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Guillermo Perry: una mirada global a la realidad internacional

(Tiempo estimado: 9 - 18 minutos)
Guillermo Perry

Como Economista Jefe de la Región de América Latina y el Caribe del Banco Mundial de 1996 a 2007, Guillermo Perry (Colombia, 1945) ha sido el responsable de orientar la posición de la política económica del Banco hacia el diálogo con las autoridades regionales, formulando así la estrategia económica para los servicios de financiación y asesoramiento en América Latina.

Después de retirarse del cargo comenzó de nuevo su labor de investigador asociado de la Fundación para la Educación Superior y el Desarrollo (FEDESARROLLO), institución para la que trabajó como Director de Estudios entre 1988 y 1989, y de investigador en el think tank estadounidense Center for Global Development.

Antes de ingresar en el Banco Mundial, Guillermo Perry ocupó en su país natal los cargos de Ministro de Hacienda y Crédito Público (de agosto de 1994 a abril de 1996), Ministro de Minas y Energía (1996-1998), Director Nacional de Impuestos (1974-1976) y Director Adjunto del Departamento Nacional de Planeación y Consejo Nacional de Políticas Económica (COPNES, 1970). Fue también miembro de la Asamblea Constitucional y del Senado de la República (1990). 

Asimismo, Perry fue Director de dos importantes grupos de estudio sobre temas económicos: la comentada Fundación para la Educación Superior y el Desarrollo (FEDESARROLLO, 1988-1989) y el Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico (CEDE, 1973-74), donde organizó equipos de economistas de investigación aplicada. Fue miembro asociado y Director General de Mejía, Millán & Perry Ltda., empresa de consultoría especializada en economía y energía. 

Su experiencia profesional incluye también actividades de consultoría internacional sobre finanzas públicas y política energética para el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Harvard Institute for International Development y los gobiernos de los siguientes países: Argentina, Checoslovaquia, Ecuador, Egipto, Gambia, Indonesia, Macedonia, Nicaragua, Perú, la República Dominicana y Venezuela. 

Perry realizó estudios de doctorado sobre Economía e Investigación Operacional en el MIT (Massachusetts Institute of Technology) entre 1968 y 1970. Recibió su título de Licenciado (Bachelor) en Ingeniería en 1967 y el de Maestría (Master) en Economía en 1968, en ambos casos en la Universidad de los Andes en Bogotá (Colombia).

Ha sido coautor de varios libros como “Inequality in Latin America and the Caribbean: Breaking with History” (World Bank, 2003); “Closing the Gap in Education and Technology” (World Bank, 2002); o “From Natural Resources to the Knowledge Economy Trade and Job Quality” (World Bank, 2001), entre otros muchos. También ha escrito numerosos artículos sobre macroeconomía, política fiscal, política financiera, finanzas internacionales y política energética. 

FRANCISCO ALCAIDE: Hace poco la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) publicaba que la cifra de víctimas del hambre alcanza ya los 963 millones, lo que supone un aumento de 40 millones de personas respecto a los datos de 2007. ¿Seremos algún día capaces de erradicar este problema? ¿Dónde residen los principales inconvenientes? ¿Son solucionables?

