William Aulet: "El espíritu emprendedor es una fuente de energía inagotable"
Con motivo de su conferencia “La disciplina de emprender” en la Fundación Rafael del Pino, entrevistamos a William Aulet. Reconocido líder empresarial, en agosto de 2009 fue nombrado director del Centro de Emprendedores del MIT. De forma paralela, es profesor en la escuela de negocios Sloan del MIT.
Tras haber investigado sobre el nuevo tipo de emprendeduría e innovación necesarias para satisfacer el gigantesco reto energético, en 2007 concibió y fundó el Premio NSTAR Clean Energy Entrepreneurship, copatrocinado por el MIT y el Departamento de Energía de EE.UU., del cual es presidente.
FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: Menciona frecuentemente la importancia de las “C’s”: confianza, cultura, comunidad, capacidades y conexiones. Siendo todas relevantes para un emprendedor, ¿podría hablarnos primero de la confianza?
WILLIAM AULET: Tener confianza es casi una condición sine qua non para ser emprendedor. Creo que en España hace falta más confianza, por eso uno se acostumbra a oír comentarios como: es demasiado arriesgado, si fuese bueno tendría un trabajo fijo o mis padres no lo aprueban.
¿Qué es lo que hace del MIT algo diferente en este aspecto? La existencia de ejemplos a seguir, de muchas personas de nuestro entorno que han tenido éxito –existe un panel con fotos de alumnos que lo han alcanzado–, lo cual tiene un efecto estimulador. La gente sabe y piensa que puede llegar a ser un emprendedor. Todo comienza con la cultura, con la creencia de que uno puede.
Esto ocurre también en otros ámbitos, como el deportivo. Cada vez que nace una estrella como Pau Gasol, nos damos cuenta de que aparece una generación de nuevos jugadores siguiendo su estela: su hermano Marc, Ricky Rubio, etc. Una vez que se cree en algo, se trabaja duro y se estudia, la posibilidad de alcanzar el éxito está demostrada. Debe existir esperanza para los jóvenes que siguen este camino, pero siempre se inicia desde la confianza.
Además hay que tener capacidades y habilidades, así como una comunidad que te ayude a practicar y mejorar. La confianza, y el posterior proceso de construcción de capacidades, es esencial y eso es lo que tratamos de fomentar. En mi libro La disciplina de emprender (LID Editorial Empresarial, 2015), primero explicamos a las personas que pueden ser emprendedores, y luego ofrecemos una metodología, una pedagogía, que les habilita para hacerlo, juzgando qué capacidades tiene una persona al comienzo de su proceso emprendedor y con qué capacidades termina el mismo. Me resultó llamativo no encontrar un libro que, de una forma sistemática, ayudase en los pasos necesarios para convertirse en emprendedor. Las personas buscan soluciones simples, pero no las hay; ser emprendedor es duro y complejo.
Se tiende a malinterpretar el concepto de construcción de la comunidad. Frank Reynolds, uno de nuestros estudiantes, me dijo que el peor consejo que se puede dar a quien quiere emprender es que ponga en valor sus contactos. Es cierto que esto puede facilitarte un encuentro con algún conocido, pero si no aportas valor en la cita, pierdes la oportunidad y la relación termina. En el mundo de los emprendedores, conocer a alguien solo aporta una introducción, después has de hacer el trabajo y, si no lo haces bien, quemas esa conexión. Por eso insisto a mis alumnos en que no se focalicen en el networking, sino en las capacidades que ellos tienen.
F.F.S.: En España, el fracaso suele resultar un obstáculo infranqueable; sin embargo, es parte del proceso de aprendizaje de los emprendedores. ¿Cómo debemos interpretarlo?
W.A.: No existe el emprendimiento basado en la innovación sin fracaso. El fracaso es como un magnífico postre sin calorías. Para ser un gran emprendedor, debes enfrentarte al fracaso como un experimento. Si queremos cambiar el mundo, tenemos que enfrentarnos al exterior, sabiendo que podemos fracasar.
