¿Es la lucha contra el terrorismo la tercera guerra mundial?
Para definir lo que convencionalmente conocemos como guerra mundial, de manera resumida, diría que en las guerras mundiales se cumplen una serie de hechos: primero, hay una participación masiva de fuerzas armadas y una destrucción generalizada que es difícil de imaginar. Segundo, no se distingue entre población civil y combatientes.
Además, en las dos guerras mundiales se emplearon armas de destrucción masiva; pero sobre todo, lucharon entre sí muchos estados soberanos y existió una clara voluntad bélica derivada del deseo de imponer una serie de realidades políticas económicas y territoriales.
¿Existe alguna similitud entre la situación que actualmente vivimos con el terrorismo respecto de las Guerras Mundiales?
Podemos decir que, en términos convencionales, no existe ningún Hitler en el horizonte. Una transposición mecánica, entre la historia y la actualidad, es sólo eso, una transposición. No hay ningún país significativamente fuerte decidido a lanzar una guerra de agresión
¿Existen en el mundo problemas latentes y mal resueltos que podrían llevarnos a un conflicto generalizado?
La respuesta a esta pregunta es diferente. La vida internacional pasa por un momento de calma generalizada pero existen una serie de conflictos locales que, si aisladamente no podrían dar lugar a un conflicto generalizado, si no se actúa con cierto cuidado, podrían producirlo.
¿Existen vínculos entre estados y organizaciones terroristas del estilo de los que existieron entre Libia y movimientos terroristas o entre los talibanes y Afganistán?
Actualmente no, aunque hay una serie de zonas grises donde, de manera no tan directa, se apoyan a elementos terroristas; ahí están Hamas y Hezbollah para demostrarlo. Hay otros estados que sin apoyar directamente movimientos terroristas, sin embargo mantienen toda una serie de actitudes que suponen una comprensión directa o indirecta de los terroristas. Por otro lado, hay otra categoría de estados, los estados fallidos (que sólo tienen de estados el nombre, como Somalia), y que tienden a estar compuestos precisamente por aquellos que evaden la disciplina estatal.
¿Hay una guerra declarada contra el terrorismo?
Aquí tenemos un problema semántico. Que duda cabe que después del 11-S se ha hablado sistemáticamente de la guerra contra el terror con un contenido principalmente militar. Los europeos hemos preferido hablar de la lucha contra el terrorismo, para mí más omni-comprensivo; yo no creo que podamos hablar de una guerra contra el terrorismo (o de una guerra mundial contra el terrorismo) con todas las consecuencias antes descritas. Lo que sí es evidente es que los terroristas sí la han declarado al mundo civilizado conocido, que es el mundo que no participa de sus convicciones y que incluye una parte significativa del mundo islámico. No olvidemos que los primeros, pero no los únicos, en sufrir los embates del terrorismo han sido los países islámicos. Con independencia de que nosotros nos sintamos o no afectados, los terroristas han declarado la guerra contra el mundo secular que ellos rechazan. Hay que tener en cuenta que los terroristas harán todo lo posible para producir una cadena de acción y reacción, cuya consecuencia final sea la guerra e incluso el caos.
Han conseguido cosas que a veces no registramos en la evolución lenta de nuestras vidas diarias. Se han endurecido enormemente las condiciones de seguridad. Basta con que recordemos como se producían los viajes transatlánticos antes y después del 11-S, o las limitaciones de libertades ciudadanas en ciertos contextos. Se han forzado debates, en todas las sociedades abiertas, sobre la libertad y el orden, y cuales son exactamente los porcentajes que las sociedades están dispuestas a soportar en cada uno de los dos términos.
Estoy convencido que la calidad democrática no se ha visto irremediablemente comprometida por esas limitaciones de libertades ciudadanas. Una inmensa mayoría de las poblaciones que han tenido que someterse a esa limitación de las libertades lo han hecho gustosamente en función de la necesidad de mayor seguridad y de la lucha contra el terrorismo.
¿Afecta a todas las sociedades de la misma manera?
