Más 3.200.000 visitas a su blog, 10.000 amigos en Facebook, más de 3.200 seguidores en Twitter (@viajeroninja), 450 conferencias por España, Argentina, Reino Unido, Luxemburgo, Francia y Portugal desde septiembre de 2008, 20 ediciones de su primer libro… Con solo mencionar su nombre, Leopoldo Abadía, queda presentado.
Alcanzó notoriedad a partir de la difusión del documento “La Crisis Ninja”-germen de su primera obra La Crisis Ninja y otros misterios de la economía actual (Espasa) publicado el 8 de enero de 2009-, considerado como la mejor explicación en español sobre la crisis económica mundial. En las primeras semanas de venta, la obra se convirtió en el libro de no ficción más vendido en España. A día de hoy, suma 20 ediciones. Un año después, publicó La hora de los sensatos en el que establece las bases para solucionar los problemas surgidos de la crisis. Actualmente está en su sexta edición.
Siguiendo su estilo irónico, ameno e instructivo, el pasado 20 de octubre de 2010, salió a la venta su nuevo libro: ¿Qué hace una persona como tú en una crisis como esta? en el que, prácticamente como si fuera un manual, da recomendaciones económicas para actuar con sentido común en el día a día para empresas, familias, emprendedores, etc.
Leopoldo Abadía nació en Zaragoza hace 76 años. Doctor Ingeniero Industrial, ITP Harvard Business School, fue miembro del equipo fundador del IESE, donde fue profesor de Política de Empresa durante más de 31 años.
Jubilado -aunque nadie lo diría-, tiene 12 hijos y 40 nietos. Es Patrono de Honor de varias fundaciones dedicadas a la protección de los niños y a la promoción de la cultura y del entretenimiento infantil de calidad. Colaborador habitual de televisión, prensa y radio, tanto en su blog www.leopoldoabadia.com, como en sus libros y conferencias, revela un punto de vista sobre la actualidad, basado en el sentido común, en la sencillez, y en el análisis y juicio de los hechos. Algo que le ha permitido acercar la economía y el lenguaje financiero a todo el mundo.
FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: Liaquat Ahamed describe en su libro Los señores de las finanzas (Premio Pulitzer 2010. Ediciones Deusto) el final de la presidencia de Edgar Hoover y el comienzo de la de Franklin D. Roosevelt. Hoover trataba de conseguir un documento conjunto para cerrar todos los bancos americanos inmersos en una crisis de liquidez y confianza. Roosevelt se negó y al día siguiente de su aceptación al cargo, en una famosa alocución radiofónica, consiguió que el pueblo americano recuperase la confianza en sus instituciones financieras. La Bolsa consiguió la mayor subida registrada hasta el día de hoy y los ciudadanos americanos volvieron a ingresar sus dólares en los bancos. Este giro copernicano estuvo basado en la confianza, ya que aún no había tenido tiempo de implementar las necesarias medidas económicas. ¿Hasta qué punto es importante la confianza frente a la crisis? ¿No existe el deber moral de dar un paso al lado, o de crear una coalición, cuando ésta –la confianza- se ha perdido?
LEOPOLDO ABADÍA: Hay una cosa clara, que creo que se produce en España: la falta de credibilidad de los gobernantes o de los que aspiran a gobernar. Da la impresión de que hay una especie de profesionales de la política que saben manejarse ganando elecciones, por el simple hecho de decir lo que hay que decir. Luego ya, en la gestión de la empresa -al final nuestro país es una empresa- las cosas no les salen; no es lo suyo. Recuerdo que en Francia todos los que mandaban habían pasado por la ENA (Escuela Nacional de Administración) u otras similares. Era como un paso obligado para ser político. No estoy diciendo que haya que haber pasado por una escuela de negocios, como IESE o ESADE, pero sí que me parece que tiene que haber gente que gobierne de otra manera. Desde hace mucho tiempo tengo metido en la cabeza un concepto que llamo yo “el modelo”.
