Sucedáneos de amistad
El mundo directivo se caracteriza por la confluencia de tensiones de diversa índole en todos los frentes: con los empleados, con los clientes, con los proveedores, con los accionistas... Eso, en cierto modo, es lo que justifica muchas veces las diferencias de sueldo entre unas personas y otras que ocupan diferentes peldaños de una organización.
Por este motivo, es fundamental que el directivo mantenga una actitud de equilibrio en cualquier batalla ya que cuando no se logra –algo más que frecuente– da lugar a consecuencias negativas –mayores o menores según la gravedad del desequilibrio– tanto para el propio ejecutivo en forma de patologías como en los demás que las tienen que padecer.
Sin embargo, alcanzar y mantener ese equilibrio no resulta nada sencillo. Para conseguirlo el ejecutivo necesita cada cierto tiempo tomar distancia para liberar tensiones, quitarse las máscaras, relativizar y contemplar la realidad más allá de la lógica mercantilista que suele dominar el día a día para luego volver a la brega con más frescura.
Habitualmente, la familia y los amigos son los dos ámbitos a los que se acude para refugiarse y oxigenarse. Hoy me detendré en el segundo de ellos: la amistad, que pienso que es la palabra más falsificada y manoseada del diccionario. A cualquier cosa se le llama amistad. Todo el mundo proclama las bondades de la amistad –en esto coincidimos todos–, sin embargo, cultivar una amistad verdadera y auténtica no resulta nada sencillo. Hay mucho «sucedáneo» de amistad.
¿Qué distingue una verdadera amistad?
1. Intercambio de intimidades: Cuando la relación se basa exclusivamente en hablar de fútbol, coches o cine –cosas todas que están muy bien pero que no bastan– la amistad se agota pronto. Ana Frank, en su Diario, escribe: «Tengo a mis parientes, a mis tías, que son muy buenas, y un buen hogar. Al parecer no me falta nada, salvo la amiga del alma. Con las chicas que conozco lo único que puedo hacer es divertirme y pasarlo bien. Nunca hablamos de otras cosas que no sean las cotidianas, nunca llegamos a hablar de cosas íntimas. Y ahí está justamente el quid de la cuestión». La amistad es, ante todo, intercambio de intimidades; abrir las puertas de nuestra morada interior y dejar que el otro pase, lo que implica dejar al descubierto la cara menos amable que todos tenemos. Cuando se accede a la intimidad de las personas –de cualquiera– uno comienza a descubrir el lado más oscuro de cada individuo. Esto sucede con frecuencia en las parejas. Tras esa fase de «enamoramiento transitorio» en el que todo parece maravilloso, la convivencia deja al desnudo nuestras carencias. No hay que flagelarse, sino aceptarlas como parte inseparable de la condición humana y gestionarlas de la mejor manera posible. No es sencillo, desde luego. Dicen que un amigo «es la persona que sabe todo de ti y aun así continua siendo tu amigo».
2. No juzgar: o lo que es lo mismo la aceptación de la persona tal y como es. «No liberes al camello de su joroba –afirmaba Chesterton–, podrías estar liberándolo de ser camello». Respetar la individualidad del otro –única e irrepetible– es imprescindible para que una buena amistad cuaje. Intentar esculpir y amoldar a otra persona según nuestra forma de ver el mundo representa una de las mayores faltas de respeto a la dignidad humana. ¿Cuántas de sus amistades le aceptan tal y como es dejándole que sea Vd. mismo sin juzgarle sus decisiones? Pocas, seguro. Son contadas las ocasiones en las que uno tiene la oportunidad de ver personas que observan la realidad sin emitir juicios de valor; sin categorizar las cosas en «bueno» o «malo». Es curioso como hay personas a las que conocemos de mucho tiempo y apenas sabemos cosas de ellas; y otras a las que con pocas horas de conversación nos hacen sentirnos cómodos y les abrimos (nos abren) nuestra (su) cara más personal. El motivo es sencillo: hemos encontrado un interlocutor que nos acepta tal cual somos sin juzgarnos. Conviene recordar que la cercanía no se mide por la distancia física que existe entre individuos sino por la empatía para comprender a quien se tiene delante.
