Avanzando en la formación para la dirección
Partiendo del convencionalismo cierto y generalmente aceptado de que la dirección ha de poseer una visión global de la empresa, no es menos cierto que la frenética evolución del contexto empresarial obliga a un constante rediseño de su perfil profesional.
En escenarios donde la competencia presiona, donde los condicionantes macroeconómicos, geopolíticos e interculturales delimitan las nuevas fronteras de los negocios, se hace necesaria una continua redefinición de los planteamientos estratégicos para adaptarse a las enormes exigencias de los entornos inciertos y cambiantes.
Por ello, la visión estratégica ha de constituir necesariamente una característica intrínseca de la función directiva, pero es cierto también que la dirección ha de verse inmersa constantemente en un proceso de toma de decisiones ante situaciones que son consecuencia de la implementación de las estrategias y que se sitúan en su “terreno de juego”.
La creatividad, el dinamismo, el sentido de la anticipación, la conducción de personas, a veces algo de trasgresión (por qué no), son atributos necesarios para conducir el cambio y dotar a la estructura de la suficiente flexibilidad, polivalencia y capacidad para dar respuesta al mercado, en un marco ético y deontológico que siempre debe estar presente en la praxis directiva.
A partir de aquí, cabe plantearse: ¿a la dirección se le forma o se le ayuda o asesora ante situaciones concretas? Entendemos que ambas visiones deben estar presentes en la metodología de la formación directiva. Es necesario adquirir, complementar y/o actualizar el marco teórico, pero es tanto o más importante trabajar con este perfil una casuística práctica asimilada a su cotidianeidad, provocando una reflexión profunda y aportando otras visiones que puedan enriquecerle y facilitar su proceso de toma de decisiones.
Se hace necesario diseñar la formación para ayudar a la dirección a que afronte las situaciones propias de su ámbito profesional con objetividad. Pero, ¿no es la objetividad una ficción? Sin duda, ya que un mismo escenario empresarial puede ser diagnosticado y tratado de manera distinta, introduciendo inconscientemente en las decisiones el factor emocional. Por lo tanto, la formación ha de contribuir a acercar lo más posible a esa ficción que es la objetividad.
El enfoque de la formación directiva ha de apoyarse en un mix de aptitudes y actitudes, en el que el componente actitudinal debe tener un mayor peso específico. El aspecto práctico de la formación ha de basarse en una constante provocación de la reflexión, que debe verse favorecida por la interacción y las aportaciones de todos los actores que intervienen en la escena formativa.
A nuestro juicio, la formación de la dirección no debe estar basada en una metodología monolítica, sino que deben conjugarse diversos criterios metodológicos que favorezcan y potencien el “comportamiento directivo”. Aquí está el quid de la cuestión, es decir, en ese conjunto de atributos que configuran una “forma de hacer” que marca la distancia entre la decisión, las emociones y la subjetividad.
Cobra, por tanto, especial relevancia la riqueza metodológica, dado que siempre se puede asociar una situación propia del ámbito directivo con un escenario formativo metodológicamente distinto.
Utilizaremos el método del caso para una situación en la que haya que decidir o evaluar; el role play para aquellas situaciones en las que sea necesario escenificar; el benchmarking para conocer diferentes alternativas que han devenido en éxito; podrá trabajarse el desarrollo de habilidades propias del management desde la vivencia mediante sesiones out door; se consensuarán y extractarán conclusiones mediante dinámicas de grupo conducidas, etc. En definitiva, se trata de poner en escena diferentes metodologías de trabajo que impriman a la formación una dinámica muy asimilada al día a día de la dirección.
Por último, incidir en que, a nuestro juicio, la formación del directivo debe enfocarse desde las decisiones cotidianas propias de su función. La visión estratégica debe ser protagonista, pero conviviendo con otras actuaciones y decisiones de carácter más táctico que necesariamente han de adoptarse como consecuencia de la operatividad de las estrategias.
Jesús Arranz Afuera, director de Programas Executive y director del Programa Integral de Desarrollo Directivo (PIDD)
Artículo publicado en Executive Excellence nº78 feb11