Conocí en Bruselas a Alberto Ullastres. Era el embajador ante el Mercado Común entonces. Tenía un modelo en la cabeza: sabía que cuando una cosita se “movía”, esto afectaba a otras tantas “cositas”. Es decir, tenía en la cabeza la repercusión de los movimientos. Sin embargo, me da la impresión de que los gobernantes, en general, no tienen un modelo. Toman una decisión y al cabo de unos días el Ministerio de Hacienda dice que no hay dinero para tomar esa decisión… Es como si cada uno fuese a la suyo, dentro de un modelo “troceado” donde cada uno dirige su parte, hasta que un día chocan. Eso se traslada al público, que acaba viendo las divergencias. Cuando existe una persona al mando que tiene una dirección, con la cual se puede o no estar de acuerdo, nunca podremos decir que no sabe a dónde va. Ahora no tengo esa sensación. Eso, traducido a la gente de la calle, genera inseguridad.
Al no haber gobernantes que tengan un modelo (que en el lenguaje de la empresa podríamos decir un modelo estratégico: dónde estoy hoy, a dónde quiero llegar y cómo voy a hacerlo) se crea desequilibrio. Si tuviésemos un gobernante que supiese a dónde quiere ir y que cada poco tiempo fuese a la televisión para informar de su modelo. Creo que la gente pensaría que estamos dirigidos.
Recientemente me comentaba un amigo que había decidido comprar oro. Le expliqué que estaba muy alto, y le pregunté cómo se lo iban a dar. Me dijo que se lo llevaban en lingotes a su casa. El hecho es que él estaba más tranquilo con el oro en su casa que en otro sitio. Es indicativo de la desconfianza y el descontento de la gente.
F.F.S.: Siguiendo con el comentario sobre Ullastres, la Unión Europea es fundamentalmente un mercado creado para alcanzar una escala que lo haga competitivo, aunque más de un entrevistado nos ha comentado que, para nosotros, ha sido una “mala medicina”. Un mercado que tiene en algunos países un paro del 6%, y que en el nuestro está al 20%, no es un mercado real. No hay movilidad laboral. Si a esto añadimos que la “medicina del dinero” al 1% es buena para Alemania, pero somos conscientes de la deuda privada que ha generado nuestro país, podemos pensar si realmente es bueno para nosotros la Unión Europea. Llama la atención que nuestro Gobierno no esté promocionando con políticas activas la movilidad de nuestra fuerza laboral. ¿No deberíamos volver a esos años donde la fuerza laboral española se buscaba las “habichuelas” fuera? De hecho, es lo que se está recomendando a muchos de los estudiantes universitarios españoles: la necesidad de aprender inglés y viajar para trabajar.
L.A.: No me gusta la palabra emigrante, pero sí que estoy de acuerdo en la necesidad de fomentar la movilidad de nuestra fuerza laboral. Tengo la impresión de que muchos se han vuelto un poco “de pueblo”. Hace años, un alumno mío del máster del IESE me comentaba que no había ofertas laborales. Me sorprendió pues el tablón de anuncios estaba lleno de ellas. Entonces, fue más específico, y me dijo que no había ofertas de trabajo para Bilbao. Le contesté que quizá tuviera que irse a Vitoria.
Si estamos hablando de la globalización, de la aldea global, no es raro tener un hijo que acabe en Dubai. Y no lo consideraré emigrante. Cuando yo iba de Zaragoza a trabajar a Barcelona nunca me consideré emigrante. Íbamos al pueblo de al lado, y ahora resulta que ese pueblo ha crecido. ¿Qué es lo que esto representa? Sencillamente que el que no haya aprendido inglés se queda en su pueblo. Y al hablar inglés no me refiero a pensar en español y traducir al inglés; hay que pensar en inglés, y para esto hace falta empezar desde pequeñito. El mundo se ha transformado e igual que yo me fui a Barcelona, hoy mi hijo se irá a California. Y no pasa nada, al contrario, es algo muy bueno. Lo que se aprende yendo por ahí es la locura. Se consigue una visión universal que enriquece un país. En definitiva: hay que moverse.
F.F.S.: Hablando con banqueros, resaltan la deuda global española que es nada más y nada menos que 3,6 veces el del Producto Interno Bruto. Esto, en términos empresariales, representa la quiebra. Si Europa es capaz de manejar la deuda de países como Irlanda, Portugal o Grecia, estos banqueros consideran inmanejable la deuda española en caso de quiebra o impago. ¿Qué puede pasar?
