A Microsoft se le ocurre poner servidores bajo el agua, ¡y funciona!
Hace poco más de dos años, un cilindro del tamaño de un contenedor con el nombre y logotipo de Microsoft se sumergió en el fondo marino, frente a la costa norte de Escocia. Dentro había 864 servidores, y su inmersión fue parte de la segunda fase del Proyecto Natick desarrollado por el gigante del software. Lanzado en 2015, el propósito de esta iniciativa era determinar la viabilidad de los centros de datos bajo el agua, alimentados por energía renovable off-shore.
Hace un par de meses, esos servidores se sacaron a la superficie para que los ingenieros pudieran inspeccionarlos, evaluando su comportamiento bajo agua.
Pero, ¿por qué se habían colocado allí?
Por extraño que parezca, existen algunas buenas razones para sumergir cientos de servidores en el océano.
Según datos de la ONU, alrededor del 40% de la población mundial vive a menos de 100 kilómetros del mar. Conforme la conectividad a Internet se expanda para dar servicio a la demanda mundial, millones de nuevos usuarios se conectarán a la red y se necesitarán muchos más servidores para cubrir el incremento de la demanda y los datos que generará.
En zonas con alta densidad de población, el suelo es caro y difícil de encontrar. Pero, ¿dónde hay mucho espacio, y además barato? Pues en el fondo del océano, que también tiene la ventaja de estar muy frío en ciertos lugares, aunque no en Mumbai o Abu Dhabi, donde las aguas son cálidas.
Los servidores generan mucho calor, y los centros de datos utilizan la mayor parte de la energía para refrigerarse. Mantener constante la temperatura y la humedad es importante para el funcionamiento óptimo de los servidores; ninguno de estas dos variables varia mucho a 30 metros de profundidad.
Además, instalar centros de datos en el fondo del océano es sorprendentemente más rápido que hacerlo en tierra firme. Microsoft afirma que los cilindros con servidores tardan menos de 90 días desde que salen del barco-factoría hasta que están operativos, un tiempo breve comparado con los dos años de media que se necesitan para poner en funcionamiento un centro de datos terrestre.
El equipo de Proyectos Especiales de Microsoft que estuvo operando el centro de datos submarino durante dos años, tardó un día en dragarlo y llevarlo a la superficie. Una de las primeras cosas que hicieron los investigadores fue insertar tubos de ensayo en el interior para tomar muestras del aire allí contenido; lo usarán para tratar de determinar cómo los gases liberados por el equipo pueden haber impactado el entorno operativo de los servidores.
El contenedor se llenó de nitrógeno seco antes de sumergirlo, un ambiente mucho mejor que el oxígeno que normalmente rodea a los servidores terrestres; de hecho, el índice de averías de los servidores colocados bajo el agua fue la octava parte de la tasa típica registrada por Microsoft en sus servidores terrestres. El equipo cree que la atmósfera de nitrógeno, menos corrosiva que el oxígeno, fue beneficiosa. El hecho de que ningún ser humano entrara en el contenedor durante el tiempo que duró esta operación evitó que se movieran los componentes, se encendieran luces o se tuviesen que ajustar temperaturas.
Ben Cutler, project manager del grupo de investigación de Proyectos Especiales de Microsoft, quien dirige el Proyecto Natick, cree que los resultados de esta fase son por si mismos suficientemente explicativos como para que se continúe con el proyecto. "Ahora estamos más en el punto de tratar de aprovechar lo que hemos hecho que en tener que demostrar la validez", ha dicho.
Cutler prevé colocar centros de datos submarinos cerca de parques eólicos off shore para poder así alimentarlos de manera sostenible. Los centros de datos del futuro requerirán menos participación humana y serán utilizados y gestionados con tecnologías como la robótica y la Inteligencia Artificial. En este tipo de centros de datos "oscuros", los servidores se cambiarían cada cinco años o antes si fallan.
El último paso de esta fase del Proyecto Natick es reciclar todos los componentes utilizados para el centro de datos submarino, incluido el recipiente de acero resistente a la presión, los intercambiadores de calor y los mismos servidores, devolviendo el lecho marino a su estado original.
Si el optimismo de Cutler es un presagio de lo que ocurrirá en el futuro, es probable que en poco tiempo el fondo del océano esté salpicado de centros de datos sostenibles que permitan alimentar nuestra creciente dependencia a Internet.
Vanessa Bates, editora senior de Singularity Hub
Fuente: Singularity Hub