Volviendo al ejemplo de los deportes –ya que soy jugador de baloncesto–, si en un partido das 20 canastas seguidas y luego dejas de lanzar, el entrenador te recriminará que hayas parado, y con razón. Hemos de lanzar sin descanso hasta que fallemos, pues cómo si no vamos a conocer los límites. Por eso es esencial que los que quieren ser emprendedores sepan huir de la complacencia y del confort. Los mejores deportistas han fallado muchos lanzamientos; posiblemente más que cualquier otro, pero no han dejado de tirar. No se les mide por lo que fallan, sino por lo que consiguen.
Enfrentarse al fracaso es duro en cualquier sociedad, no solo en la española. Hay algunas donde los obstáculos legales son tremendos. En Pakistán, por ejemplo, si fracasas en una empresa van a por ti legalmente, y si no puedes responder, a por tu familia. Creo que en las sociedades se ha de limitar el fracaso, en primer lugar desde una perspectiva legal, además de ser necesario que se entienda que, para alcanzar el éxito, hay que exponerse a riesgos, siendo el fracaso uno de ellos.
Con todo, solucionar los aspectos legales del fracaso empresarial es sencillo, es más difícil reparar los impactos sociales del mismo. Sin embargo, creo que un aspecto positivo de la sociedad española es su fortaleza; la estructura de apoyos familiares y de relación social que existe, aunque no siempre se aprovecha de forma correcta. Los padres deben sentirse orgullosos de que sus hijos quieran ser emprendedores.
Muchos piensan que ser emprendedor es explotar a las personas, lo cual me parece una locura. Son los emprendedores quienes crean trabajo, quienes solventan los problemas intratables de la sociedad, ya sea de educación, sanidad, energía o medio ambiente. Las grandes compañías y los gobiernos hacen muy poco, comparado con lo que los emprendedores consiguen.
Debemos prestigiar la figura del emprendedor en España. Eso aportaría la confianza necesaria para que más gente desease emprender, y solo entonces el fracaso se consideraría como una parte, en muchos casos obligada, del proceso de emprendimiento.
F.F.S.: La percepción del emprendedor en los Estados Unidos a principios de siglo pasado no era muy distante de la que tenemos hoy en España, nos comentaba Jerry Engel (director ejecutivo del Centro Lester de Emprendimiento de Haas School of Business, Universidad de California, Berkeley). Allí los emprendedores son ejemplos a seguir y no están asociados con la corrupción, sino con la trasparencia. De hecho, llevar un tren de vida elevado sin que se vea justificado por ingresos, da lugar a una investigación del IRS (Servicio de Impuestos Internos). Si cuantificamos los niveles de corrupción de la sociedad española y los comparamos con la americana, vemos que nos queda mucho trabajo por hacer. ¿Hasta qué punto afecta la corrupción a ese cambio social y de percepción de los emprendedores?
W.A.: En el norte de Europa, el programa de corrupción parece estar si no erradicado, sí muy limitado. La corrupción constriñe el emprendimiento, cuya esencia se basa en una absoluta meritocracia, en lo que sabes y puedes hacer ahora, en este momento. Por eso amo tanto el emprendimiento. Es como el pick-up basketball, donde los jugadores se encuentran en la cancha del parque y se forman equipos. El que gana se queda, mientras que el equipo que pierde sale y es sustituido por otro. Los capitanes de los equipos seleccionan a los mejores de entre los que se han presentado para jugar, con el fin de permanecer el máximo tiempo posible en la cancha. Se produce una selección darwiniana, porque quienes permanecen en la cancha mejoran y aprenden a jugar entre sí. No son necesariamente los mejores, pero sí los que juegan mejor como equipo. Es una perfecta meritocracia donde el color de la piel o el origen no tienen importancia, siempre que ganes. Creo que es una analogía perfecta del mundo del emprendimiento.