L.A.: A este respecto no tengo las cosas excesivamente claras, pero sí creo que el caso de Grecia puede ser una bendición para nosotros. Grecia mintió, descubriéndose una deuda de 230 y tantos billones de dólares. España tiene cinco veces esa deuda. Tenía 1,1 trillón el pasado 1 de mayo. ¿Qué puede pasar?: Si ésa era nuestra deuda y el 11 de mayo Obama y el primer ministro chino llamaron a nuestro presidente -y supongo que a la señora Merkel también- y dijo eso de: “He decidido hacer un severo plan de ajuste” (pienso que se lo habían decidido), me parece que viene una época muy dura. En este sentido, si una familia está en una situación similar, hay dos procedimientos: subir los ingresos y bajar los gastos. Eso ya está inventado. Subir ingresos quiere decir subir todos los impuestos. Cuando alguien os pregunte: “¿Cree usted que van a subir el impuesto de…?”. No le dejéis acabar; la respuesta es sí.
Creo que en España tenemos un problema que debemos replantearnos muy pronto: el modelo autonómico. A mí el modelo me gusta y veo bien que, si yo tengo problema en mi pueblo, me lo arregle mi alcalde, y no el ministro. Ahora, si el alcalde de mi pueblo para resolver el problema contrata a 100 asesores, construye seis edificios y no sé qué más… Resulta más barato el ministro de Economía. Me parece que las Autonomías han enloquecido. Se han puesto a gastar dinero en tonterías y claro, tienen unas deudas y unos agobios financieros brutales para pagar la nómina. El otro día oí a alguien decir, ante la pregunta de cómo se paga este crédito, que con otro crédito. Eso ya lo sabemos pero los intereses al final nos van a comer por los pies.
Por tanto, no sé si la situación será que nos echen del euro y en qué consistiría eso. Lo que sí creo es que estamos en la lista de los muy vigilados y que ahora están temblando, pues nuestro plan de rescate sería superior al de todos ellos juntos. La señora Merkel hace poco estaba luchando para que la deuda soberana de los bancos se aguantara por ellos mismos. Nada de plan de rescate. El equivalente a la suspensión de pagos con una quita. Eso, claro, al banco que tiene la deuda soberana no le gusta. Ahora viene una época muy, muy dura, pero tampoco hay que escandalizarse. Bueno, no es que venga, ya estamos.
F.F.S.: Su archiconocida explicación sobre las subprime provoca comparaciones. El precio de la vivienda en Estados Unidos pasó de 2,5 a 4 años del salario bruto anual. En España, pasamos prácticamente de 3,5 a 7 años de salario anual para comprar una casa. La evolución en España de la burbuja inmobiliaria ha sido superior a cualquier otro país. Tenemos 1 millón y medio de viviendas sin vender. El patrimonio de los bancos ha crecido mucho, pero su crecimiento inmovilizado (dado que las propiedades inmobiliarias en sus balances ni valen lo que se dice ni se pueden vender al precio que están). ¿Tendrá que bajarse a la mitad para que puedan ser vendidas?
L.A.: Pues igual sí, no sé. Si yo soy un banco y me he quedado con 400 viviendas, y las tengo valoradas a 100 en el balance, y pasan los años y no he conseguido vender ni un solo piso, tendré que ponerlos a 90 y encajar una pérdida de 10. Si puedo aguantar, bien. Pero si no, tendré que bajar a 80 y aflorar otra pérdida. Al final, los bancos tendrán que aflorar pérdidas. Es de sentido común.
En los famosos tests de estrés me parece que quedamos bien en el tema de solvencia, pero dudo que ocurriese lo mismo en el de calidad de activos. Efectivamente, si yo tengo un montón de pisos, se puede pensar que soy solvente, pero si todos esos pisos tienen “termitas”, quizá no lo sea tanto. Y me temo que muchos de los pisos tienen termitas.
F.F.S.: Decía Finn kydland que para que la economía de un país tenga solidez hace falta continuidad en las políticas económicas. Hay que ser un país “serio” para atraer la inversión extranjera. Y, en su opinión, en nuestro país no tenemos objetivos muy claros. Como consecuencia, puede reducirse la inversión extranjera, lo cual nos afectará. Si, además, no podemos devaluar seremos menos competitivos. Me da la impresión de que serán los ciudadanos quienes tendrán que cargar con el peso.
