Pilar del Castillo, ex ministra de Educación, Cultura y Deporte (2000-2004), es actualmente diputada en el Parlamento Europeo, donde desempeña diversas funciones como coordinadora del grupo PPE en la Comisión de Industria, Telecomunicación, Energía e Investigación; además de ser miembro titular de la delegación del Parlamento Europeo para las relaciones con la India y presidenta de la European Internet Foundation.
Nacida en Nador (Marruecos), en julio de 1952, Del Castillo es catedrática de Ciencia Política y de la Administración por la UNED y doctora en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. Durante su mandato como ministra se promulgó la Ley Orgánica de Calidad de la Educación, con la que –dice– “si hubiese habido visión estratégica, nos habríamos ahorrado tiempo y esfuerzos”. Con anterioridad a su mandato como ministra, en 2004 fue diputada por Granada por el Partido Popular y presidenta ejecutiva del Centro de Investigaciones Sociológicas (1996-2000).
Autora de numerosos trabajos publicados en España y el extranjero sobre partidos políticos y comportamiento electoral, forma parte del Patronato de FAES (Fundación para el Análisis y Estudios Sociales).
El pasado mes de septiembre, durante uno de sus viajes a Madrid, pudimos conversamos con ella, entre otros temas, sobre el modelo educativo español. A partir de la siguiente reflexión de Milton Friedman: “Una sociedad que priorice la igualdad sobre la libertad no obtendrá ninguna de las dos cosas. En cambio, una sociedad que priorice la libertad sobre la igualdad obtendrá un alto grado de ambas”, nos preguntamos si a una educación que prioriza la igualdad sobre el esfuerzo no le ocurrirá lo mismo. Acerca de esto, hablamos con Pilar del Castillo.
FERNÁNDEZ DE SANTOS: Recientemente, el presidente de la Confederación Española de Centros de Enseñanza nos decía que sólo un 5-6% de quienes empiezan a estudiar alcanzan el trabajo que desean y para el que se han preparado. Hace unos días, usted confirmaba que, en la Unión Europea, la media del fracaso escolar es del 19%, mientras que en España llegamos al 30%. ¿No se dan cuenta los políticos de la situación a la que estamos abocados, si continuamos por esta senda?
PILAR DEL CASTILLO: En casos puntuales, hay una cierta visión estratégica a largo plazo, pero es cierto que nos encontramos con grandes carencias. En términos generales, la inmediatez con la que se trabaja en política, donde la cuenta de resultados hay que ofrecerla de manera casi inmediata, hace que la educación, que es un componente estratégico de gran importancia para cualquier sociedad, no esté tan presente. Si no se diera esta situación, se limarían muchos de los obstáculos que hay simplemente por la confrontación política.
Tuve la oportunidad de encabezar una reforma en profundidad, como fue la de la Ley de Calidad, con la que nos habríamos ahorrado –si hubiese habido visión estratégica– tiempo y esfuerzos; desafortunadamente, al cambiar el partido en el Gobierno, esa posibilidad de reforma se truncó totalmente de manera inmediata.
F.F.S.: En Executive tenemos la suerte de tener a cinco escuelas de negocios, de las cuales dos están en el top 10 y todas en el top 25 mundial, como contribuidoras de talento y contenidos. Es decir, tenemos un nivel de formación en management a la par con nuestra posición de PIB comparativo. En cambio, nuestras universidades no son, ni por asomo, competitivas a nivel internacional. Decía usted, citando a Alejandro Llano que “la fuerza de una universidad no procede de sus recursos ni de sus apoyos políticos. El origen de su potencia se halla en la capacidad que sus miembros tengan de pensar con originalidad, con libertad, con energía creadora”. ¿Debemos deducir, si realizamos un benchmarking con las escuelas de negocios, que, salvo honrosas excepciones, nuestras universidades son débiles, están presas de la endogamia y no son excesivamente originales en su pensamiento?
P.C.: Creo que, efectivamente, hay mucho de lo que usted apunta. El estado actual es consecuencia de una falta de reflexión estratégica a la hora de definir el modelo de desarrollo universitario en España. Si atendemos al propio coste, y al rendimiento de la inversión, no parece del todo lógico. Por ejemplo, tenemos universidades que están prácticamente unas al lado de las otras. Me pregunto si no habría sido más razonable que, con el objetivo de la optimización, se hubiesen aunado esfuerzos y recursos, y mejorado la oferta y la calidad en los servicios.
Nuestro modelo de crecimiento se ha producido sin objetivos estratégicos ni mesura. En cierta medida, el crecimiento en España ha sido espontáneo, no ha existido un plan estratégico de desarrollo del modelo universitario. Esto desemboca en grandes dificultades a la hora de plantear objetivos específicos que tengan en cuenta la necesidad de unas titulaciones respecto de otras, según la demanda futura de profesionales, o en cuanto a los recursos necesarios para desarrollarlas con la máxima calidad, etc. Es decir, nos ha faltado racionalidad y, como consecuencia, nos encontramos con la situación antes descrita, aunque hay algunas honrosas excepciones.