GUILLERMO PERRY: El incremento de pobres en 2008 está relacionado con el aumento de los precios de los alimentos, que si bien  ha podido mejorar las condiciones de una parte de los países que la sufren la pobreza, como son los países exportadores de commodities, ha sido al mismo tiempo muy negativo para los países que son importadores netos de estos tipos de productos básicos, y, sobre todo, para los principales consumidores de esos productos básicos que son la gente más pobre. Existían desde abril-mayo del 2008, estimaciones realizadas por el Banco Mundial, donde se informaba que se iba a producir un aumento de la pobreza similar a las cifras de los informes de la FAO. Es un problema esencialmente temporal (los precios de los alimentos han bajado tras la crisis financiera de octubre), aunque hubo unos meses donde el nivel de precios fue muy alto. Algunos gobiernos volvieron a intervenir el precio de los alimentos o a crear sistemas de distribución en especies, que, sin embargo, difícilmente funcionan. Cuando se interviene en el sistema de precios se generan distorsiones muy complicadas, especialmente cuando se dilatan en el tiempo. Desarrollar sistemas de distribuciones de bienes en especie es igualmente complicado y son pocos los países que lo han realizado correctamente. Además no es un proceso que se pueda realizar en el corto plazo. Lo que la mayoría de economistas recomendó durante este periodo reciente (coincidiendo con las recomendaciones del Banco Mundial que creó un fondo especial para afrontar este problema), fue tratar de utilizar transferencias de ingresos hacia los sectores de más bajos ingresos. Esto, desafortunadamente, exige una cierta capacidad administrativa. Los países han de ser capaces de identificar quiénes son los pobres y dirigir las transferencias hacia ellos y no hacia quien no las necesita. Hay un número creciente de países que lo están haciendo. El pionero fue México con el “Programa de Oportunidad”, seguido por Brasil con la “Bolsa Familia” y luego Colombia con “Familia en Acción”. Ya hay 7 países en la región que tienen sistemas que identifican -aunque evidentemente no siempre con precisión- a las familias más pobres y les destinan transferencias que si bien en términos globales no son muy cuantiosas, sí representan un alivio notable para los beneficiarios. Por otro lado, hay problemas que subsisten que están vinculados con los niveles de pobreza extrema, y que en mi opinión, la mejor manera de solucionarlos es con ayudas directas a las familias que les permitan utilizarlas según sus necesidades concretas. La distribución directa de alimentos es un tema sólo útil en situaciones emergencias cuando el sistema comercial normal se interrumpe, como en los casos de desastres naturales o cuando existe una Guerra Civil.

F. A.: Uno de los grandes problemas en los PMA (Países Menos Avanzados), para su crecimiento y desarrollo, es la corrupción y la falta de transparencia de sus dirigentes. El Secretario General de la UNCTAD (United Nations Conference on Trade and Development) decía: “Los casos de corrupción son graves y desalientan a los países que ayudan”. ¿Cómo se puede luchar contra la corrupción en estos estados?

G. P.: Los problemas de corrupción son problemas que están íntimamente ligados a un desarrollo deficiente de las instituciones. Si uno analiza la historia -aunque no tuviésemos índices de corrupción en el pasado-, Europa a finales del siglo XIX tenia elevados niveles de corrupción. Gracias a la profundización en la democracia, la libertad de prensa, etc., el progreso fue convirtiendo la transparencia y el control en una exigencia. Todavía hoy día surgen escándalos de corrupción en países desarrollados, como el caso Siemens o Madoff, pero son excepcionales. Los países que logran desarrollar instituciones operativas donde hay información pública, donde hay participación de los ciudadanos, donde hay una supervisión efectiva  por parte la prensa, la corrupción va disminuyendo. En América, el país con menores índices de percepción de corrupción es siempre Chile. Sus índices de percepción de corrupción son incluso menores que la mayoría de países europeos. Ello es debido a que Chile tiene una calidad institucional muy elevada (todos los indicadores son superiores al promedio de los países Europeos). Es el único país de Sudamérica que ha logrado un desarrollo así, aunque en otros países como Uruguay o Costa Rica, también los índices de percepción son bajos. En Costa Rica se investigó y metió en la cárcel a dos ex presidentes. Puede parecer que hay mucha corrupción cuando se encarcelan a antiguos presidentes, pero el problema está cuando ni siquiera se investiga. El problema de fondo está en aquellos países más débiles y con menor control democrático en los que la corrupción se dispara. Son los casos, por ejemplo, de Argentina o Venezuela, donde los niveles de corrupción han aumentado considerablemente debido a que el deterioro de las instituciones deriva en una disminución de los sistemas de control político y de los ciudadanos.

F. A.: ¿Cómo es posible que países como Chile, y en menor medida Uruguay y Costa Rica, hayan podido conseguir resultados tan sólidos? 