R: Pues sí. España ha sido, y sigue siendo, una familia mal administrada. El día que la familia mal administrada lo descubre es cuando se reúne para informar de que se acabará la semana de vacaciones, que habrá que esperar a comprar el vestido a la niña... Con el coste de la financiación y la subida del bono respecto de Alemania, me parece que la gravedad es muy seria y me temo que el Gobierno -que supongo que se entera- tiene poca herramienta para solucionar la situación.
Yo siempre miro una cifra: las personas sin empleo según la Encuesta de Población Activa. No miro las demás, pues las cifras que nos dan cambian continuamente de criterio. Valga como ejemplo lo que nos decían hace poco de que “quienes se están formando están trabajando para el país”. Puede ser, pero están parados, no te los quites. Según la Encuesta de Población Activa del 24 octubre había 4.574.000 personas sin empleo. Ésa es la cifra que hay que mirar. El que al ciudadano de la calle le digan que el Producto Interior Bruto ha subido un 0,3 le deja indiferente. Lo que le preocupa es que tiene tres parientes sin empleo. Creo que lo que hay que hacer en España, entre otras cosas, son políticas pro-empresa, porque son las únicas capaces de crear empleo; hay que hacer cualquier cosa que ayude a las empresas a crear empleo. Decía hace poco un ministro que las reformas no creaban empleo. Cierto, pero sí ayudan a crearlo. Echo de menos una política pro-empresa.
Las negociaciones de la reforma laboral, si es que se pueden llamar negociaciones (se insultaban bastante), han durado dos años. Todas las declaraciones públicas han ido en contra de las empresas, parece que no nos damos cuenta de que nos interesa que las empresas vayan bien. Y las empresas no son la General Motors, sino la mercería de la calle. Si ésta va bien contratará alguna empleada, el del taller contratará a un mecánico…, eso es lo que nos interesa. Entonces sí que notaremos una mejoría. Echo de menos este enfoque en el Gobierno.
F.F.S.: A nivel internacional y hasta finales de los años 90, hemos tenido un claro liderazgo norteamericano. Antes quizás fuese inglés. El hecho es que siempre ha habido un líder natural de la economía mundial. Últimamente, y durante el primer año y medio de la crisis, pareció crearse un liderazgo internacional conjunto. El resultado de la última reunión del G-20 en Seul marcó el pistoletazo de salida de las guerras comerciales y de los proteccionismos. En un mundo globalizado con exceso de oferta, esto nos puede afectar mucho. ¿Qué opina sobre este tema?
L.A.: Estoy de acuerdo en que esto ya ha empezado. La Reserva Federal Americana tiene como mandato estimular el crecimiento de los Estados Unidos. Por tanto, cuando baja los tipos está cumpliendo con su deber. El Banco Central Europeo tiene como mandato controlar la inflación; por lo tanto, cuando sube los tipos está cumpliendo con el suyo. ¿Qué ocurre? Con todo este plan estamos consiguiendo que el euro suba. Pienso que los americanos no quieren un dólar fuerte, porque lo que pretenden es exportar. Por otro lado tenemos a los chinos, que llevan un montón de tiempo queriendo apreciar el yuan, pero no lo aprecian… Es decir, la guerra de divisas ya está ahí y eso quiere decir proteccionismo puro y duro. Estados Unidos acaba de fabricar 600.000 millones después de los 800.000 de Bush. Esto hace bajar al dólar y nosotros, como estamos en la política al revés, tenemos un euro que se aprecia. Estamos en plena ola de proteccionismo.
Creo que ahora mismo estamos en una época apasionante, sobre la cual no tengo ni idea de cómo vamos a acabar. En cualquier caso, es apasionante. Cada día pasan cosas nuevas. Me preguntan, respecto de mis conferencias, si siempre es la misma, y respondo que el esqueleto sí; pero cada día -después de leer la prensa- las voy actualizando. Cuando el ritmo de los acontecimientos es tan tremendo, cuanto más claro se tenga el modelo, mejor.
Entrevista publicada en Executive Excellence nº75 nov10