Antonio Garrigues, ante la obra de su vida
Con motivo de la publicación del libro Antonio Garrigues Walker. Testigo clave de medio siglo de nuestra historia (Ediciones Península), de los periodistas Carlos García-León y Borja Martínez-Echevarría, la Fundación Rafael del Pino acogió un distendido diálogo entre Carlos Herrera y el biografiado.
“La de Antonio Garrigues Walker es una historia fuera de lo común, casi siempre muy cercana a los centros de decisión políticos y económicos, y de mucho trabajo. Heredero de una saga de grandes juristas y personajes relevantes en la vida pública y política española, se crió en un ambiente liberal, intelectual y culto: su madre, estadounidense, y su padre, abogado de prestigio, ministro de Justicia en los años setenta y diplomático en Washington y el Vaticano, dieron forma a una estirpe familiar que llegó a equipararse con el clan Kennedy, con el que, además, les unía una buena amistad.
Tras abandonar una inicial vocación futbolística —quiso ficharlo el Atlético de Madrid—, el joven Garrigues Walker tomó las riendas del despacho familiar, que tripulaban por aquel entonces su padre y su tío Joaquín, y lo convirtió en la puerta de entrada de las empresas norteamericanas en España. Profundamente liberal, en los ochenta, siguiendo los pasos de su hermano Joaquín, inició un coqueteo con la política que culminó con la formación del Partido Demócrata Liberal y, posteriormente, con la Operación Reformista, junto a Miquel Roca y Florentino Pérez.
Ha seguido trabajando incansablemente desde entonces, en el bufete y en muchos otros ámbitos —es miembro de la Comisión Trilateral y pertenece a incontables organizaciones y fundaciones, como la Asociación para el Progreso de la Dirección, ACNUR o Transparencia Internacional, y es autor de más de cincuenta obras de teatro— y solo hoy, a sus 80 años, aún en activo y tras superar un cáncer, ha aceptado mirar atrás, por una vez, para reconstruir las páginas de su intensa vida, que es también en cierta forma la historia de algunos de los acontecimientos más relevantes del siglo XX en España”. (Sinopsis de Antonio Garrigues Walker. Testigo clave de medio siglo de nuestra historia).
A continuación, exponemos algunas de las declaraciones de Antonio Garrigues, en su charla con el periodista Carlos Herrera.
Sobre Cataluña
Admiro de Cataluña todo. Recibí el Premio Blanquerna en 2005, un galardón que se otorgaba cada año a personas de fuera de la comunidad catalana, por hacer lo posible para mantener una buena imagen de Cataluña. Lamento mucho que este premio se haya eliminado, nadie sabe por qué, pues creo que tenía un buen sentido.
En segundo lugar, otra cosa que admiro de la comunidad catalana es su auténtica pasión por sí misma, por su identidad, por su cultura, por su lengua, por su fuerza económica, por su capacitación internacional; lo admiro y lo envidio. Incluso reconozco como enteramente válido su gusto por defender su propia identidad, su singularidad y su capacidad de autogobierno, y además creo sinceramente que, desde Madrid, debemos empezar a hacer declaraciones de amor en este sentido, porque las declaraciones de guerra no valen para nada, y no estamos en esa época. Al respecto, creo que lo que ha faltado, y todo el mundo lo reconoce, es diálogo.
Al tener 80 años, uno tiene el sentimiento de poder decir al menos una parte de lo que piensa, y quiero decir que cuando se pierde la capacidad de diálogo se pierde algo muy importante. Me recuerda a los matrimonios que de pronto no se hablan, y de tanto no hablarse crean una muralla infranqueable entre ambos. Algo así está pasando aquí, porque no solamente se ha roto el diálogo político, sino que también se ha roto el económico, el cultural y el social. Cuando en democracia se rompe el diálogo, se acumula una capacidad de sectarismo tremenda, y este problema no se va a arreglar con sectarismo.
Creo que no va a haber referéndum porque no puede haberlo, hay una prohibición constitucional y no se puede celebrar (N.deR.: Estas declaraciones fueron hechas el seis de octubre). Si se hace algo, será una cosa sin ningún relieve político ni sociológico; pero si alguien cree que el hecho de que no lo haya arregla el problema, se equivoca radicalmente.
La idea de que Cataluña va a estar reclamando permanentemente su identidad y su capacidad de autogobierno y soberanía se va a mantener sine die. Un nacionalista nunca deja de serlo, a pesar de todos los movimientos globales.
De méritos y culpas
La vida es tan maravillosa que cada vez se descubren nuevas preguntas y respuestas. Yo estoy descubriendo ahora a desmitificar los méritos y aumentar las culpas, ese proceso es importante. Siempre digo que el hombre toma muchas decisiones, pero la más importante es despedirse a uno mismo; esa es la más dura, pero también la más necesaria.