3. Discreción: Hay personas a las que por mucho afecto que se las tenga no se las puede contar nada trascendente, porque la lengua les pierde e inmediatamente se corre la voz de lo que uno les ha confesado. Así es muy difícil construir una amistad sólida ya que siempre hay que estar midiendo muy bien lo que se dice y hace, lo que obliga más a hablar de temas «banales» que de otros «sustanciales». En alguna ocasión se ha dicho que «un amigo es aquel delante del cual se puede pensar en voz alta». Aquella persona que a la media vuelta no va a hacer de altavoz de nuestras palabras y sentimientos. Saber guardar un secreto es un aspecto clave en cualquier relación entre amigos.
4. Generosidad: que supone pensar más en el otro que en uno mismo. La amistad es exigente, demanda sacrificios y, sobre todo, renuncias. No se puede andar con prisas y mirando el reloj. Las palabras de Martín Descalzo son esclarecedoras: «Ser un buen amigo o encontrar un buen amigo son las dos cosas más difíciles del mundo porque suponen la renuncia a dos egoísmos y la suma de dos generosidades. Suponen, además y sobre todo, un doble respeto a la libertad del otro y esto sí que es casi pedir un milagro». William Shakespeare también iba por idénticos senderos: «El verdadero amigo te socorrerá en la necesidad, llorará si te entristeces, no podrá dormir si tú velas y compartirá contigo las penas del corazón». Generosidad es eso, ceder parte uno –en tiempo, dinero, agenda...– para dárselo al otro.
5. Reciprocidad: La amistad actúa en doble sentido, de otro modo, acaba por diluirse. Sin reciprocidad no hay amistad posible. Es la ley del «dar y recibir» que se retroalimenta. Es el «hoy por ti, mañana por mí». Si cuando te necesito acudo a ti, pero cuando tú me necesitas me escabullo, hay una especie de «traición» que acaba afectando a la relación. No se trata de hacer algo esperando un retorno a cambio, pero sí que cuando surja la ocasión también la otra parte se implique. Quizás es una de las características más difíciles de poner en práctica, porque no todo el mundo «se da» del mismo modo. Hay gente más espléndida y personas que lo son menos. No todo el mundo tiene el mismo concepto de amistad. Esa diferente contabilidad no es sencilla de administrar. Ser comprensivo con la distinta naturaleza de cada ser humano ayuda bastante.
6. Cercanía en la adversidad: La amistad, como casi todas las cosas valiosas, hay que ponerla a prueba; florece o se desvanece en épocas difíciles. Samaniego lo explicitaba bien: «En casa pequeña y camino largo se conoce al amigo». El siguiente cuento lo refleja bien:
«En cierta ocasión un campesino, su caballo y su perro caminaban lentamente por una calle polvorienta. Después de un largo recorrido el hombre se dio cuenta de que los tres habían muerto en accidente. Todos sentían la fatiga por la extensa travesía realizada cuesta arriba, y estaban sedientos. Quiso el destino que en una curva muy iluminada encontraran un portón de mármol que permitía ver una fuente de donde brotaba agua fresca y cristalina. El caminante se dirigió al guardia que cuidaba la entrada y con su garganta seca dijo:
– ¡Qué hermoso lugar! ¿A dónde hemos llegado, amigo?
– Esto es el cielo, respondió el portero.
– ¡Qué suerte! –exclamó el visitante–. Tenemos mucha sed, ¿podemos pasar?
– Usted puede entrar y beber a su gusto, indicó el cuidador señalando a la fuente.
– También mi caballo y mi perro necesitan agua urgente, agregó el labriego.
– Lo lamento mucho. Aquí no se permite la entrada de animales, concluyó el guardián.
El hombre se sintió muy desafortunado. Realmente tenía mucha sed. Sin embargo, alcanzó a “darse cuenta” de que no podía abandonar a sus amigos. Era incapaz de salvarse solo dejando a sus acompañantes sin ayuda. Decidió no beber y seguir la marcha junto a ellos. Con la sensación dolorosa que le proporcionaba su sed y la enorme fatiga, llegaron al rato a un nuevo sitio. Aquí la puerta estaba semiabierta y permitía ver un sendero bordeado de flores y buena sombra. Un hombre se encontraba recostado, como dormitando, con un sombrero inclinado sobre los ojos.
