Mary Anastasia O’Grady: Una visión de Latinoamérica
MERCADOS / NEGOCIOS / INVERSIÓN
Mary Anastasia O’Grady es editoralista y miembro del Consejo Editorial desde el año 2005 de The Wall Street Journal, diario en el que firma, cada viernes, la columna “Americas”, en la que analiza la actualidad económica, política y empresarial del continente.
Licenciada en Literatura inglesa por el Assumption College del estado norteamericano de Massachussets, Mary Anastasia O’Grady obtuvo el grado de MBA en gestión financiera en la Pace University de Nueva York. Su carrera profesional se inició en el mundo financiero, como estratega de opciones para las firmas Advest y Thomson McKinnon y, desempeñando las mismas funciones, se integró en el equipo de Merrill Lynch. En esta compañía ejerció las funciones de gerente de Ventas y de Producto en las divisiones canadiense e internacional.
Se incorporó a la redacción de The Wall Street Journal en el año 1995, donde cuatro años después se convirtió en editorialista. Ha recibido numerosos galardones, entre los que destacan el premio David Gleaner de la Asociación Interamericana de Prensa (1997) y el Premio Bastiat de la International Policy Network (2005).
A mediados de mayo visitó la Fundación Rafael del Pino, donde pronunció la conferencia “Cómo el triunfo de las malas ideas emponzoñó la fuente de la prosperidad”, y tuvo unos minutos para atendernos.
FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: “La desigualdad producida por la libertad es el lugar por donde el socialismo ataca. Esta corriente intelectual, que predomina en Latinoamérica, es una de las causas por las cuales la región no puede alcanzar todo su potencial”. ¿A qué se refería con estas declaraciones?
MARY ANASTASIA O’GRADY: Lo que quería decir es que es importante hacer una distinción entre igualdad bajo la ley e igualdad de resultados. Por supuesto, el liberalismo clásico nos enseña que la igualdad ante la ley es necesaria. Es un derecho que todos tenemos. Ahora, en lo referente a la igualdad en los resultados conseguidos, creo que en Latinoamérica se producen posicionamientos peligrosos que limitan las posibilidades de que la región consiga prosperidad. El problema es que esta filosofía, esta idea, por la cual todos tenemos derecho a una igualdad en lo que respecta a los beneficios materiales que cualquier sociedad produzca, está en contraposición con la idea de la propiedad privada, la idea de que cada uno de nosotros –como individuos– tenemos derecho a los resultados de nuestro trabajo.
Todo lo que sabemos de las experiencias que se han vivido en el siglo XX es que, en países donde los individuos tienen derecho a los frutos de su trabajo (individuos que arriesgan, invierten capital y se comprometen en procesos de innovación…, las características de una cultura empresarial), los resultados son más positivos y las sociedades florecen. El poder disfrutar de los resultados del trabajo hace que tengamos interés en comprometernos con las actividades. En los países donde el entorno es tal que cualquier cosa que un individuo produzca ha de ser compartida de forma igualitaria con toda la población, tenemos como resultado una falta de innovación y de inversión. Estos países no tienen altos niveles de productividad.
Lo que quería decir con esa frase es que en países donde reina esa idea de “igualdad”, reemplazando la retórica de un entorno socialista (la tercera vía y todo eso), encontramos que la ideología socialista –tan centrada en la igualdad– no hace posible la coexistencia con una estructura de libertades individuales.
Hay que elegir, pero si escogemos la idea de redistribuir la riqueza para crear igualdad, al tiempo se tendrá una sociedad pobre e incluso, argumentaría, una sociedad empobrecida. Esto lo podemos ver en la bifurcación que se produce entre países de la región, donde hay algunos que han sido más respetuosos con la propiedad en el período de la década de los 80 (y también desde el aspecto monetario, donde la política del Banco Central está integrada en la protección de los derechos de la propiedad) que se encuentran en mejores condiciones, pues están empezando a formarse las clases medias en estos entornos. En cambio, en los países donde el foco ha sido la igualdad, vemos que no crecen a un ritmo parecido.
