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Cotec: la innovación en un sentido amplio

(Tiempo estimado: 6 - 12 minutos)

Cotec es una fundación de origen empresarial que tiene como misión contribuir al desarrollo del país mediante el fomento de la innovación tecnológica en la empresa y en la sociedad española.

Acaba de publicar, junto al Club Excelencia en Gestión, La innovación en sentido amplio. Un modelo empresarial, una obra que comprende una primera parte de análisis conceptual más un estudio empírico que examina el comportamiento de 13 grandes empresas innovadoras. 

Charlamos con Juan Mulet, director general de Cotec, para conocer las características de la innovación tecnológica actual y las particularidades de la estrategia nacional en esta materia.

ALDARA BARRIENTOS: Después de casi 20 años de existencia de Cotec, la necesidad de promover la innovación tecnológica (razón de ser de la entidad) sigue tan vigente en España como el primer día. No obstante, ¿qué avances se han producido en materia de innovación? 

JUAN MULET: Una de las primeras cosas que hice al llegar a Cotec, en el año 1992, fue revisar todos los discursos políticos y empresariales del momento y no encontré ni una sola referencia a la tecnología en ninguno de ellos. Desde entonces, la situación ha cambiado mucho. Actualmente, la innovación está en boca de todos.

En este tiempo ha habido dos cambios importantes. El efecto de la Ley de la Ciencia, que ha favorecido que hayamos pasado de no ser prácticamente nada a tener el 3,2% de las publicaciones científicas de prestigio mundial. Es cierto que aún no estamos en los niveles de excelencia que necesitaríamos, pero en cuanto a cantidad de producción científica de calidad no hay ninguna duda de que sobresalimos. El segundo cambio relevante, y que se conoce menos, es que hemos pasado de tener un sistema de innovación raquítico y totalmente desestructurado, a tener algo que –aunque sigue siendo pequeño-, empieza a tomar forma y a funcionar de un modo razonablemente bien estructurado. Los 14.000 millones de gasto en I+D del año pasado son un dato sustancial importante. 

A.B.: A pesar de esto, la innovación nacional es deficitaria.

J.M.: Sin duda sí, pero ha habido una mejora indiscutible. Desde el año 1994, el crecimiento anual del gasto empresarial en I+D ha sido de más del 10%, incluso algunos años del 20%. Del mismo modo, ha crecido el número de investigadores empresariales, aunque todavía sólo representan el 30% del total. De hecho, el investigador empresarial español medio gestiona prácticamente el mismo dinero que un europeo. 

Para el sistema público de I+D, la situación es muy diferente. Su gasto por investigador puede llegar a ser sólo el 60% del de un colega europeo. Es verdad que el investigador público puede trabajar con menos dinero porque no se dedica obligatoriamente a crear tecnología, sino ciencia, y mucho menos a transferirla. Con poco dinero puede publicar sus investigaciones, estar en los congresos y discutir con sus colegas, pero difícilmente puede transferir lo que sabe para que sea fácilmente aplicable por las empresas.

Aunque es cierto que no hay razones para ser optimista ante la situación de la innovación en España, la llegada de esta crisis nos ha hecho ver lo fácil que podría ser volver a las condiciones francamente desastrosas de hace pocos años. Y esto nos ha hecho ver el valor de lo que hemos conseguido en tan poco tiempo. En nuestro país puede haber entre 12.000 y 15.000 empresas innovadoras, es verdad que quizá necesitamos 40.000, pero ahí están; también tenemos cerca de un millar de grupos de investigación públicos que, aunque la mayoría son muy pequeños, tienen un tamaño suficiente para publicar, y otros, muchos menos, han comenzado a tener relaciones fructíferas con las empresas. Ésta es la estructura de hoy de nuestra investigación pública. 

A.B.: ¿Cuáles son las principales trabas al pleno desarrollo de la innovación en nuestro país? 

J.M.: Yo no hablaría de trabas. El problema es que la crisis nos ha venido 10 años antes de lo que debiera. Algunos estudios dicen que un 60% de la formación bruta del capital en estos años ha ido directamente al ladrillo, pero un 40% seguramente habrá ido a hacer algo más consistente. En España, cuando se busca a alguien que sea relevante en el mundo de la tecnología ya lo encontramos. El problema empieza cuando tenemos que buscar a varios. 