Cuando uno hace una especie de balance de la vida, como han hecho Borja y Carlos en su libro, llega a la consecuencia de que ha estado permanentemente mitificando los méritos y permanentemente eliminando las culpas. Posiblemente, eso lo hagan todos los seres humanos y es una forma de sobrevivir, pero en estos momentos me doy cuenta de que mi proceso de mitificación de méritos era realmente abusivo, y esto no tiene nada que ver con la falsa humildad.
Por ejemplo, cuando me hablan del crecimiento del despacho, simplemente recuerdo una cosa: primero, que el nombre de Garrigues no es mío, sino que pertenece a dos personas como Antonio y Joaquín Garrigues Díaz-Cañabete, mi padre y mi tío, que aportaron a la abogacía dosis de modernidad y de internacionalidad maravillosa. Lo que yo hice fue seguir su labor, pero no fui el que sembró la semilla, que es lo importante. Podemos hablar de otros méritos, pero no del verdadero.
También me suelen decir que aporté el carácter internacional, pero tuve la suerte de tener una madre americana, Helen Walker, y por lo tanto visitar mucho Estados Unidos. Una vez allí, hablé con despachos de abogados americanos, porque era lo lógico y sensato. En aquel momento, los despachos americanos tenían 300 o 400 abogados y nosotros éramos una veintena. A mí me parecían monstruos y me dieron una serie de ideas sobre cómo crear un despacho de abogados y cómo gestionarlo, y eso fue lo que yo transmití a España. Ese es mi mérito.
En ese sentido, soy muy orteguiano, es decir, yo soy yo y mi circunstancia; y estoy llegando a la conclusión de que soy mucho más mi circunstancia que yo mismo. Cuando uno mira su vida, es inevitable pensar en ese maravilloso if inglés, el qué hubiera pasado si. Hay cosas que hubieran pasado si yo no hubiera tenido la suerte de tener un padre y un tío que aportaron a la vida jurídica española una cantidad de talento y sabiduría tremenda, y al mismo tiempo una madre americana.
Tanteando la vida pública
Llamé a mi padre desde el despacho del presidente Calvo-Sotelo cuando me ofreció ser ministro de Justicia. No lo rechacé por orgullo, sino porque en aquel entonces el despacho estaba en un proceso de crecimiento muy importante y me parecía que no era momento de ausentarme –otra vez tenía que mitificar mis méritos–, aunque quizá el despacho hubiera ido mucho mejor sin mí. Calvo-Sotelo es un hombre con el que me he entendido muy bien, con quien he mantenido una amistad profunda y con el que me reído muchísimo, a pesar de lo que se diga sobre su carácter. Él tenía un sentido del humor maravilloso y siempre le agradecí que me ofreciera el cargo de ministro de Justicia.
Sobre su hermano Joaquín
En el libro se cuenta que en nuestra familia habíamos sido excesivamente competitivos. Competíamos unos con otros y todos queríamos ser los mejores en todo.
Sería injusto calificar de positiva mi relación con Joaquín, porque no fue una relación buena. Empezó a mejorar cuando se descubre la leucemia y comienza su proceso hacia la muerte, que llevó con una dignidad y una fuerza envidiable. Ahí me di cuenta de su capacidad hipnótica y de su gran carisma.
Aparte de la mitificación que produce la muerte, estoy convencido de que tuvo que aportar algo nuevo a la vida pública, porque de otra forma no se entiende que después de tantos años –desde el 80–, la gente le siga recordando. Esto demuestra que este país no olvida a quien da su generosidad y su buen hacer. Lamento muchísimo no haber tenido con él una relación más intensa y de hermandad. Esa es claramente otra de mis culpas.
Su relación con Henry Ford
A distancia, la inversión que Henry Ford II hizo en Almussafes (Valencia) se valora bien, pero recuerdo los problemas que entonces tenía para justificar su apuesta por un país que estaba al mando del dictador Franco y que todavía no estaba en Europa. Charlé con él muchas veces sobre este tema y me dijo que, por descontado, porque los costes salariales eran muy bajos, pero hay que recordar que España no era la única opción. Henry Ford tenía tentaciones en Austria, Francia, Gran Bretaña, Italia… y también en Portugal, que fue la oferta que más tardamos en vencer.
A pesar de que muchos le decían que no viniera a España porque estaba el terrorismo de ETA, porque las complicaciones sociales eran tremendas, porque el tema de Europa no estaba claro, porque la transición política podía generar muchos problemas… Henry Ford apostó por España. Creyó que este país iba a hacer una buena transición, que iba a integrarse en Europa –algo vital para ellos, porque fundamentalmente fabricaban para exportar a Europa–. Invirtió, y eso cambió la imagen de España y, en mi opinión, la llevó a un grado de modernidad económica maravilloso.
Acerca del liberalismo
El liberalismo no es estar al margen del Estado, es una ideología compleja, que tiene orígenes difíciles de penetrar, pero siempre existen dos cosas: libertad y liberación. Por descontado, el liberalismo habla de libertades, tanto las grandes como las pequeñas, que muchas veces son tan importantes a efectos de calidad humana y felicidad como las grandes, que siempre son muy difíciles de definir. Pero el liberalismo, fundamentalmente, habla de liberación; de la liberación del individuo frente a los poderes (económico, político, cultural…) concentrados, habla de acostumbrar al ser humano a luchar frente a todos los poderes que abusen.