F.F.S.: Hablando de populismo y desigualdad, tiene usted una visión muy clara respecto de la Venezuela de Chávez. Parece prever que en el futuro se pueden producir escenarios muy conflictivos en el proceso de elección de un sustituto de Chávez. ¿Qué puede comentarnos sobre esto?
M.A.O’G.: Lo cierto es que no preveo que se produzcan situaciones positivas en el futuro, tal y como están las cosas ahora. La riqueza petrolífera es una de las causas que ha permitido a este personaje permanecer tanto tiempo en el poder. Esta riqueza está en manos del Gobierno y, mientras este sea el propietario de PDVSA y de sus petrolíferos, seguirá teniendo un tremendo poder. Cuando unimos a esto el hecho de que la Guardia Nacional es la que se está ocupando de los negocios de la droga (no tengo información de primera mano sobre esto, pero son muchos los que se están yendo de Venezuela hacia los Estados Unidos y testificando sobre lo que saben de este negocio), nos encontramos con que una potencial insurgencia contra esta dictadura es poco probable.
Además, los candidatos a su sucesión –dado que parece ser que su estado de cáncer es muy avanzado– no son particularmente buenos. Quizás el candidato de la oposición fuera el mejor para Venezuela, aunque no se parezcan en absoluto a un liberal clásico. Además liberaría a los prisioneros políticos de Venezuela, por algunos de los cuales me siento muy preocupada, como por ejemplo Iván Simonovis, antiguo jefe de la policía de Caracas y que está en prisión muy enfermo. No veo a Capriles ganando la elección, no porque no fuese capaz, sino porque dudo que sean unas elecciones justas y libres. De hecho, soy escéptica respecto del hecho de que haya elecciones si Chávez falleciese antes de estas. Tengo la impresión de que podrían cancelar el proceso electoral si esto ocurriese.
Muchos de los potenciales sucesores de Hugo Chávez son más extremistas que él mismo. Pienso que la Guardia Nacional tiene mucho que perder, y grandes inversiones ya realizadas, si un nuevo presidente decidiese luchar contra el narcotráfico y limpiar los estamentos militares. Por eso me preocupa que si Chávez muere sin nombrar sucesor se pueda producir una lucha por el poder… pero, ¿entre quién? Entre los civiles que le rodean, que son muy extremistas, o entre miembros de los militares, igualmente muy extremistas y que fueron puestos en su posición por Chávez. No veo que la poca clase intelectual moderada, civilizada, que queda en Venezuela y que mira hacia el futuro, suba a la superficie y ocupe el lugar de esta gente.
Si volvemos la vista atrás, a tiempos de Pérez Jiménez, y vemos cómo acabó su Gobierno, nos damos cuenta de que la población salió a la calle para protestar. Sin embargo, tiene que existir un rechazo abrumador contra Hugo Chávez, repito, abrumador para que esto suceda. No puede ser que Henrique Capriles gane solo por 2% y que, a causa de que Chávez robe esta victoria, la gente salga a la calle.
Parte del problema es que la gente que quiere echar al presidente no es la que está armada. Chávez ha importado grandes cantidades de kalashnikovs y se los ha entregado a las estructuras paramilitares que él ha creado. Hay mucha gente con armas en Venezuela, pero no creo que quienes luchan por un entorno liberal y democrático clásico las tengan, sino que están en manos de quienes defienden el actual statu quo.
F.F.S.: Hoy España está en la prensa de todo el mundo. Hace poco pudimos asistir en la Fundación de Rafael del Pino a una charla con cinco prestigiosos corresponsales extranjeros hablando de la imagen de España en el exterior. Compañeros suyos, de The Wall Street Journal, nos comentaban que si antes no tenían apenas conference calls con Nueva York, en la actualidad celebraban casi una al día. Desde España, tenemos la impresión de que no se nos considera en el contexto de forma correcta, pues exportamos más que Italia; de hecho, este año estamos creciendo en exportaciones más que en el 2011, e igualmente en otros aspectos, como el de las grandes compañías españolas en el exterior o la internacionalización. ¿Qué imagen tiene de cómo se percibe a España en Latinoamérica?