Nuestra gran preocupación en Cotec es que lo conseguido en estos años no se hunda. Aunque escasamente un 1% de nuestro PIB viene de los sectores de alta tecnología y apenas un 4% de los de media-alta tecnología –lo cual no es la medida de una economía desarrollada-, lo importante es que no se rompa esta tendencia que ha sido excelente, aunque todavía no hemos llegado ni a la mitad del camino que debiéramos haber recorrido. 

Por razones de recogida y tratamiento de datos estadísticos, estamos obligados a trabajar con dos años de retraso en los datos oficiales, y hoy manejamos las cifras de 2008. Éstas revelan que, si bien temíamos que la crisis (que abarcó medio año de 2008) pudiera haber tenido consecuencias desastrosas, la realidad no ha sido así. Se ha producido un crecimiento menor, del 8% (en lugar del 12%-15% que teníamos antes), y en unas circunstancias curiosas: si el número de empresas que se incorporaban a actividades de I+D anualmente, tiempo atrás, podía ser del orden del 16%, ese año sólo ha representado un 2,5% más y, sin embargo, los gastos crecieron un 8%. Nuestra interpretación es que la innovación se ha convertido ya en una necesidad en algunas  empresas, en algo que no pueden dejar de hacer. Creemos que ese crecimiento del 8% de la I+D empresarial puede indicar que esas estrategias están asumidas por estas empresas. 

A.B.: Uno de los temas actuales es la definición de una estrategia nacional de innovación. ¿Cómo se ha llegado a este convencimiento compartido?

J.M.: En nuestro trabajo nos dimos cuenta de que en el mundo se había pasado de tratar la innovación con políticas a hacerlo con estrategias. Es importante ser conscientes de que la innovación no se puede regular con leyes, porque éstas sólo sirven para prohibir (lo cual con el mundo empresarial casa muy mal), para obligar (todavía peor) o para solucionar inconsistencias provocados por otras leyes. 

Éste es el camino que está siguiendo el Gobierno. Ha creado una estrategia de innovación y ha dedicado la Ley de la Ciencia fundamentalmente a la carrera del investigador público, a la gestión de los fondos para la ayuda pública y a dar una nueva regulación del sistema público de I+D.   

La OCDE lleva unos años preparando sugerencias para intentar perfilar estrategias nacionales de innovación. En el fondo, el concepto nuclear de innovación, como la aplicación de un conocimiento para hacer cambios que den valor (de diversa índole: social, económico, etc.) es el mismo. Se trata ahora de conseguir que el conocimiento sea asumido por todos como la principal fuente de riqueza. 

A.B.: La esencia del concepto de innovación es la misma que hace años, pero no el entorno ni el lugar en el que ésta pone el foco. ¿Cómo es el nuevo escenario?

J.M.: Todo ha cambiado mucho. Una de las primeras innovaciones de las que hay constancia fue la introducción de la astronomía en la navegación. También en el momento de la Revolución Industrial, la innovación se hacía aprovechando el conocimiento existente, y que nadie se preocupaba de generar.

El momento de ruptura se produce tras la II Guerra Mundial, cuando las empresas se implican de verdad en la actividad de I+D, un término que se inventa entonces. Así, crean conscientemente el conocimiento que les hace falta, pero todavía limitándose a lo que llamamos innovación tecnológica en el sector manufacturero.

Cotec nació en esta cultura, donde nos interesaban las ciencias duras para poder hacer tecnología y aprovecharla en los sectores manufactureros. Como decía, las cosas han cambiado en todo el mundo. En el manual de la OCDE, llamado de Oslo y publicado en 1996, se introduce la innovación tecnológica en los sectores de servicios. Recientemente, estamos viviendo una transformación muy importante donde la innovación ya es para todos los sectores y no solamente se basa en el conocimiento de las ciencias duras, sino que las ciencias blandas dan lugar a innovaciones. La psicología, la sociología o la historia pueden dar tecnologías, es decir, maneras de hacer cosas mejores para cualquier producto, servicio o proceso. Hablamos así de innovaciones tecnológicas, organizativas, comerciales, de negocio… basadas en conocimiento que procede de todas las ciencias. Llegamos a la conclusión de que el conocimiento no tiene que utilizarse únicamente para generar productos y servicios nuevos, que es lo que hemos dicho siempre, sino para conseguir cualquier valor para la empresa, por supuesto, pero también para la sociedad. Aquí es donde entra la estrategia de innovación. 

Durante mucho tiempo, hemos considerado que el núcleo central de los sistemas nacionales de innovación era la empresa. Ahora el foco cambia, la situación hace que lo más importante sea la sociedad y que sea ésta la que dé a la empresa todo lo que pueda, y no sólo lo que la empresa le demande. Éste es el concepto de estrategia.

