Mejora de la competitividad en el entorno empresarial español
Desde las escuelas de negocios, y en particular ESIC, llevamos años promoviendo a través de la formación, el desarrollo de habilidades y conocimientos dirigidos a generar competitividad entre los futuros directivos.
Tradicionalmente, la teoría económica menciona los cinco factores de la ventaja comparativa, para un país: tierra, ubicación, recursos naturales (minerales, energía), mano de obra y tamaño de la población local. Debido a que estos factores son los que pueden ser influenciados, promueven una visión pasiva (heredada) con respeto a las oportunidades de la economía nacional. Dentro del factor mano de obra, cada vez cobra mayor importancia -a la hora de analizar el potencial de crecimiento económico de un país- lo que los economistas llaman capital humano (y que podemos traducir como calidad de la mano de obra). Dentro de este factor diferenciador, es donde la formación de la población juega un papel estratégico y, por ende, se constituye como un elemento distintivo a la hora de comparar las economías, ya que -utilizando el argot de los economistas- el capital humano genera externalidades positivas en el mercado, o lo que es lo mismo, a mayor “calidad” de nuestro mercado de trabajo, mayor potencial de crecimiento económico y mayor competitividad.
A estos factores básicos heredados, Porter introduce el concepto denominado de racimos, o grupos (cluster) de firmas interconectados, de proveedores, de industrias relacionadas, y de las instituciones ubicadas en ciertas regiones.
Según Porter, en general, la ventaja competitiva de las naciones es el resultado de cuatro avanzados factores y actividades, ligados, en y entre las compañías que participan de los clusters. Estos factores pueden ser potenciados de una manera proactiva por el gobierno.
Partiendo de la teoría económica de Porter, y analizando los cinco factores básicos heredados, España tiene recursos naturales y mano de obra que han dejado de ser competitivos frente a otros mercados.
Las bases de la economía española ya no son válidas para seguir generando progreso en la nación y, por tanto, se requiere de una nueva estructura o modelo económico que proyecte el mercado español de forma más competitiva, frente a las ventajas de los países dentro del mercado mundial.
¿Cómo conseguir este objetivo?
Partiendo de las teorías anteriormente citadas de Porter, tanto el Gobierno como las compañías de los clusters que operan en España deben analizar, detectar, consensuar, e implantar medidas competitivas que a medio y largo plazo ubiquen de nuevo a España como un cluster atractivo para futuros inversores.
Factores ligados a la ventaja competitiva: punto de partida
Tomando el mundo como mercado global, donde España debe buscar sus factores estratégicos para ser competitivo, debemos analizar no sólo hacia qué modelo se quiere llegar, sino las carencias que España posee para dar el paso hacia ese cambio estructural.
España es un país que ha crecido lentamente dentro del mercado exterior, cuyo tejido empresarial sigue siendo primordialmente pymes, y con profesionales poco especializados y con una visión aún local, donde la tendencia ha sido la de especializarse en actividades productivas ligadas a industrias tradicionales -es decir, con bajo contenido tecnológico- para poder así paliar nuestro atraso en el ámbito de la innovación, respecto a los principales países dentro del comercio internacional.
Partiendo de estas premisas, España se encuentra con la necesidad de que sus estrategias locales salten hacia estrategias globales, sin dejar de incrementar las capacidades competitivas locales. Este salto debe estar promovido desde las instituciones públicas, empujando a las compañías para que vean y busquen su oportunidad dentro de ese mercado.
Tal y como ya indicó Porter en su libro, The Competitive Advantage Of Nations, España debe buscar sus ventajas competitivas, en vez de mirar sus ventajas tradicionales, tales como recursos naturales y mano de obra barata, en favor de un modelo innovador y realmente competitivo en el mercado global, permanentemente cambiante y de incertidumbre en el que nos encontramos.
HACIA UN MODELO EMPRESARIAL ESPAÑOL BASADO EN LA INNOVACIÓN
¿Qué ocurre si buscamos en la página web de Google en páginas españolas la palabra “innovación”? ¿Qué ocurre si buscamos en Google internacional la palabra “innovation”?
En España, se relaciona innovación con tecnología y sectores industriales. En el resto del mundo, se relaciona innovación con estrategias, negocios, nuevas formas de hacer las cosas.
Hay una clara diferencia entre España y el resto de países más desarrollados, y la innovación es otra forma de verlo, más aún si repasamos los datos de nuestra escasa inversión en I+D que denota y afianza nuestro atraso tecnológico y nuestra dependencia del exterior (histórico saldo negativo de la balanza tecnológica española). En nuestro país, todavía vivimos la innovación como algo que supone un gasto no rentable, y en el mercado empresarial se recibe con un interrogante: “¿Qué quieren decir con innovación, si aún nosotros hablamos de innovar como algo que implica a equipos informáticos?”.