M.A.O’G.: Haría una distinción entre el sector privado y el público. Estoy de acuerdo en que hay mucho respeto hacia el sector privado. Los emprendedores españoles son considerados como jugadores muy competentes y serios. Muchas compañías españolas están en el primer nivel mundial. No puedo dar una respuesta precisa sobre cómo consideran a España los latinoamericanos, pues lo que realmente les inquieta son sus propios gobiernos; pero, como americana y desde la posición que ocupo como editorialista, lo que me preocupa de España es si existe de verdad el deseo de reestructurar la economía, de manera que el país pueda comenzar a crecer otra vez y a ser más flexible y dinámico, lo cual es un requisito para estar en el euro.
Una de las razones por que los países latinoamericanos, durante mucho tiempo, han apreciado la idea de imprimir billetes como locos era porque tenían economías muy rígidas. Importaron las leyes laborales de Mussolini a Argentina, lo que creó una economía inflexible, donde los empleadores no podían contratar y despedir en relación a lo que el mercado dictaminaba. Esto es devastador para la economía de un país. Ahora que España es parte del euro y Europa tiene un mandato muy claro respecto de la inflación, la única forma de hacer que esto funcione para España es tener una economía flexible, lo que significa profundizar más en las reformas laborales. Otro aspecto son los impuestos. Creo que los emprendedores deben poder operar en un entorno de baja regulación y bajos impuestos, de manera que tenga libertad para tomar decisiones en relación a la realidad del mercado. Me preocupa el aumento de los impuestos; España tiene uno de los niveles impositivos más elevados de Europa. Esto es devastador para el crecimiento empresarial, así como para la innovación y la inversión.
Todo esto, al final, termina relacionado con el sector público. Pienso que lo que al mercado le gustaría ver es que desde el Gobierno se reconociese que lo que en último término España necesita es crecer, si lo que desea es tener empleo y volver a los positivos años del final de los 90 y principios del 2000. Se necesita una economía más dinámica, y eso requiere de menos intervención pública y más libertad económica. Evidentemente, son muchas las cosas que hay que hacer, pero creo que los mercados se sentirían más cómodos si esta fuera la dirección. Cierto es que hay una oposición a lo que el Gobierno quiere hacer, y por eso es tan importante el liderazgo.
Soy consciente de la gran reforma laboral hecha a finales de febrero, pero tengo la impresión de que se está implementando de forma muy lenta. Desearía ver un impulso más efectivo hacia el liberalismo, en el sentido clásico del mismo. Quienes creemos en el liberalismo, percibimos que defender el libre mercado es políticamente incorrecto en estos momentos. Da la impresión de que hay que disculparse por pensar así, cuando moralmente para mí es un entorno mejor para organizar la sociedad. Me gustaría ver un apoyo más entusiasta de este modelo y la defensa de la moralidad del mercado, y no veo que esto esté pasando.
La semana pasada estuve en Chile, un país que ha hecho un verdadero milagro. Han creado un modelo que ha sacado a la gente de la pobreza y cambiado al país. Ahora el Gobierno de Sebastián Piñera parece que tiene que pedir disculpas por ello, porque hay desigualdades en el país. El hecho es que, desde una perspectiva moral y pragmática, el modelo es superior, y debería ser algo que fuese celebrado, y no un modelo por el cual hubiese que disculparse.
Cuando Hernán Büchi se presentó a las elecciones como candidato de Pinochet, obtuvo el 48% de los votos frente a una coalición muy dispar, y salió sin problemas tras un régimen que había creado un marco que no podría haberse dado con un gobierno socialista, y que permitió sacar al país de la pobreza.
F.F.S.: Hablando de Argentina, para España la nacionalización de YPF Repsol ha supuesto un fuerte impacto. ¿Qué opina de esta situación?