No todas las sociedades lo viven de la misma manera ni son igualmente sensibles al terrorismo; hay sociedades que están más endurecidas por las experiencias previas. Para EEUU, en cambio, fue la primera vez que recibieron un golpe directo. También los terroristas han ido produciendo alteraciones en los comportamientos políticos y electorales de las sociedades; ahí está el 11-M para demostrarlo. Nosotros sabíamos que ETA podía seguir matando, pero ya no estaba en situación de alterar el comportamiento democrático de la sociedad Española. Tuvimos que comprobar, por primera vez en la historia de un país occidental y como consecuencia de una acción terrorista directa, como los comportamientos políticos y electorales de una sociedad se habían visto radicalmente alterados. Si el terrorismo tiene capacidad para alterar los comportamientos electorales de una ciudadanía nos estaríamos enfrentando a una guerra con otras características. Desde este punto de vista hay que recordar que toda la sistemática de la legislación internacional se está viendo forzada a considerar que los actores de la vida internacional ya no son únicamente los estados. El derecho internacional clásico está siendo rebasado, en algunos sentidos, por una serie circunstancias, y precisamente una de ellas es el terrorismo.
¿Qué escenarios podrían derivar en un conflicto generalizado? ¿Cuáles son los puntos calientes del mundo?
De una forma puramente descriptiva (sin valoraciones), los escenarios serían:
Taiwán. Este país, con su particular estatus en la vida internacional, es un estado a determinados efectos pero no lo es a otros, como la reivindicación China sobre él. Taiwán no es miembro de la ONU, aunque tiene una capacidad de decisión interna grande y por otro lado tiene una capacidad de representación internacional limitada.
La tensión existe subiendo o bajando según de las circunstancias. Taiwán tiene una capacidad militar y China no ha renunciado a la eventual utilización de la fuerza para incluir a Taiwán en el conjunto de la soberanía China. Si China decidiese la invasión de Taiwán, tendríamos un posible casus belli.
Otro tema delicado, aunque últimamente parece haber encontrado vías esperanzadoras de pacificación, es el caso de Cachemira. Desde el punto de vista diplomático tanto India como Pakistán han entrado en un periodo de congelación para no alterar el “status quo”, pero no hay que olvidar que ambos países son miembros extra-oficiales del tratado de no proliferación nuclear.
En tercer lugar estamos ante la posibilidad de que Irán se dote de armamento nuclear. Está claro, a estas alturas, que Irán no está buscando únicamente dotarse de medios pacíficos para la producción de energía, sino que tiene una agenda que acaba con el arma nuclear. La declaración ulterior de Irán (que esperamos no se produzca) como potencia nuclear, tiene una capacidad desestabilizadora tremenda. Primero, porque es presumible que Irán no se dote del arma atómica a efectos demostrativos, sino a otros, y segundo porque produciría un “efecto demostración” donde otros países, como Egipto se preguntarían: ¿Por qué yo no?
Respecto a Corea del Norte, estamos inmersos en un proceso diplomático, que esperamos tenga un final feliz. En caso que fracasase la reacción de los japoneses, como directamente amenazados, podría hacer que decidiesen dotarse del arma nuclear lo que a su vez produciría unos efectos desestabilizadores en la relación con China, dando lugar a un escenario complejo.
Un escenario que tiene un cierto grado de control (y también de descontrol) es el Oriente Medio. Contemplábamos hace pocos meses la renovación de la guerra entre Israel y Hezbolá (más que el Líbano). Si la situación en Oriente medio llegase a sufrir un empeoramiento significativo tendríamos un escenario de conflicto eventualmente generalizado.
La potencial disolución de Irak es otro punto caliente. Muchos argumentan que Irak ya está disuelto pero todavía podemos imaginar cosas peores, como la creación de un estado Kurdo que provocaría una respuesta por parte de Turquía. En un escenario inferior estarían los elementos del PKK en el Kurdistán que puede generar enfrentamientos.
En el escenario Iberoamericano no hay preocupaciones “terminales” pero tentaciones populistas de intervención directa en asuntos internos de países limítrofes tendrían capacidad de generación de conflicto.
Tenemos escenarios poco conocidos, pero preocupantes para sociedades como Tailandia, Filipinas e Indonesia, donde hay graves problemas de inestabilidad social y política consecuencia del terrorismo.