– Buen día, saludó el caminante. Estamos con mucha sed; mi caballo, mi perro y yo hemos hecho una larga travesía.
– Buenos días, devolvió el saludo solícito el hombre sacándose el sombrero. Hay una fuente en aquellas piedras, el agua es excelente y pueden beber a voluntad.
Los tres saciaron sus necesidades y al retirarse el hombre agradeció:
– Muchas gracias. ¡Qué bien nos sentimos, parece nuestra casa!
– Por favor, vengan cuando quieran.
– A propósito, ¿cuál es el nombre de este lugar?
– Cielo.
– ¿Cielo? Pero si el guarda del portón de mármol me dijo lo mismo.
– No amigo, aquello es el infierno.
– Sin embargo, esta información falsa debe estar creando serios problemas de comunicación entre los visitantes, terribles confusiones.
– Todo lo contrario, le explicó el hombre. El infierno nos hace un gran favor. Allá quedan aquellos que son capaces de abandonar a sus amigos por salvarse».
7. Gratitud: Un conocido empresario me decía en una ocasión: «La virtud más difícil de encontrar es la de agradecimiento. Hay mucha gente que es capaz de jurar en falso por no dar las gracias». ¿Por qué ocurre esto? Porque se ve la solicitud de ayuda como un rasgo de debilidad, y como el ser humano es orgulloso, le cuesta admitir su fragilidad y sus carencias. Hay que reconocer y aceptar nuestros límites para avanzar, de otro modo quedamos estancados. Eso de «esto lo he conseguido yo sin ayuda de nadie» es un cuento chino. Todos somos receptores de una mano tendida, ya sea material, emocional o afectiva. Nos complementamos con los demás que nos hacen crecer y ser mejores. Solos no somos nadie, por eso «es de bien nacidos el ser agradecido» con aquellos que nos facilitan la existencia.
8. Escasez: No se puede tener una biblioteca de amigos. Es de sentido común. La amistad exige tiempo y el tiempo es escaso, y si se está con unos no se puede estar con otros, sobre todo, si de intimidades se trata, que exigen tratar los temas con calma, sin premuras ni urgencias, a fuego lento, y de manera confidencial y no en grupo. Conviene distinguir entre amigo, conocido y compañero de asueto. El primer calificativo hay que ganárselo.
9. Justicia: Muchas veces la amistad es una argucia que se utiliza para obtener determinados privilegios que ponen en aprieto y comprometen a la otra parte. El verdadero amigo siempre se pregunta: «¿Es justo y honesto lo que pido?». Si para preservar la amistad hay que traicionar a la verdad, algo falla. Aristóteles decía: «En defensa de la verdad hay que estar dispuesto a sacrificar incluso realidades que nos son muy queridas (...). Aunque verdad y amistad son dos realidades profundamente apreciadas, siempre hay que optar por la primera».
10. Eterna: «La amistad que concluye nunca fue verdadera», recordaba San Agustín. Así es. En sus comienzos, o posteriormente, pudiera parecer que iba viento en popa, pero seguro que había intereses ocultos que la adversidad –la prueba de fuego– ha dejado al descubierto. El inversor Warren Buffet decía: «Sólo cuando baje la marea sabremos quién estaba nadando desnudo». Una amistad de verdad sobrevive a cualquier temporal.
En definitiva, en un mundo como el del gobierno de organizaciones en el que las tensiones se suceden, es fundamental no perder el equilibrio. Una de las fórmulas más eficaces para conseguirlo es la de la amistad; sin embargo, cultivar una amistad verdadera, sólida y auténtica es una labor de alquimia que hay que cuidar. La cosecha merece la pena. Como afirma el dicho: «Quien tiene un amigo, tiene un tesoro».
Francisco Alcaide Hernández
Asesor de empresas, coach, profesor, conferenciante y escritor
http://franciscoalcaide.blogspot.com/
Artículo de opinión publicado por Executive Excellence nº68 mar10