G. P.: Chile ha tenido, desde hace ya mucho tiempo, un desarrollo político e institucional que ha estado a la vanguardia de América Latina. El punto de partida de este fenómeno tiene su origen durante la dictadura (1973-1990), cuando aparecen  diferentes fenómenos de corrupción como el primer proceso de las privatizaciones. Al final del periodo de la dictadura, durante el mandato de Hernan Büchi, empiezan a cambiar las cosas y hacerse mejor. Achacar el milagro chileno a Pinochet es desconocer la historia. El periodo más boyante de la economía chilena se produjo con la vuelta de la democracia si bien es cierto que los últimos años de Pinochet ayudaron a preparar el terreno. En general, todos estos hechos son un ejemplo de que no puede haber un desarrollo económico importante si no hay un desarrollo institucional y democrático previo. No es una coincidencia el hecho que no haya países ricos sin tener una profunda democracia (a excepción del atípico caso de Singapur). Es casi impensable que un país pueda tener una prosperidad significativa sin democracias. Los países muy ricos son democracias sólidas. China, que nos impresiona por llevar creciendo 15 años a unas tasas muy elevadas, viene de unos niveles de pobreza muy elevados, con lo que los avances llaman mucho la atención. La pregunta que nos hacemos es si China será capaz de llegar a los niveles de ingresos de los países europeos con el actual régimen político. En mi opinión, creo que no. Es necesario modernizar las instituciones políticas, contar con un sistema judicial independiente, etc. Si la seguridad de la propiedad se basa en la palabra, eso puede funcionar durante un periodo de tiempo, pero convertirse en un desarrollo sostenible creo que no es posible. Sin una sociedad más abierta y democrática no podrán desarrollarse plenamente. Pero respondiendo a su pregunta -¿Qué es lo que hace que unos países desarrollen instituciones antes que otros?- no sabría cuál es la respuesta. Es la gran cuestión del desarrollo económico: el porqué unos se han desarrollado plenamente consiguiendo tener instituciones maduras y otros no; o porque unos avanzaron mucho y luego se estancaron. Lo que sí puedo afirmar es que a la larga un país no puede conseguir un desarrollo económico pleno sin instituciones creíbles, participativas y democráticas.

F. F. / F. A.: Vd. ha sido Economista Jefe del Banco Mundial para la Región de América Latina y Caribe entre 1996 y 2007. ¿Qué fue lo más difícil de su posición y aquella época?

G. P.: Estuve en el Banco en un periodo particularmente delicado. Llegué aproximadamente un año antes del estallido de la crisis asiática, cuando Rusia hace default. América Latina, que no había tenido nada que ver con el problema, empieza a sentir el coletazo de estas crisis. De 1999 a 2002 fue un periodo muy duro para toda la región. Lo que sucedió -y que entendimos a posteriori- es que el mundo actual tiene interconexiones muy estrechas. Asia entonces  parecía lejana, pero hace diez años ya era el primer importador de productos básicos de América Latina. La caída del crecimiento asiático entre 1997 y 1998, del 8% al -1%, causó una dramática reducción de los precios de los productos básicos que afectó muy seriamente a la zona. Luego, cuando Rusia hizo default, muchos inversionistas se vieron inmersos en pérdidas, que eran en muchos casos los mismos inversionistas que tenían su dinero invertido en América Latina, y que aún cuando las cosas marchaban bien, tuvieron que liquidar sus posiciones en la región para cubrir las pérdidas rusas. Es decir, por el camino menos esperado -la crisis rusa- acabó afectando terriblemente a América Latina. Fue un periodo muy difícil porque las autoridades financieras latinoamericanas sentían una gran frustración. Habían estado realizando las cosas de forma correcta desde las reformas de los años 90 y se vieron en esta situación. La política macroeconómica era bastante más prudente que en otras épocas, y un problema en Asia y en Rusia crea una crisis igual o peor que las anteriores. Gestionar ese sentimiento de frustración de las autoridades no nos resultó nada fácil. Tenían la sensación de que el modelo económico no era el correcto y tener que explicarles a ciudadanos e inversionistas que no era un problema de modelo sino externo fue realmente complicado. Hubo que trabajar mucho para que con motivo de ese problema algunos países no decidieran dar marcha atrás y volver a su modelo económico del pasado. Algunos países, como Venezuela con Chávez y en alguna medida Argentina con Duhalde y Kirchner, no hicieron caso y después de las crisis decidieron regresar a una época de mucho intervencionismo estatal que, desde mi punto de vista, va a ser muy perjudicial para ambas naciones en el futuro. Por fortuna, la gran mayoría de los países de América Latina no cambió su rumbo por ese accidente y esperamos que no lo cambie ahora por el nuevo accidente que sufrimos.