Las escuelas de negocios, en cambio, son el producto de una decisión estratégica y racional donde la viabilidad, junto con otros factores, ha estado presente desde el inicio. Además, existe una gestión acorde con esos objetivos, acompañada de un modelo de desarrollo bien estudiado. Sin embargo, nuestras universidades adolecen con frecuencia de estos aspectos.
F.F.S.: Y la competencia en las universidades, ¿es tan libre como la existente entre las escuelas de negocios?
P.C.: En teoría, las universidades compiten entre sí de forma libre; cualquier estudiante puede matricularse donde desee, si tiene las medias solicitadas; pero normalmente acude a la universidad más cercana.
En aquellas ciudades donde hay más de una facultad para elegir, como son Barcelona o Madrid, se da cierta competencia entre universidades, siendo el único obstáculo la nota de corte. También hay universidades que comienzan a destacar en ciertos ámbitos, pero evidentemente no es comparable a Estados Unidos u otros países europeos, donde se compite por el talento de los profesores y catedráticos como factor de atracción.
F.F.S.: Hace unos meses, nos comentaba el CEO de Ericsson, Ingemar Naeve, que existen más de 600 normativas y leyes a tener en cuenta para colocar una antena de telefonía en España. Por su parte, Juan Tomás Hernani –secretario general de Innovación–, preguntado por esta problemática, nos contestaba que es una preocupación europea trabajar en la homogeneidad de las normas del mercado interior. Sin embargo, en la práctica hay una fragmentación –de todo tipo– debido a las normas autonómicas. ¿Es mejor elevar el tiro y dejar a Bruselas el impulso para la homogeneización? ¿Qué opina de esta fragmentación?
P.C.: Es evidente que en Europa, y desde la perspectiva del mercado interior (y de la sociedad de la información digital), hay una fragmentación regulativa que obstaculiza su desarrollo.
En la Unión Europea tenemos, entre otros problemas, el referente a la protección de los consumidores del mercado digital, 27 regulaciones diferentes. Es obvio que las empresas que operan en este mercado han de afrontar los costes –gestiones, inversión en tiempo y recursos económicos y personales– para atender esas 27 regulaciones distintas. Tanto la Comisión como el Parlamento están prestando mucha atención a esta fragmentación, avanzando en la armonización de sus legislaciones, de manera que se eviten dificultades adicionales en el desarrollo del mercado interior único (una de las razones de ser de la Unión Europea).
Nuestro país representa una versión nacional que se añade a Europa. Las empresas que intentan desarrollarse en el ámbito europeo, además de enfrentarse a 27 legislaciones diferentes, tienen que considerar 17 legislaciones más al analizar su inversión. Evidentemente, no favorecemos el desarrollo de negocios y, por ende, esto incide sobre el empleo. Nuestra situación, independientemente de la europea, es un lastre para todo tipo de empresas.
Necesitamos urgentemente una propuesta clara y decidida para resolver estos problemas de diversificación y fragmentación. Es imprescindible lograr un gran acuerdo donde se tomen las decisiones legislativas que impidan la fragmentación tan extraordinaria en nuestro mercado.
Uno de los objetivos de la Unión Europea es precisamente la creación de un mercado único, donde se genere una economía de escala que beneficie a todos sus miembros; para ello, es necesario la armonización y simplificación de las regulaciones. Y, en el caso de España, evidentemente, necesitamos la misma receta.
F.F.S.: En la nueva estrategia estatal de innovación, aprobada el pasado 2 de julio, se salta de una visión mono-ministerial a una visión compartida. Ya hay ocho comunidades que han firmado su alineamiento con ella. Hay un acuerdo común en reconocer que España necesita impulsar la innovación, de manera cuántica y no incremental, si no desea perder el tren del desarrollo. (Para ello, se han movilizado 6.400 millones. Esta estrategia tiene cinco ejes simultáneos: financiación, mercados, internacionalización, territorio y personas). Sin embargo, no deja de ser cierto que vamos muy por detrás de aquellos países con quienes hemos de compararnos. ¿Qué opina de la situación de la innovación en nuestro país?
P.C.: Todos los indicadores comparados que existen en materia de innovación (hay un score board anual publicado por la UE, que analiza desde las patentes hasta temas formativos) indican que España, en términos generales incluyendo inversión, está en los lugares bajos, sobre todo si nos comparamos con los países a los que deberíamos parecernos y que, por datos macro e historia, son nuestras referencias.
En España tenemos graves problemas de inversión (no sólo pública, sino también privada). Los estímulos para que el sector privado desarrolle la inversión en innovación son fundamentales pero, además de estos problemas de inversión (y algunos otros), existe un problema que los antecede: la educación.