Evidentemente, estamos entendiendo el concepto innovación de forma diferente. Y es que cuando en otros países se forma a las personas y se les incentiva a pensar en hacer las cosas distintas y buscar así la diferenciación para poder crecer, en España nos quedamos anclados en hacer una y otra vez lo mismo, pues ¿para qué cambiar? Aún no hemos asumido que el cambio es rentable y el no cambio es una parálisis empresarial. En definitiva, preferimos -en general- mantener lo que tenemos, a asumir el “riesgo” de poder mejorar, esto es, no estamos dispuestos a pagar el precio: recursos económicos, personales, empresariales, etc., a cambio de evolucionar. Al final no queremos admitir que nada es gratis y por ello preferimos renunciar a mayores ganancias o, en conclusión, mayor competitividad.
Esta situación española parte de un comportamiento de la cultura latina, donde la necesidad de afiliación es mayor. La búsqueda de la aprobación de los demás, y no buscar la diferenciación, no nos ayuda a ser innovadores y, por tanto, nos condenará a ser desplazados de los mercados internacionales por aquellas empresas o países que sí están dispuestas a asumir “el coste de la innovación”.
ESCUELAS DE NEGOCIOS: HACIA UNA FORMACIÓN ESPECIALIZADA Y UN LIDERAZGO HUMANO
Muy criticado ha sido el modelo educativo norteamericano que ha fomentado un liderazgo en la obtención de resultados al corto plazo y con métodos poco ortodoxos. Es por ello que las escuelas de negocios norteamericanas están sufriendo duramente las consecuencias de estas críticas, acusadas de ser en parte responsables de los orígenes del mundo actual que han ocasionado el desorden financiero.
Desde las escuelas de negocios europeas, y entre ellas ESIC, se está promoviendo la necesidad de formarse ante los nuevos retos empresariales, y para ello -dadas las dificultades económicas de los posibles candidatos- se han puesto en marcha nuevos métodos que ayuden a la financiación de los posgrados, con el fin de facilitar al mercado global y local la aparición de más profesionales preparados en conocimientos y habilidades de gestión empresarial, necesarios para impulsar de nuevo las economías de mercado.
Las escuelas de negocios nos hemos visto, en un tiempo récord, en la necesidad de adaptar los programas, metodologías, casos, prácticas docentes, etc., para así formar a los participantes de los estudios en la realidad empresarial que nos rodea e intentar darles las capacidades y conocimientos que puedan promover esa competitividad tan necesaria en nuestro país.
FORMANDO LÍDERES RESPONSABLES
Una primera cuestión que nos planteamos es: ¿Podemos las escuelas de negocios enseñar liderazgo? Nuestra respuesta fue que no. Eso sí, lo que podemos es propiciar el entorno adecuado en el aula para que el propio alumno practique el liderazgo y vaya generando y adquiriendo sus propias habilidades para llegar a ejercer ese liderazgo deseado y, a nuestro juicio, tan necesario en el ámbito empresarial.
Es, por tanto, algo que se aprende más que se enseña. Cada persona debe buscar cuál es su proceso para llegar a ser líder. El liderazgo puede llevar a una persona a fines buenos o malos, y es ahí donde la escuela de negocios debe orientar al futuro líder hacia un liderazgo responsable. Para ser beneficioso, éste debe ser ejercido con responsabilidad y desde un prisma moral y ético, así como con una mayor conciencia de sí mismo y del impacto de sus acciones.
El líder debe asumir una visión más humana de sus decisiones dentro del entorno en el cual, en cada momento, tenga que tomar las decisiones y siempre dentro de una perspectiva que comprenda el medio y largo plazo. “Una estrategia con un impacto positivo en el corto plazo para mi empresa puede impactar negativamente en el entorno que, en el largo plazo, también terminará arrastrando negativamente hacia mí”. Beneficios a cualquier precio ya no es válido.
Sólo aquellas personas que son capaces de dirigir y tener visión de largo plazo deben ejercer de líderes, en caso contrario, tomarán decisiones arriesgadas y no sostenibles.
LA ESCUELA DE NEGOCIOS DEBE SER EJEMPLAR EN SU GESTIÓN EMPRESARIAL
Dentro de todo este contexto, y asumiendo el importante papel que las escuelas de negocios pueden ejercer -y cada vez más- dentro de la cultura empresarial, tanto a nivel nacional como internacional, la filosofía de ESIC es trasmitir junto a todos los conocimientos técnicos y académicos, una cultura de que el beneficio y la ganancia no está reñida con la ética de los negocios o con el concepto más moderno de la Responsabilidad Social Corporativa.
Liderar, gestionar y buscar el máximo beneficio empresarial tiene que ser el fin y el cómo conseguirlo debe ser nuestra tarea, al enseñar que el beneficio propio no debe estar reñido con el beneficio social.
Gracia Serrano, directora de Calidad de ESIC Business&Marketing School y colaboradora del Club Excelencia en Gestión
Artículo de opinión publicado en Executive Excellence nº72 julº10