M.A.O’G.: Creo que, de lo ocurrido, hay una lección que España debería entender. Lo que pasó el año 2001 y 2002 en Argentina fue tan doloroso para la población que tuvo como resultado una reacción violenta contra el liberalismo. Eso es algo que hoy continúa. Cuando un país ha tenido una contracción tan fuerte, frecuentemente se produce un rebote. Cuando llegaron los Kirchner, pusieron en marcha una política que en lugar de ser un catalizador tras la crisis para realizar reformas estructurales profundas, se transformó en un diagnóstico erróneo que culpó al liberalismo.
La solución que se planteó fue volver a una estructura de la economía al estilo de los años 70, con un estado muy interventor y una menor libertad económica para los argentinos. Esto ha ido acompañado de un sólido crecimiento, cuando se rompió la convertibilidad y fueron capaces de devaluar –utilizando el mercado de la exportación para conseguir crecimiento–. No veo que esta situación se revierta hasta que el coste de estas políticas negativas que los Kirchner han puesto en práctica se vuelvan en contra del país. Será entonces cuando tengan que tener una educación económica, pero por el momento seguirán manteniendo entre la población la impresión de que las cosas funcionan.
Los Kirchner han utilizado un sistema provincial para mantener su popularidad. De hecho, Buenos Aires es muy anti-Kirchner. Han tenido, creo que ya no lo tienen, un gran apoyo de los sindicatos. La señora Kirchner ha impuesto lo que es básicamente un nacionalismo económico, que se basa en ir en contra de los extranjeros, echarlos y recuperar los recursos. Este tipo de nacionalismo tiene como contrapartida al socialismo.
La situación no es muy optimista y pueden pasar dos cosas: la economía se va a ralentizar mucho y es muy posible que tengan que realizar una importante devaluación. Ya han intentado controlar su moneda, pero los acontecimientos les están superando. Los economistas independientes dicen que la inflación real es el doble de la que el Gobierno afirma que existe. De hecho, este ha pasado a controlar la oficina de estadísticas que emite los datos de inflación, de modo que las dudas sobre los mismos son cada vez mayores. Estos dos aspectos son bombas de relojería esperando estallar. El problema es que no solo parece que vaya a continuar con esta política, sino que posiblemente profundice en ella, siguiendo el estilo de los gobiernos de Mussolini.
F.F.S.: Una de las historias de éxito es Brasil, pero ¿es Brasil un gigante con los pies de barro?
M.A.O’G.: El escenario es preocupante. Las clases medias brasileñas han estado creciendo, y esto es lo que a cualquiera que escriba sobre el desarrollo de la economía le gusta ver. Mi impresión con Brasil es que –y esto es aplicable a algunos países de la región– es sorprendente lo que se puede cambiar el perfil económico de personas normales si solo se hace una cosa: dejar de degradar la moneda. Haciendo exclusivamente esto, la población puede comenzar a adquirir riqueza. Hemos visto acaecer esto en México, que ha sido terrible, así como la realización de algunas reformas para aumentar la competitividad, que es uno de los problemas que ha tenido la economía.
Brasil ha hecho muy poco en el área de las reformas estructurales. Tuvieron el real en paridad con el dólar, y no fue sostenible. Cuando devaluaron, fueron capaces de evitar una espiral de inflación. Cuando Arminio Fraga fue al Banco Central, implementó ciertas medidas en él destinadas a hacerlo más transparente, para que los mercados pudiesen ver lo que hacía el Gobierno respecto de su financiación (si el Banco Central lo financiaba). Básicamente, hizo que fuera más responsable frente a la población brasileña. Lo que ahora me preocupa es que la independencia del Banco Central (aunque legalmente no son independientes, como es la Reserva Federal Americana) parece que se está erosionando. Algo está ocurriendo entre el Banco Central y el Gobierno, donde este último está interviniendo en el nivel de cambio del real. Para ser más precisos, el Gobierno está interviniendo en la gestión de la moneda.