F. A.: ¿Qué enseñanzas aprendió de aquella etapa?

G. P.: La primera la hemos anticipado en parte. No basta con hacer bien las cosas, ya que pueden existir golpes externos que pueden desestabilizar mucho. Es importante tener colchones de seguridad para posibles contingencias exógenas. Después de la crisis rusa muchos países latinoamericanos decidieron acumular grandes reservas internacionales ante posibles episodios similares en el futuro. Disminuyeron su deuda externa, aumentaron las reservas y desarrollaron sus mercados de capitales domésticos para disminuir la dependencia externa. Esas cosas han hecho que América Latina se haya defendido mucho mejor, pero el problema de los últimos meses ha sido tan grave que ha acabado afectando igualmente. Además de tener colchones financieros a nivel nacional, también son necesarios colchones financieros internacionales. Durante muchos años, el FMI fue objeto de duras críticas que ponían en duda su eficacia. En estos momentos se está viendo la importancia de su labor. Para afrontar esta crisis hubiese sido deseable contar con un Fondo con mayor capacidad, no sólo financiera sino de influencia. El mundo se ha dado cuenta de la necesidad de contar con un mecanismo institucional de coordinación internacional serio con capacidad e influencia para coordinar y evitar estos problemas y encontrar soluciones oportunas. La respuesta a esta crisis ha sido penosa. Cada país haciendo cosas por su lado, con medidas mal diseñadas y compitiendo entre ellos. En definitiva, como decía Dominique Strauss-Kahn, Director Gerente del FMI, han sido respuestas tardías, mal diseñadas y mal implementadas. Ha sido triste ver a los países desarrollados ser incapaces de manejar  un problema económico como éste permitiendo que se agravase tanto. Ésta es una lección, no solamente de mis años en el Banco Mundial, sino también del momento actual: la necesidad de colchones a nivel nacional, a nivel internacional y mecanismos de coordinación. 

La segunda lección que destacaría es que durante mucho tiempo hubo dos teorías respecto al desarrollo. La teoría de que había que crecer primero y distribuir después; o la teoría de que había que distribuir desde el principio. Creo que ambas teorías han demostrado ser insuficientes. Obviamente, si uno distribuye lo que tiene sin preocuparse por el crecimiento se queda estancado, como es el caso de Cuba. Hizo la revolución, distribuyo y luego se estancó. Evidentemente, el problema cubano no es exclusivamente culpa de ellos, influye también el embargo norteamericano, pero principalmente es de ellos. Por otro lado, el modelo basado en crecer y luego repartir tampoco funciona bien. Si existen grandes desigualdades en la sociedad, quiere decir que hay una parte importante de la población que no solamente no se está beneficiando de las ventajas del crecimiento sino que no está contribuyendo al crecimiento. Es decir, es un peso muerto en la economía. Desde mi punto de vista, la desigualdad, si es muy alta, limita las posibilidades de crecimiento por razones económicas y por razones políticas, ya que en este tipo de sociedades es muy fácil que surjan líderes populistas, que en muchos casos -aunque no siempre, por ejemplo Fujimori o Toledo en Perú- son un riesgo muy grande, como es el caso de Venezuela con Chávez; una persona que surge del descontento general, que promete cambiar todo, pero que desgraciadamente lo cambia todo para mal. 

Creo que un buen estratega debe combinar desde el primer momento medidas económicas con medidas políticas; medidas favorables a la inversión privada que son el motor del crecimiento (apertura comercial, estabilidad macroeconómica, facilidad para hacer negocios...) y al mismo tiempo contribuir al proceso de desarrollo asegurando que la sociedad tiene unos niveles de educación aceptables o que hay una Seguridad Social razonable.