Por último, están los estrechos de Malaca que permiten el paso de los petroleros desde Oriente Medio hasta los mercados de Extremo Oriente (fundamentalmente Japón y China). Los estrechos podrían verse bloqueados con la utilización de elementos explosivos pequeños, y eso traería consigo problemas de subsistencia energética a China y Japón.
Además no quisiera olvidar un escenario, no localizado geográficamente, que es el que los terroristas se doten de armas de destrucción masiva (químicas, biológicas o nucleares). Hasta ahora no se ha producido, pero un atentado de estas características tendría efectos terriblemente desestabilizadores, sobre todo si se llegase a demostrar que los terroristas tuviesen alguna relación con un estado identificable.
¿Podría profundizar un poco más sobre los motivos por los que Irán busca ser una potencia nuclear? ¿Podría ser el Sarajevo del Siglo XXI?
Cuando digo que Irán no sigue un proyecto nuclear a efectos demostrativos, no afirmo que haya un intento de utilización concreto, pero si existe el intento de desarrollar una doctrina uso que, al final, es lo mismo. Si se produjese este escenario, sería catastrófico. Podría ser el Sarajevo del siglo XXI: Un país con una imagen inestable, dotado de armamento nuclear, en una zona volátil. Aunque las grandes potencias pueden adoptar la decisión de mantenerlo localizado, podría adquirir unas dimensiones que no lo permitiese. Si se produjese un ataque a Israel, los EEUU se verían obligados a intervenir y el escenario sería de catástrofe.
¿Quiere todo esto decir que vivimos en un mundo peligroso?
Yo no quisiera que, de esta descripción y respecto a los focos de conflictos, fuésemos a deducir que la situación es catastrófica. La situación no es catastrófica porque afortunadamente, y a diferencia de lo que ocurría en la Primera y la Segunda Guerra Mundial, en este momento no hay ninguna gran potencia con un afán “aventurero”.
Vista la situación global desde la ley internacional y a través del Consejo de Seguridad y los miembros permanentes del mismo (así como los diversos equilibrios que se están estableciendo en la vida internacional), y a pesar de que estamos todavía acomodándonos al post sovietismo, es evidente que ni los EEUU (dígase lo que se diga), ni Rusia, China Francia o Inglaterra pueden ser calificadas como potencias con afán aventurero; no obstante, en los márgenes de estas potencias, se producen toda una serie de eventos: en el caso de Taiwán, claramente afectando a China; en el caso de Irak, afectando a EEUU, en el caso del Caúcaso afectando Rusia, donde se podrían producir también algunas zonas de conflicto eventuales.
¿Qué es lo que debemos hacer en estas circunstancias, más allá de las tradicionales actividades diplomáticas
Lo primero que debemos hacer para luchar activamente contra el terrorismo, es no excluir ninguno de los medios que tenemos a nuestro alcance. Hay que utilizar los medios adecuados en función de las circunstancias. No se trata de utilizar los medios militares siempre, como tampoco exclusivamente los policiales. Se deben utilizar los adecuados, combinando fuerzas armadas, medios policiales y medios de agencias del orden así como medios de inteligencia.
¿Qué es lo que podemos hacer para luchar eficazmente y atajar el terrorismo?
Para responder a esta pregunta, quisiera contar lo que hacemos desde la ONU que es fundamentalmente un sistema legal que pretende, por parte de todos sus miembros, el seguimiento de determinadas normas de comportamiento y que tiene como referencia la ley y el derecho.
Lo que intenta la ONU es implantar una serie de normas de comportamiento entre en sus estados miembros para luchar eficazmente contra el terrorismo: Los medios legales, la criminalización del terrorismo y lucha contra su financiación. También apoya la cooperación internacional en el control de las fronteras y la cooperación entre agencias de Inteligencia. Esta es, básicamente mi obligación y mi trabajo para el consejo de seguridad. Procurando que los 192 estados miembros cooperen entre ellos.
Sin embargo, en la ONU nos encontramos con una frustración: día a día vemos que los atentados y las victimas siguen siendo los mismos. En los tres años que llevo aquí he llevado un cómputo estadístico y no he visto un incremento significativo, pero tampoco una disminución. La política de cooperación internacional, básica y necesaria, no produce el último efecto final que debería ser el cese de la actividad terrorista.