Cuando trabajaba en IBM, había políticas, relaciones e intereses; pero el emprendimiento es mucho más sencillo: o vendes algo y cobras, o no lo haces. Es todo muy real y genera una transparencia positiva, mientras que la corrupción va en contra de la meritocracia. Puede haber malos emprendedores pero, en general, son la mejor influencia que puede tener una sociedad, si lo vemos desde una perspectiva histórica.
F.F.S.: Suele aludir al concepto de story telling en los procesos de formación y le hemos escuchado decir que enseñar emprendimiento en una escuela de negocios solo consigue resultados “poco óptimos”. En algunas de ellas, siguen el método del caso. ¿Cómo valora este sistema?
W.A.: Este planteamiento tiene muchos matices. En primer lugar, me gustaría decir que el emprendimiento no debe ser enseñado exclusivamente en escuelas de negocio, porque su éxito se basa en los equipos. Cuanto más heterogéneo sea un grupo, mejor posicionado estará para triunfar. Por eso no debería ser enseñado exclusivamente en escuelas de ingeniería o de diseño.
Tener un punto de encuentro para los llamados “hustlers” (aprovechados) de las escuelas de negocio, los “hackers” de las escuelas de ingeniería a quienes les gusta construir cosas, y los “hipsters” (modernos e innovadores) de las escuelas de diseño que son capaces de construir esa experiencia de uso, reporta incrementos tremendos en el éxito de un negocio. En el MIT tenemos la llamada zona desmilitarizada, donde nuestras escuelas de gestión, de ingeniería y de arquitectura tienen un punto de encuentro.
Respecto a contar historias para enseñar, no quiere decir que este proceso se haga mal en las escuelas de negocio, y de hecho en España hay varias fantásticas, pero no soy un fan del método del caso. Creo que deben existir formas estructuradas de enseñar y que los casos deben insertarse en ellas. Hay una razón por la cual se debe pasar un proceso para conseguir un puesto en una Cátedra, tanto en escuelas de negocio como en escuelas de ciencias sociales. La combinación del rigor y del mundo real, el hacer que los académicos y las personas con experiencia en la empresa trabajen juntos, me parece la solución más equilibrada. Esto es lo que hacen en MIT Sloan Business School. La escuela de negocios intenta trabajar con el resto de las facultades, buscando una integración mayor. Yo, como “persona de campo”, trabajo continuamente con académicos que tienen un abanico de habilidades de las cuales carezco. En cambio, yo cuestiono más, planteando por qué algo es una correlación y no una causalidad, por ejemplo. Cuando ellos presentan sus puntos de vista, puedo estar en desacuerdo.
Este planteamiento tiene éxito en muchas otras áreas, como en la médica, donde hay investigación y práctica, y algo que llamamos traducción médica. Esto es lo que tenemos que estimular en el entorno del emprendizaje, y además desde la infancia. Las personas no se toman tan en serio el hecho de ser un emprendedor como el de ser un médico o un arquitecto. Es como si, para ser emprendedor, uno debiera haber nacido de una manera, como si fuera algo mágico, lo que es una solemne tontería. Si este pensamiento sigue adelante es porque la educación para ser emprendedor no es buena. La acumulación de conocimiento para la educación del emprendimiento tiene que aumentar de una manera significativa, para que se la tome más en serio
F.F.S.: Sostiene que, si uno no es capaz de trabajar en equipo, no llega a ser emprendedor; pero nuestros sistemas educativos no desarrollan cualidades soft. ¿Qué podemos hacer?
W.A.: Actualmente, estamos haciendo un análisis y un mapa de los elementos importantes para la educación de emprendedores. El libro La disciplina de emprender es solo una parte, pero estamos creando todo un sistema que llamamos “de tejas”. Se parte de un comienzo donde alguien tiene una idea y un equipo, y decide avanzar. Pero, si damos un paso atrás, nos ponemos en la situación de un estudiante universitario y nos preguntamos qué necesita para ser un emprendedor, ¿qué respondemos?
Podemos abordar temas variados, pero no entendemos las habilidades necesarias para trabajar con otros. Somos capaces de resolver problemas y destacar individualmente solventándolos, pero esa capacidad individual es diferente de lo que se necesita para ser un emprendedor. Uno ha de ser capaz de trabajar con personas. Por eso enseñamos habilidades de liderazgo en el Centro de Liderazgo del MIT.