F. A.: ¿Cuáles son desde su punto de vista los principales retos que tienen por delante las principales potencias económicas? 

G. P.: Empezaré con Estados Unidos, donde el Gobierno que acaba de terminar recientemente, ha sido un ejemplo de todo lo que no debe hacer un país desarrollado. Un país desarrollado se tiene que manejar con valores y transparencia porque si no, las cosas a las que puede llevar a su sociedad son dramáticas. La pérdida de prestigio internacional de Estados Unidos en estos años ha sido extraordinaria, esencialmente porque es un Gobierno que renunció a los valores de su sociedad; una sociedad defensora de los Derechos Humanos que acabó violando los Derechos Humanos en su país y fuera de él, mintiéndole a sus ciudadanos para llevarles a la guerra o que acabó actuando fuera de los marcos multilaterales sin tener en cuenta los principios éticos e institucionales que uno espera de un Gobierno de una primera potencia mundial. Esperemos que esto no se vuelva a repetir, ni en Estados Unidos ni en ningún otros país desarrollado. El daño que se puede hacer, no sólo político sino económico, es muy grave. La crisis financiera norteamericana y la respuesta deficiente tienen que ver con esa ideología excesiva de derecha que tenía la Administración Bush. Esta idea de que “dejemos al mercado financiero que se auto-regule, interviniendo sólo en el caso de los bancos de depósitos y nada más”, era una posición ideológica muy pragmática pero poco basada en hechos empíricos, que le ha costado muy caro tanto a Estados Unidos como al resto del mundo entero. Es deseable que los países no vuelvan a aceptar liderazgos de esta naturaleza, tan reñidos con valores fundamentales, democráticos y de ciudadanía internacional.

De Europa, aunque me gustaría que fuese de otra manera, no esperaría una Europa más activa en los temas del mundo. Podríamos decir que si no hay liderazgo norteamericano, no hay liderazgo. Es frustrante desde el resto del mundo ver a un grupo de países que ha alcanzado un nivel de bienestar muy grande, ensimismados en sus propios problemas de si la Constitución Europea avanza o no. Tan sólo parece un poco más preocupado por lo que pasa en los países de la Europa del Este, pero esencialmente ausente y cómodo en los problemas grandes. 

En cuanto a Asia, a pesar de que ha ido adquiriendo una importancia económica creciente a nivel internacional, diría que todavía en los asuntos mundiales le falta mayor madurez política. En mi opinión tiene que ver con la falta de desarrollo político en muchos de los países asiáticos. Creo que hay un problema estructural más profundo, que mientras no se resuelva mejor, no lo van a tener fácil. En algunos países de Asia todavía se vive una transición democrática imperfecta. Son los casos de Corea o Indonesia; y en otras naciones -como China o Vietnam- todavía no ha comenzado esa transición. Hasta que Asia no haga esa transición democrática, institucional interna, tampoco tendrá finalmente el papel en el mundo que podría tener por su importancia económica creciente.

En resumen, y con este panorama de fondo, el futuro es incierto. Necesitamos contar con instituciones multilaterales mucho más fuertes y unidas, sin embargo, si bien Estados Unidos siempre ha sido un país con esta visión, con el Gobierno Bush se produjo un retroceso grande. Europa lleva encerrada en sus problemas décadas y no ejerce en las discusiones mundiales el papel de liderazgo que debería tener. Y Asia probablemente no pueda hacerlo, porque a pesar de su importancia económica le falta desarrollo institucional político.

F. A.: ¿Cómo ve a España en el escenario internacional para los próximos años?

G. P.: España, debido a que es miembro de la Unión Europea, no se espera que actúe mucho por cuenta propia, si no como parte del conjunto europeo. No obstante, hay un aspecto en el que la presencia de España en el mundo es muy importante, y es en su relación con Latinoamérica. Los vínculos entre ambos siempre han sido muy estrechos debido a las conexiones históricas y culturales, y desde América Latina siempre se espera que España juegue un papel activo en los foros internacionales, auque no siempre ha sido así.

 


 

Entrevista publicada por Executive Excellence nº56 ene.09

 

 


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