Recortar sí, pero sin romper
La idea de un modelo competitivo actualizado para España es imprescindible dada la evolución demográfica, geográfica, política, social y económica del mundo que vivimos, aún reconociendo que cada vez es más difícil hacer predicciones.
Sin embargo, suponer que el nuevo entorno surgido tras esta gran crisis financiera va a obligar a todos y cada uno de los países a replantearse su rol en ese escenario frente a potencias que ya empiezan a caminar con paso seguro: Brasil, China, India y otros menos conocidos, no es una conjetura arriesgada.
Considerando esa suposición, deberíamos construir nuestras previsiones y nuestro modelo económico. En cualquier caso, incluso una mala anticipación sería mejor que no hacer ninguna, porque una crisis que no termina induciendo cambios fundamentales no habrá tenido ninguna utilidad. Y el cambio fundamental que debemos realizar es asumir un punto de vista más amplio, más a medio y largo plazo.
Las medidas adoptadas por el Gobierno no podían ir en otra dirección, pero cuando las políticas son al parecer tan contradictorias con otras anteriores, debería darnos una visión de conjunto, enseñarnos toda la foto. Los imprescindibles recortes de gastos no pueden hacerse sin haber elegido cuidadosamente cuál va a ser nuestro modelo económico, qué áreas queremos potenciar y cuáles queremos mantener o minimizar de cara a ese futuro inmediato.
La crisis financiera que hemos sufrido y aún padecemos, a pesar del esperanzador dato de crecimiento del último trimestre, no ha causado los problemas a los que nos enfrentamos, simplemente los ha sacado a la luz y, entre ellos, no cabe duda de que están reconocidos los de la falta de ese modelo económico competitivo.
Al igual que en la gestión empresarial tenemos más que nunca que minimizar los gastos y hacer sostenible en el tiempo un modelo de negocio, para gestionar nuestra economía hemos de hacer sacrificios de ahorro en nuestros gastos, pero al tiempo construir una economía sostenible y competitiva para que seamos más fuertes ante los envites de las próximas crisis como país, y como sociedad.
La fortaleza del viejo mundo ha de venir de las industrias de alto valor innovador. Todo lo que tiene que ver con la innovación pasa necesariamente por una mezcla inteligente de tecnología y talento. Y esa mezcla de tecnología y talento se llama investigación y desarrollo. No andamos muy sobrados en nuestro país ni de innovación, ni de talento (que siempre es escaso, por definición), ni de empleo, ni de productividad… y por eso resulta aún más sorprendente alguno de los recortes anunciados.
Lo primero que debe hacer el modelo competitivo de un país es asegurar que las necesidades de sus ciudadanos están cubiertas y es un mandato imperativo no sostener sino aquellas industrias que lo hacen eficaz y eficientemente, sin artificios. La industria de la investigación médica y de los medicamentos es una actividad empresarial singular y muy importante tanto para el estado de bienestar como para un estado que quiere basar su economía en la economía del conocimiento y en la sostenibilidad. Y al mismo tiempo, es el sector que más invierte en I+D en España, casi un 20% de toda la I+D de la industria española, el único que aumenta sus esfuerzo en I+D por encima del crecimiento de su cifra de negocio y el que más interacciona con el sector público investigador.
La industria farmacéutica tiene elementos en común con otras industrias: el entorno cada vez más difícil y competido, el riesgo inherente a cualquier actividad investigadora (no somos conscientes de que en I+D también existen las vías muertas, los fracasos, los rechazos y quien te gana por la mano después de haber invertido recursos e ilusiones durante muchos años), una fuerte regulación por parte de las administraciones, una enorme competencia con amenaza de productos sustitutivos permanentemente y está fuertemente globalizada. Por otro lado, también tiene otros rasgos más singulares que debemos conocer y tener en consideración, tales como: largos periodos de retorno a la inversión de I+D, la presión permanente de una sociedad cada vez más informada, nuevos retos y paradigmas como la biotecnología y la genómica y una gran proximidad a la vida cotidiana, a pesar de su singularidad e importancia, con una enorme responsabilidad y riesgo reputacional compartidos con pocas industrias.
Sin embargo, y siendo desconocido para el gran público, la industria de los medicamentos tiene una gran presencia en España, que es la 7ª potencia farmacéutica mundial y la 5ª europea, dando empleo directo a más de 40.000 personas, casi 5.000 de ellas trabajando específicamente en I+D, distribuidas en más de 250 compañías. Si tenemos en cuenta el empleo indirecto, entonces hablamos de un número mucho mayor: cerca de 100.000 personas.
Además, cada millón de euros de producción farmacéutica genera 2,3 millones adicionales de producción en otros sectores. Cada millón de euros de I+D farmacéutico genera 2,64 millones de euros de producción en otros sectores.
La productividad de la industria es de 91.600 euros por empleado, un 71% más que en el conjunto de la economía española. Y tiene futuro: La biotecnología ha surgido como una línea prometedora; algo más del 20% de los nuevos medicamentos proceden de la investigación biotecnológica.
El plan de austeridad era inevitable, está claro que debemos hacer un esfuerzo y ahorrar, pero en este esfuerzo debemos ser muy cuidadosos de no cargarnos nuestro propio futuro, especialmente en comparación con nuestros vecinos europeos o con Estados Unidos (el periodo de protección de patentes es inferior en España que en Europa; o el comercio paralelo que puede aparecer si los precios en España son muy diferentes de los europeos). Se pueden y se debe hacer cosas, entre ellas constituir un mercado único (como en tantos otros sectores) y 17 pequeños mercados regionales; convergencia en precios con Europa; pero siempre buscando un acuerdo entre las partes concernidas (Administraciones e industria farmacéutica) y la creación de un marco regulador que garantice el equilibrio del sistema (acceso a medicamentos innovadores, cuentas públicas y desarrollo industrial).
La crisis nos debe llevar a un camino de reestructuraciones y de reformas y si somos tenaces en esas apuestas, también será un camino de renacimiento. Las crisis nos obligan a hacer elecciones, y la más importante que debemos tomar es si vamos a cambiar para sobrevivir a esta crisis o vamos a adoptar una cultura de innovación y competitividad.
Necesitamos convertirnos en los arquitectos de nuestro futuro. Las grandes industrias, como la farmacéutica crean futuro, en lugar de simplemente limitarse a sobrevivir, y en este momento, España necesita también crear futuro, no sólo sobrevivir y pasar la crisis lo mejor posible: crear valor en lugar de destruirlo.
La reacción de las empresas puede ser distinta de la deseada, a ellas no se les pide que salven el mundo, sino que intenten salvarse ellas mismas. Estamos hablando de iniciativas privadas, que pueden tomar decisiones que luego pueden no tener marcha atrás.
El tiempo nos dará la perspectiva para juzgar cómo actuaron los gobiernos: sus buenas intenciones, pero también sus equivocaciones, sus sesgos políticos y su estrechez de miras. Las empresas deben entender que la salida de la crisis depende de ellas pero lo que cabe esperar de los gobiernos es que no cometan demasiados errores y sobre todo, que no dificulten el largo plazo de la economía, con sus prisas de solucionar los problemas del corto plazo.
Volverán tiempos mejores, pero las inversiones que expulsemos por miopía cortoplacista, ésas, no volverán.
Isabel Aguilera
Ex presidenta de General Electric España y Portugal
Socia directora de IMAN Coaching Empresarial
Artículo de opinión publicado por Executive Excellence nº70 may2010