Hacia una Europa más integrada y fuerte
Es la Unión Europea el problema o la solución? Esta es la principal pregunta a la que pretende dar respuesta el libro 'La Crisis existencial de Europa', una obra que radiografía el estado actual del proyecto comunitario tras la última gran crisis financiera que estuvo a punto de destruirlo. Sus autores, César Molinas y Fernando Ramírez, aseguran que lo peor de esta crisis múltiple ha pasado, y que las consecuencias han sido relativamente asumibles, ya que el populismo solo ha vencido en el mundo anglosajón con Trump y el Brexit. Además, señalan que el proceso de integración europea ya se ha reanudado, y confían en que el proyecto se refuerce en un futuro cercano.
FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: Parece que la Unión Europea está empezando a salir de la crisis existencial que atravesaba gracias, en parte, al respaldo que está mostrando al proyecto el presidente francés, Emmanuel Macron. ¿En qué aspectos se nota esta recuperación desde el punto de visto no económico?
FERNANDO RAMÍREZ: La crisis existencial coincidió con la peor fase de la crisis económica y ambas se retroalimentaban, pero actualmente ha disminuido el miedo a perder los dos principales elementos que legitiman la existencia de una institución como la UE: el estado de bienestar y la seguridad.
Las políticas de austeridad implantadas para enfrentar la crisis financiera dieron lugar a los populismos de izquierdas, que clamaban contra esta austeridad. Esta situación contribuyó a generar sentimientos pesimistas en la población, que comenzó a pensar que todos los esfuerzos que se estaban llevando a cabo para salvaguardar el proyecto comunitario no servían para nada. Sin embargo, en el momento que empieza a abandonarse la idea de austeridad, los populismos de izquierdas se han ido apagando.
Los populismos de derechas, por su parte, son consecuencia del otro gran eje de preocupación: la seguridad física y el mantenimiento de la cultura. Se trata de movimientos más xenófobos, más antieuropeos y más nacionalistas que surgen como consecuencia de los procesos de inmigración masiva, no por motivos económicos.
Pese a la creencia general, la Unión Europea no tiene capacidad sobre ninguno de estos problemas. El reto ahora está en encontrar dónde residenciamos su responsabilidad para poder resolverlos. Desde nuestro punto de vista, sería muy beneficioso elevarlos a nivel comunitario, porque sería una buena forma de acercar el individuo a la comunidad y, además, se ganaría capacidad de acción.
F.F.S. La globalización está haciendo que una parte de la población se sienta marginada al no poder integrarse en el nuevo entorno. Se trata de la población de más edad, la llamada grey revolution que, además, cuenta con un enorme poder de decisión. En un continente con una población cada vez más envejecida, ¿cómo se puede gestionar este proceso?
CÉSAR MOLINAS: Nos encontramos ante un proceso histórico de cambio social muy parecido al que ocurrió entre el siglo XVIII y el XIX con la aparición del telar mecánico y de la máquina de vapor. La diferencia es que entonces los costes del cambio se laminaron a lo largo de varias generaciones, y ahora el proceso es tan rápido que se ha concentrado en una sola generación.
Las políticas del estado de bienestar se están viendo amenazadas por la demografía, pero hay que encontrar la manera de financiarlas. En este sentido, la UE puede ser más eficaz que una constelación de 27 estados miembros.
Europa tiene que olvidarse de gestionar únicamente el mercado común y asumir más competencias. Es la hora de la política, de transformar esa realidad implícita en una realidad más explícita y, sobre esa base, desarrollar un sentimiento de pertenencia que hoy es débil, pero muy necesario para dotar de legitimidad al aparato burocrático europeo.
En este punto, Macron puede acabar siendo una figura providencial para Europa -al igual que en su día lo fue Napoleón-, porque su idea es dar prioridad a la política sobre la gestión del mercado común.
F.F.S. Esa necesaria influencia que va a ejercer Macron se podría considerar como una falta de liderazgo por parte del resto de países. En España, por ejemplo, no se transmite la importancia que tiene la UE en la política. ¿Hasta que punto es un error por parte de nuestro gobierno?