Tenemos que tener en cuenta que, frente al terrorismo, no caben medidas intermedias; o se previene e impide o asistimos a los funerales de las víctimas.
Creo que tenemos que ir unos pasos más allá y ponernos en la mente de los terroristas. Tenemos que evitar que los terroristas manden; conseguir que las sociedades, donde por alguna razón se produce esa terrible manipulación de las mentes humanas haciéndoles creer que están autorizadas a matar o a morir matando, desaparezcan.
Hay medidas que se van tomando lentamente, como la resolución del Consejo de Seguridad (adoptada después de los atentados de Londres) contra de la incitación de los actos de terrorismo. Es un terreno delicado. En algunos países occidentales ir en contra de la incitación puede ir en contra de la “sagrada libertad de expresión”. Pero no podemos aceptar que se permita la justificación de actos de violencia. Eso está, relativamente, en nuestras manos (sabemos quienes y como incitan) y tenemos que utilizar los medios legales a nuestro alcance para evitarlo.
En el entorno de la educación tenemos que evitar la incitación al odio y a la violencia. Hay que abrir un dialogo, claro y respetuoso, con las sociedades Islámicas. Al final son esos países quienes más lo sufren. Esto no es una cruzada en contra del Islam más aún siendo quienes propugnan estas actividades minoritarias dentro del Islam.
Por otro lado, existen determinadas líneas de pensamiento (cada vez más minoritarias) que argumentan que los terroristas proceden de determinadas condiciones desfavorables para la evolución de la personalidad humana, bien por opresión política o porque sufren condiciones materiales insoportables. En los últimos años se ha puesto de relieve que no hay una relación estadísticamente demostrada entre la pobreza y el terrorismo, más bien al contrario. Y la afirmación que “ellos hablan en nombre de los pobres” no resiste el menor análisis lógico. Cierto que determinadas condiciones sociales de desesperación y miseria llevan a la violencia, pero esas situaciones sociales han de ser tratadas con independencia a que se produzca terrorismo. Tenemos que buscar la solución a esas situaciones existentes, pero no sólo porque produzcan terrorismo, sino porque son injustas en sí mismas. Además, evitaríamos que los terroristas aludieran a esas situaciones para justificar sus actos.
En la ONU, hace unos años se hablaba de las “causas profundas del terrorismo”; en la actualidad esta formulación ha derivado a una nueva: “causas que eventualmente pueden conducir a la expansión del terrorismo”.
No estamos en la III Guerra Mundial, pero casi. Y si queremos evitarla necesitamos una panoplia de actitudes, medios y sistemas que incluyan a todos los elementos sociales y no únicamente a los gobiernos. Creo que esta guerra la podemos y debemos ganar porque, más allá de nuestras vidas personales, está en juego todo un sistema de civilización basado en nos valores que la sociedad occidental ha ido depurando en los últimos 2000 años y que está basado en el reconocimiento de la dignidad de la persona como individuo, en la existencia de instituciones democráticas y en el respeto a las leyes del mercado, que son precisamente todos aquellos elementos que los terroristas quieren destruir. Al final, no se trata de la destrucción de nuestras vidas sino de la destrucción del alma colectiva que ha hecho posible que tengamos las sociedades más avanzadas y más libres que ha conocido nunca el hombre.
Don Javier Rupérez, Ex Subsecretario General de la ONU y nombrado en 2004 Director Ejecutivo del Comité Antiterrorista de la ONU. Diplomático de carrera, embajador en Washington 2000/04, en la OTAN 1982/83 y ante la Conferencia de Seguridad y Cooperación Europea (Madrid). Ha sido embajador en: Addis Abeba, Varsovia, Helsinki, Ginebra. Director General del gabinete del ministro de Asuntos Exteriores, Diputado por Cuenca, Ciudad Real y Madrid y senador por Castilla la Mancha entre el 1979 y 2000. Condecorado con la gran Cruz de Isabel La Católica.
Actualmente es Cónsul general en Chicago.
Publicado en Executive Excellence nº44 sep07