptando modelos muy sencillos. Actualmente, al dejar hacer a los ordenadores el trabajo, la situación ha revertido muchos modelos complicados. El resultado es que estos métodos Bayesianos pueden ofrecer conclusiones y respuestas sobre políticas a seguir relativas a cuestiones en la que los métodos tradicionales ni siquiera pueden entrar.
Los economistas han empezado a utilizar técnicas prestadas de los físicos y otros entornos científicos, como el de la computación, para hacer inferencias en modelos económicos que se basan en esta revolución computacional. Este proceso continúa y lo que estoy describiendo es, básicamente, utilizar modelos más complejos sobre las mismas series temporales económicas que hemos venido usando. Hoy hay mucho interés, especialmente si se integran los análisis de finanzas y macroeconomía, pues existen grandes cantidades de datos financieros.
Uno puede imaginarse los resultados de utilizar variables mucho más ricas que las primas de riesgo e índices de Bolsa, lo cual es potencialmente factible con la capacidad computacional a la que estamos llegando. De hecho, creo que el límite radica más en que los economistas no están seguros de cómo poner todos estos datos de una manera coherente, de modo que puedan utilizarlos para el análisis de políticas. Si tuviéramos claro cómo utilizar coherentemente los datos financieros, podríamos reunir al grupo de programadores y económetras expertos para hacer modelos macroeconómicos.
F.F.S.: Las personas que han tenido largas carreras de éxito denotan, habitualmente, un alto grado de equilibrio entre la vida personal y la profesional, entre la capacidad intelectual y la salud y forma física. ¿Cuáles serían sus recomendaciones personales para quienes deseasen seguir líneas profesionales y de estudios como la suya?
C.S.: Siempre procuro mantener un equilibrio entre los compromisos personales y profesionales. Me aseguro de tener tiempo para hacer ejercicio y distanciarme de actividades puramente académicas. Creo que todo el mundo debería seguir este pensamiento. Aunque estoy en forma, no voy al gimnasio. Nunca he sido capaz de comprometerme a un régimen de ejercicio, sino que he tenido que buscar actividades dentro de mi orden diario que involucrasen formas de ejercicio físico como andar, subir escaleras, ir en bicicleta al trabajo, o montar a caballo. Recientemente he adquirido uno y es sorprendente la cantidad de ejercicio que se hace montando a caballo.
Cuando mis hijos estaban creciendo, pasaba mucho tiempo compartiendo las tareas de su cuidado; de hecho, renuncié a oportunidades profesionales para poder ocuparme de ello. Considero que el equilibrio en la vida es muy importante, aunque he tenido la fortuna de tener un matrimonio feliz durante mucho tiempo, algo que no todo el mundo es capaz de gestionar. También he trabajado en entornos donde era fácil combinar la actividad física y profesional. Creo que todo el mundo tiene que encontrar su forma de adaptarse.
Entrevista publicada en Executive Excellence nº103 may13