C. S.: La Unión Europea está donde está precisamente porque ha existido un gran liderazgo durante su construcción. El proyecto se fundó de arriba a abajo, y esto implica la participación de personas que, además de ser grandes visionarios, tenían la suficiente capacidad como para arrastrar, sin legitimidad democrática, a un conjunto de países, y guiarles hasta donde estamos hoy. Pero esa legitimidad democrática no se estableció después, y el procedimiento se ha parado.
No es lo mismo aceptar la legitimidad de lo cotidiano, que conseguir un sentimiento de pertenencia. Esto último no se ha conseguido, pero los políticos saben que, si quieren ganar elecciones, tienen que centrarse en la política doméstica.
Es fundamental conseguir que los asuntos importantes se gestionen a nivel supranacional. El estado de bienestar es irrenunciable conceptual y cuantitativamente, pero únicamente podrá mantenerse aumentando la productividad, algo que requiere la utilización de estructuras más amplias y eficaces, es decir, una gestión común.
F.F.S.: Jesús Fernández Villaverde, catedrático de Economía de la Universidad de Pensilvania, señala que hace falta un líder europeo supranacional capaz de comunicar a la población la importancia del proyecto, porque esto generaría un punto de unión. ¿Están de acuerdo?
C.M.: Yo creo que estamos muy cerca. De hecho, no me extrañaría que en los próximos años comenzaran a celebrarse elecciones. Como suele pasar, las cosas comienzan de manera implícita, pero el proceso de democratización de la Unión Europea es evidente.
F.R.: La sociedad ya no acepta una construcción que se realice exclusivamente de arriba a abajo, necesita participar. Las minorías aceptan el resultado de las mayorías porque saben que en las próximas elecciones volverán a tener otra oportunidad. Si no existe un funcionamiento democrático y no estás de acuerdo con determinadas decisiones, no tienes horizonte de cambio. Lo que ha pasado con el Brexit es que los británicos no veían un posible escenario de cambio. El actual proceso europeo no permite visualizar que las cosas puedan conseguirse con agilidad, y eso tiene que cambiar.
F.F.S.: ¿Puede el Brexit representar una oportunidad para la UE?
C.M.: Ya lo es. La próxima fase de integración o cesión de soberanía versará sobre temas que requieran unanimidad, mayor integración policial, en defensa y en política migratoria. El Reino Unido siempre se ha opuesto a todo esto. Su salida del proyecto comunitario es una gran pérdida, pero hay que reconocer que políticamente facilita mucho las cosas.
F.F.S.: Hasta el siglo XVIII Europa era un actor fundamental en los juegos de poder a nivel mundial, pero ahora el equilibrio ha cambiado. Nuestros competidores ahora son externos, el mundo mira cada vez más hacia Asia y la costa del Pacífico… ¿Puede actuar este hecho como mecanismo de unificación?
C.M.: Tiene que serlo porque, de lo contrario, seremos irrelevantes. En el mundo ha habido tres revoluciones: la navegación transoceánica; la revolución industrial, y la revolución digital. Las dos primeras fueron lideradas por Europa, pero la tercera no, y es un hecho nuevo en la historia económica. Esto nos debe obligar a unirnos porque, aunque ya no estamos en el epicentro, no podemos renunciar a seguir siendo un importante actor global.
F.R.: La historia de Europa siempre se ha caracterizado por la alternancia de competencia y equilibrio. Es fundamental mantener esas raíces que están en nuestro ADN, cualquier idea uniformista que pretenda eliminar la diversidad, fracasará. Hay que trabajar por conseguir un proyecto en el que la diversidad se respete y se valore, pero debemos ser conscientes de la necesidad de converger, sobre todo económicamente.
César Molinas y Fernando Ramírez Mazarredo, autores del libro 'La crisis existencial de Europa'.
Entrevista publicada en Executive Excellence nº146 mar. 2018.