De una sociedad cuyo rendimiento educativo es bajo y con un nivel de fracaso escolar tan alto, no tiene sentido esperar un desarrollo fantástico de la sociedad de la información. Vivimos en un entorno donde la adquisición de conocimientos, en algunas materias, sufre de importantes carencias, comparado no sólo con los países europeos sino con los de la OCDE. Por ello, pienso que no se puede esperar que la innovación salga bien parada en nuestra sociedad hoy.
Evidentemente, hay medidas de choque que se pueden aplicar para estimular la innovación. Se habla mucho de ellas, pero no hemos de perder de vista que son eso, medidas de choque. Hasta que no se aborde la auténtica columna vertebral de la sociedad para el desarrollo de sus posibilidades y potencial económico y competitivo: la educación, no haremos más que -valga el símil-, utilizar medicamentos de uso tópico para intentar curar una herida cuya causa es más profunda, inaccesible a las “pomadas”.
Estamos en una encrucijada permanente en el ámbito educativo y de la formación. Francamente, creo que ésta tiene que ser la bandera que nos una de manera incuestionable y, para resolverlo, hay que dejar la retórica. No es tan difícil. Muchos países ya han abordado estos problemas y los tiene esencialmente bien resueltos (pensemos en los países del norte de Europa). Éstos han hecho un trabajo extraordinario, pasando -en algunos casos- de ser intervenidos a situaciones donde la iniciativa privada ha asumido un rol de liderazgo, donde las oportunidades de riesgo y éxito (o fracaso) estén presentes a diario, como en Suecia o Finlandia.
F.F.S.: Más de un estudio refleja la falta de atracción hacia emprender por parte de los estudiantes (o la falta de). Además, la percepción de lo que representan los empresarios en nuestro país, a diferencia de otros como Estados Unidos o Reino Unido, es mala. ¿Por qué?
P.C.: Es algo ancestral e histórico en nuestro país, no habiéndose transformado este concepto en un valor esencial en la formación y en la sociedad (que expresa sus valores). El carácter emprendedor no abunda. Creo que no damos valor a lo que significa emprender: al aprendizaje que genera, al éxito -y también al fracaso- que hay detrás, al valor de asumir los riesgos y buscar las oportunidades…
La política, a mi modo de ver, debería estar a la cabeza de los emprendedores. Habría de ser la más emprendedora. Esto alteraría la acción de gobierno, la gestión en el ámbito público donde hay tantas reticencias a emprender con liderazgo, a emprender conociendo los riesgos, pero sabiendo que no hay mayor éxito que emprender.
El valor de emprender, y la reflexión sobre el mismo, es decisivo y, aunque nadie lo vincule a la política sino a la actividad privada, pienso que debería ser un binomio esencial e indisoluble: político-emprendedor. El valor de emprender es vital, pues si logramos que forme parte consustancial de los valores de cada individuo en nuestra sociedad, estaremos en una situación muy prometedora para afrontar el futuro. Por eso, hay que insistir. Necesitamos políticos emprendedores y no emprendedores políticos.
F.F.S.: Si hablamos de energía, una de las sorpresas para los expertos extranjeros en energía es nuestra situación actual. Tenemos una gran limitación sobre capacidad instalada, teniendo sistemas de producción eléctrica económicos (ciclo combinado) infrautilizados; no tenemos definida una política nuclear acorde con la del resto de los países desarrollados comparables al nuestro; tenemos una hipoteca eléctrica que tendrá un elevado coste en competitividad… Pero, al mismo tiempo, tenemos empresas distribuidoras y generadoras de primer orden. Nos da la impresión de que hemos puesto demasiado énfasis en las energías alternativas -por imagen y prestigio-pero la realidad es que no nos lo podíamos (ni podemos) permitir… y este mes sube la luz un 4,8%.
P.C.: El problema, sobre todo si lo comparamos con otros países, es que hay una falta de definición de nuestro plan estratégico en materia energética. No está claro qué queremos hacer ni cuál será nuestro mix… En función de esa decisión, habrá que ir dándole su papel a cada una de las fuentes de energía.
Hasta ahora, se han ido dando palos de ciego o tomando posiciones ideológicas predeterminadas, como se refleja en debates recientes, como el de la central nuclear de Garoña. En el caso de las renovables fotovoltaicas, es cierto que son una fuente de energía cada vez más importante y a medida que avance la tecnología su presencia será mayor. La posibilidad de aplicar retroactivamente una reducción o desaparición de las primas que tuvieron las fotovoltaicas en su inicio, y que permitió atraer la inversión, vulneraría la seguridad jurídica que debe garantizar todo Estado de Derecho. Hace falta que el Gobierno abandone la permanente confusión que muestra en la definición del mix energético y plantee con claridad cuál es el horizonte de las distintas fuentes de energía en España.
Entrevista publicada en Executive Excellence nº74 oct.10