En el mismo sistema de economía de mercado, todos hemos aceptado una ley que parecía en principio antiliberal, como es la ley antimonopolio. Los americanos –que son muy pragmáticos– se dieron cuenta de que la concentración de poder económico generaba abuso del poder económico, en primer lugar porque toda persona que tiene demasiado poder abusa de él. Uno puede defender la economía, el mercado o lo que quiera, pero también debe defender la ley antimonopolio, porque es la que garantiza finalmente la libertad económica.
La “Operación Roca”
La llamada ‘Operación Roca’ se refiere al fracaso político del Partido Reformista Democrático –creado por Miquel Roca, junto con Antonio Garrigues Walker (que sumó su Partido Democrático Liberal) y Florentino Pérez–, en las elecciones generales de 1986. El Partido únicamente logró el 0,96% de los votos a nivel nacional, y no obtuvo ningún escaño.
Creo que uno de los aspectos más positivos de esa operación fue la incorporación de un partido nacionalista en la política nacional. Esa es una idea muy importante y que sigue teniendo validez. Espero que algún día haya partidos nacionalistas que colaboren en la política nacional.
Salió mal, porque lo hicimos mal, y por eso los ciudadanos no nos votaron. Era una operación muy compleja que, como dicen muchos, nació antes de tiempo; por lo tanto, no valoramos el tiempo. Pero también era una operación que realmente tenía un atractivo político, por la mezcla de una serie de temas, aunque posiblemente la idea era tan compleja que no tuvimos ni el tiempo ni la capacidad.
Sin embargo, no me quejo bajo ningún concepto ni en ningún sentido, porque fue un esfuerzo titánico, y creo que todos los esfuerzos merecen la pena. Aprendí mucho de la vida pública, de nacionalismo, de personas como Miquel y Jordi Pujol, de Convergencia Democrática… y eso es un activo que tengo. No puedo decir que me gustara perder, porque una cosa es perder y otra fracasar esplendorosamente.
Autor de teatro
Garrigues Walker ha escrito una cincuentena de obras de teatro que ha representado cada año ante familiares, amigos y conocidos en su casa de Sotogrande.
Siempre he huido de la unidimensionalidad, y creo que el mantener una actitud unidimensional es malo. Está claro que el cerebro tiene una parte racional y otra emocional. Todos tenemos un lado sensible, una capacidad creativa, ya sea musical, artística…, lo que sucede es que lo hacemos mal. Por ejemplo, no hay un solo niño que no haya pintado, hasta que de pronto alguien le ha dicho que pintaba muy mal. Por eso creo que tenemos que hacer un esfuerzo en el mundo latino por perder el pudor de poner en marcha nuestra capacidad creativa. Igual que uno hace deporte amateur, puede esculpir una obra o escribir una obra de teatro porque le gusta y le interesa.
Yo he gozado muchísimo con el teatro, he conocido muchos directores de teatro, he visitado el Actors Studio en Nueva York y he pasado allí horas viendo cómo se dirige. Creo que el teatro es un mecanismo de aprendizaje realmente maravilloso.
Sobre crisis y liderazgo
Estamos viviendo la crisis económica más intensa y larga que ha vivido la humanidad, quizá no sea tan dramática como la del 29, pero en términos de profundidad e intensidad es intolerable. Además, todavía no hay señales de que estemos saliendo.
Vemos cómo los llamados países emergentes están emergiendo muy poco, al igual que los países emergidos. La propia Angela Merkel recordaba el otro día que Alemania está al borde de la recesión, porque tienen crecimientos anémicos, del 0,2% o el 0,3%.
A esto, la sociedad española suma las cifras de paro y endeudamiento, aparte de otros problemas angustiosos a nivel mundial, uno de ellos el ébola. Me da una pena infinita que un continente como África, que estaba empezando a crecer, que incluso iba a tener en este año los siete países de mayor crecimiento, se encuentre en esta situación. Países como Nigeria, que ya tiene una estructura digital aceptable y era el segundo productor de películas del mundo, después de la India y antes que Hollywood, se ven afectados. África empezaba a tener un sentimiento de esperanza, y el ébola puede frenarlo todo.
Las realidades sociológicas, económicas y políticas son malas, y la sociedad tiene derecho a estar cabreada y a pedir que los liderazgos se comporten con más altura, con más grandeza, con más dignidad, y que miren nuestros problemas con interés, con garra, con fuerza. Ese derecho hay que concedérselo a la ciudadanía.
En estos momentos, faltan líderes carismáticos, capaces de transmitir grandes mensajes, porque ahora estos son de una pequeñez tremenda.
Publicado en Executive Excellence nº116 oct2014.