También necesitamos capacidades para generar ideas, para saber cómo idear y luego diseñar a partir de ahí; cómo comunicar; cómo gestionar el fracaso, cómo mantener un equilibrio personal, etc. Hemos de hacer crecer estas habilidades en relación al proceso de formación de los emprendedores. Las habilidades de liderazgo que aprendí en IBM no son siempre relevantes en el mundo de los emprendedores, sobre todo en el de las startups. Tenemos que customizar estas enseñanzas y desarrollar un currículo potente para su formación.
F.F.S.: En su libro destaca la disciplina. Dice que el emprendedor debe tener el espíritu de un pirata y la capacidad de ejecución de un SEAL. ¿Por qué es tan esencial la disciplina?
W.A.: Pienso en esos conceptos como pasos, no como reglas. Lo bueno es que existe un desarrollo prescriptivo para darlos, pues sin una indicación del camino o proceso a seguir no ayudan. El libro incluye un roadmap para ser utilizado con lógica.
Lo importante es comprender que uno ha de pensar cómo hacer las cosas de un modo diferente y disfrutar al enfrentarse a los retos del sistema. Si uno quiere ser Steve Jobs no puede ser solo un pirata loco, sino un pirata que quiere cambiar el mundo, y para ello ha de tener una extraordinaria disciplina.
La gente no comprende el altísimo nivel de autodisciplina que tienen los emprendedores. Ser un emprendedor es una combinación entre ser un pirata loco y una persona disciplinada que hace todo lo que se espera de ella. Es una combinación de ambos que busca la grandeza, y es en esa superposición de los diagramas de Venn donde se cambia el mundo. Como empresario aprendí que es divertido ir contra el sistema, pero no se consigue mucho si no se tiene una gran disciplina.
F.F.S.: Como especialista en energía, ¿qué opinión le merece el cambio climático? ¿Qué puede hacer la innovación energética por nuestra sociedad?
W.A.: La política energética norteamericana tiene que ser mejorada de forma significativa. Tenemos un gobierno disfuncional, pero independientemente de esto debemos enfrentarnos al problema. Muchos de nuestros estudiantes lo están haciendo.
Compañías como EnerNOC están reduciendo de forma drástica el CO2, a través de soluciones innovadoras como el consumo energético fuera de las horas pico. No solo tiene sentido económico, sino que reduce la generación de CO2. Otra empresa, Zipcar, se dedica al consumo colaborativo mediante vehículos compartidos. Una de nuestras alumnas está en Lagos (Nigeria) y ha puesto en marcha una compañía para reciclar. Básicamente, se basa en combinar la existencia de mucha basura y muchos chicos que no tienen trabajo, con el hecho de que hay muchas compañías de reciclaje sin suficiente materia prima. Ha construido unas bicicletas que regala a los chicos para recoger la basura que luego clasifican, separando el papel, el plástico de alta calidad o los metales, para dárselos ya diferenciados a las empresas de reciclaje. Con esto ha conseguido que los chicos tengan trabajo y que se limpie la ciudad, mientras que los recicladores consiguen materia prima, que además les permite generar energía.
Organizarse de tal manera que se genere valor es algo que siempre está presente en nuestros alumnos. Les decimos que no han de esperar al gobierno, sino que deben ir por delante y poner en marcha sus proyectos. La mayor fuente de energía que tenemos en el mundo es el espíritu de innovación, el espíritu emprendedor.
El problema es que nos enfrentamos a un reto energético súper complejo. Necesitamos que los gobiernos apoyen las soluciones IT con mucha más fuerza, y acompañen a los emprendedores en su camino facilitándoles el proceso. Ahora bien, sé que este problema no se solucionará a través de decretos gubernamentales, sino gracias a miles de personas probando miles de soluciones innovadoras.
Entrevista publicada en Executive Excellence nº120, marzo 2015