A.B.: ¿Qué ejes deben marcar esa estrategia?

J.M.: La OCDE habla en sus actuales borradores de cinco grandes grupos de principios que se dirigen respectivamente a las personas, al entorno próximo a las empresas, al papel de las administraciones, a la atención a los grandes retos que afronta actualmente la humanidad y, por último, a la gobernanza de la sociedad.  Seguramente cada país adaptará estos principios a sus peculiaridades. El secretario general de Innovación del Ministerio de Ciencia e Innovación ha dado a conocer la estrategia española, que contiene cinco ejes: apoyo a la financiación privada, mercados, que introduce el moderno concepto de estímulo de la innovación desde la demanda, internacionalización, cooperación territorial y personas.  

A.B.: ¿Qué caracteriza a esta innovación actual, radicada en la estrategia, frente a la innovación tradicional?

J.M.: En Cotec pensamos virar nuestro enfoque, considerando un concepto más amplio de innovación. Ahora hay que actuar desde el entorno social y la Administración, además de hacer políticas de oferta, debe hacer también políticas de demanda. Actualmente se habla de la transversalidad de la innovación; todas las políticas deben tener una dimensión de innovación, es lo que algunos definen con la frase: “No es la política de la innovación, sino la innovación en las políticas”. 

Como comentaba anteriormente, hasta después de la II Guerra Mundial no empezó la I+D empresarial. Desde entonces, nos hemos dedicado a conocer con detalle lo que se puede saber de la llamada innovación tradicional. 

En el caso de España, surgen sectores, como el turístico o el comercio, donde se ha vivido una fuerte innovación, diferente a la tradicional, que ahora llamamos “innovación escondida”, porque ha estado oculta a la estadística, o también “innovación implícita”, porque justamente está implícita en las mismas operaciones empresariales, aunque no sabemos cómo ni por qué. De la innovación implícita, que es la que tiene más sentido en países como el nuestro, y que debe ser tenida en cuenta en las nuevas estrategias, todavía conocemos muy poco.

A.B.: Acaban de publicar, en colaboración con el Club Excelencia en Gestión, la obra Innovación en sentido amplio. Un modelo empresarial. ¿Con qué objetivo? ¿A quién va dirigida?

J.M.: Pues justamente, quizá lo que más sepamos de la innovación actual sea gracias al modelo que elaboramos en colaboración con el CEG. Nos preguntamos cómo era esta empresa innovadora y qué hacía, de manera que desarrollamos un modelo, constituido por un armazón con tres grandes cimientos e intentamos formalizarlo. La admirable técnica y amplia experiencia del Club consiguió con un cuestionario de 50 preguntas posicionar la actitud innovadora de 13 grandes empresas en el modelo ideado. Un detallado análisis factorial de los datos recogidos nos ha permitido definir cinco patrones de comportamiento. Con este estudio empírico nos hemos convencido de la utilidad del modelo.   

Con la confianza que ahora tenemos, estamos trabajando en un corto cuestionario para ser aplicado a las pymes. Seguiremos el mismo proceso con el objetivo de ofrecer un método para que estas empresas puedan evaluar sus capacidades y actitudes innovadoras.  

A.B.: Más allá de las empresas nacionales, y comparativamente con nuestros colegas europeos, ¿dónde se sitúa España en materia de innovación?

J.M.: El indicador indiscutible es el nivel de gasto en I+D respecto al PIB y, según eso, estamos muy lejos de Europa, aunque hay que matizar el dato si tenemos en cuenta la “innovación escondida”. No obstante, seguimos mal en todos los indicadores. Si el número de investigadores totales por mil personas activas no está mal -considerando la política que hemos tenido-, sí lo estamos en el número de investigadores del sector privado. Parece fácil pensar que esto se solucionaría pasándolos del sector público al privado, pero aún estamos muy lejos de que esto ocurra, y sólo mejorará en la medida en que las empresas incrementen su I+D. Mientras el investigador público es un investigador difícil de formar, la preparación del privado no es tan exigente; de hecho, cualquier titulado puede contribuir muy pronto a la I+D empresarial, porque para ella son necesarias muchas actividades próximas a la operación empresarial rutinarias y fáciles de aprender en el contexto de la empresa, y con ellas se va formando, asumiendo retos para dar soluciones a necesidades detectadas y para aprovechar oportunidades surgidas.


 Entrevista publicada por Executive Excellence nº68 mar10


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