Un mundo Lego
El otro día, mientras jugaba con mi hijo el pequeño a construir con piezas del Lego una “torre que llegue hasta el techo, papá”, recordé lo que hace tiempo el maestro de los maestros del mundo del management, Peter Drucker, dijo: “Vivimos en un mundo Lego”.
“Si deseas el coste más bajo, existen virtualmente las capacidades en cualquier parte del mundo para obtener el coste más bajo. Pero si el coste no es tu único interés y reconoces que el mundo industrial ha dado paso a un mundo manejado por la información y el conocimiento, verás que el mundo no es plano y que Indiana e India no son intercambiables. La habilidad para ensamblar y conectar las piezas en formas diferentes y al lado de nuestros clientes define el éxito de una empresa... En el siglo XXI los negocios existen en un mundo Lego” (Peter Drucker).
No puedo estar más de acuerdo; como casi siempre, Drucker da en el clavo. Vivimos en un mundo donde nuestra capacidad para “ensamblar” distintas y, a veces, lejanas piezas nos definen como empresa. O dicho de otra forma, se convierte en nuestra verdadera propuesta de valor, en nuestra ventaja competitiva. Y, ya saben, “si no tienes una ventaja competitiva, no compitas”.
Sin embargo, podría ocurrir que alguien argumentase que, en el fondo, esa es la definición más antigua que puede encontrarse de lo que es una empresa. Por si acaso es eso lo que se les ha venido a la cabeza, trataré de explicarme con mayor detalle, pues no hay nada más alejado del concepto clásico de organización que esta manera de entender la nueva realidad empresarial.
Primero: Cuando me refiero a la capacidad de “ensamblar” incluyo, necesariamente, la capacidad, al mismo nivel, de “desensamblar”, es decir, de romper paradigmas y fórmulas que ya no valen y reconstruir nuestro Lego sin que ello suponga ningún trauma colectivo... o directivo. La ventaja del Lego es que puedes inventar y reinventar continuamente tu construcción. Lo maravilloso de ese juego es la posibilidad de unir y desunir los desmontables creando mundos distintos para permitirnos “jugar”, en cada momento, a aquello que más nos apetece. Jugar al Lego es jugar a crear y esa es precisamente la cuestión vital en estos momentos.
Lo malo, es decir, lo primero que nos impediría aprovechar nuestro Lego es perder el espíritu que hace que los niños disfruten con él. Ese espíritu no es otro que su capacidad para NO guardar lo construido, sino su gran capacidad para edificar, jugar con ello, deshacerlo, reconstruir, volver a derribarlo… y así sucesivamente.
Segundo: El Lego no es nada sin niños que quieran disfrutar de él. Las piezas son importantes y una condición necesaria para poder jugar, pero si en ese “ensamblaje” alguien olvida que el ser humano es la pieza fundamental, comprobará que las cajas que contienen los desmontables se mantendrán cerradas y éstos nunca se conectarán por sí solos. Me refiero tanto a las personas que trabajan en las empresas como a nuestros clientes, ambos son vitales para “jugar”.
Sin la menor duda, una de las claves del futuro pasa por nuestra capacidad para sorprender a nuestros clientes o, siendo aún más radical, se trata de darles aquello que nunca pensaron que fuese posible. Esa filosofía tiene dos actores básicos: las personas que trabajan con nosotros y su actitud para innovar. Por lo tanto, nada mejor que convertir a nuestros profesionales en niños jugando al Lego: lo divertido es comenzar a crear una nueva construcción, no estar trasteando siempre con la misma, pues esta rutina es la que mata el “juego”. El otro actor es cada uno de nuestros clientes, ya que son ellos los que nos deben ayudar a crear el Lego.
Tercero: En el mundo empresarial, mucha gente piensa que el Lego con el que puede construir las nuevas soluciones es únicamente el que contiene las piezas de su empresa. En un mundo Lego, lo más importante es nuestra capacidad para ensamblar nuestras piezas con las de otros en cualquier parte del mundo. En un mundo Lego, no cabe otra mentalidad que aquella que es capaz de abrirse a todas las realidades y edificar con otros, mientras se disfruta. Las piezas las puede tener cualquiera y en cualquier parte, puede ser grande, pequeño, artesano o tecnólogo, da igual, lo importante es compartir nuestro Lego y atraer a otros para que pongan el suyo y así poder montar “el juego más divertido”. No estoy hablando de proveedores, estoy hablando de auténticos socios con los que construir y “divertirme”. Socios que me ayuden a pensar, que me aporten nuevas visiones y que, sobre todo, tengan la inteligencia de formar parte de un equipo que trabaja para tener éxito. Me refiero a socios inteligentes y no a socios ególatras, esas piezas no nos sirven.
Déjenme, para finalizar, que les cuente esta historia:
Una noche, mientras paseaba con mi perro, me encontré a un hombre que buscaba desesperadamente algo. Con ademanes muy nerviosos, se llevaba las manos a la cabeza y decía sin cesar, “¿dónde se habrán caído?”.
Observándole, me di cuenta de que daba vueltas y vueltas dentro un círculo muy reducido cuyo centro era una farola. Me acerqué y le pregunté si le podía ayudar. Cuando me respondió, me percaté de que, además, estaba algo bebido.
- ¿Puedo ayudarle?
- Sí, claro, por supuesto... – me contestó.
- ¿Qué ha perdido? - le pregunté, a la vez que empezaba a buscar sin saber qué.
- Las llaves de mi casa. ¡Las malditas llaves de mi casa! - me contestó con un tono pastoso de voz y unos ojos brillantes y enrojecidos.
- No se preocupe - le dije para tranquilizarle-, seguro que las encontramos.
Me puse a buscar y, mientras lo hacía, le pregunté:
- ¿Está seguro de que se le cayeron por aquí?
- Pues la verdad es que no - me contestó -, pero aquí hay luz.
Me parece que algo así nos está pasando en los tiempos que vivimos. Intentamos encontrar soluciones donde no hay, es decir, en el pasado. Lo que nos ocurre, al igual que a nuestro personaje de la historia, es que en el pasado tenemos “luz”, pues ahí reside nuestra experiencia, están nuestros conocimientos, nuestras antiguas construcciones Lego.
El problema es que la situación a la que nos enfrentamos es nueva y la experiencia nula, así que o buscamos en la “oscuridad” o seguiremos dando vueltas a la farola. Las piezas, las llaves que necesitamos, hay que buscarlas en la “oscuridad” de lo desconocido si queremos soluciones innovadoras y sorprendentes para ganarnos al mercado.
Pues bien, les recomiendo que compren una buena linterna y se adentren en el túnel donde se buscan las piezas. Es posible que resbalen, es posible que se acaben de repente las pilas, es posible, ¡incluso!, que no encuentren nada, pero lo que es seguro es que sólo así tendrán la oportunidad de salir airosos de esta situación.
Si me lo permiten, les recomendaré algunas “linternas” que pueden comprar:
1.- Creatividad.
2.- Optimismo.
3.- Sentido del humor.
4.- Tolerancia al fracaso.
5.- Asumir riesgos.
6.- Creer en uno mismo.
7.- Dejar de criticar.
8.- Trabajo en equipo... con gente muy distinta a usted.
9.- Saber aplazar la recompensa.
¿Saben lo mejor? Son muy baratas.
Presidente de La Factoría de Cine Empresarial