Desde los años 60, Brasil quiso ser un gigante industrial, y lo logró. Crearon grandes industrias de manufactura en sitios como Manaos, en el Amazonas, y consiguieron vender al exterior dentro de una economía muy proteccionista. Además, contaban con un mercado interno inmenso. Hoy existen compañías brasileñas muy competitivas en el sector del petróleo, en la agricultura (como la soja), con una tecnología moderna y grandes tasas de crecimiento, pero el sector manufacturero interno ha estado siempre protegido y no es competitivo. Esto significa que cuando el real está fuerte, el sector manufacturero no puede vender ni dentro ni fuera del país.
¿Qué es lo que debería hacer el Gobierno? Debería ser consciente de que son una economía de recursos, y que las empresas que han estado protegiendo tienen que aprender a competir. Y nunca van a aprender mientras permanezcan en un entorno protegido. Uno habría esperado que Brasil hubiese encontrado una forma para permitir que este proceso ocurriese, pues hay muchas maneras de hacerlo, pero no ha sido así. Estas industrias ni siquiera son competitivas cuando los brasileños tienen dinero para comprar. Los brasileños no quieren comprar las manufacturas de Manaos. Quieren comprar mejores productos que provienen de otros mercados competitivos. Cuando esto ocurre, las empresas manufactureras brasileñas comienzan a perder dinero. Es entonces cuando van a hablar con el Gobierno y le piden que tenga una moneda más débil. Al mismo tiempo, el Banco Central se encuentra con un problema: la cantidad de divisas que está entrando al país debido al petróleo, al gas y a otros recursos, y la política de Bernanke no ha dado facilidades para prestar dinero. Esta situación hace que el real continúe apreciándose y las empresas internas tengan dificultades para competir, con lo cual continúan protestando al Banco Central.
Pienso que Brasil debería aceptar ser quien es. El emprendedor brasileño es extremadamente competitivo en el exterior. Deberían aceptar cuáles son sus ventajas competitivas y sus fortalezas. También creo que la manufactura brasileña podrá ser competitiva si se la fuerza a competir con el resto del mundo. Evidentemente, sería diferente de lo que es actualmente, pues muchas empresas quebrarían y nacerían otras nuevas. Una destrucción creativa.
Por estar inmersos en una lucha de monedas, Guido Mantega le protesta a Bernanke por lo que sufren a causa de la entrada de capitales en Brasil, cuando debería ser algo por lo que deberían felicitarse. El problema es que el Gobierno está gastando muchísimo dinero para ganar las elecciones (el proceso de elección de Dilma Rousseff) y también está consiguiendo mucho crédito del Banco de Desarrollo. Esto no hace más que incrementar la presión sobre el real, y nos encontramos con un escenario donde el Banco Central quiere frenar la subida del real al tiempo que mantener la inflación baja, aumentando las tasas de interés que como resultado tienen atracción de capital. Si tenemos en cuenta la actual situación fiscal brasileña, el resultado va a ser un escenario inflacionista.
Si además añadimos el potencial de bajada de los precios del petróleo, el boom de las materias primas puede desaparecer y, si este es el único factor del cual dependen para ser competitivos, mucho me temo que puede producirse una burbuja.
Brasil tiene dificultades fundamentalmente en sus aspectos fiscales, relacionadas con la imposibilidad de reformas, son dificultades razonadas con el tamaño del Estado, pero se meten en problemas con las leyes laborales que han sido capaces de reformar, con lo cual volvemos al principio: la necesidad de reformas estructurales que no han hecho. Han estado disfrutando del boom del mercado de las materias primas, pero no han hecho sus deberes. Gracias a que tiene un mercado interno muy grande, ha podido salir adelante frente a otros más pequeños que no han podido superarlos, pero sería deseable que en tiempos de bonanza, cuando se pueden afrontar estos problemas, lo hicieran. Si se produjese una burbuja, todo aquello relacionado con el liberalismo sería considerado culpable, otra vez.
F.F.S.: ¿Y cómo ve la situación en Perú, México y Colombia?
M.A.O’G.: En el caso de México, es innegable lo positivo que ha resultado ser el Tratado NAFTA, que ha servido para abrir la economía y ha permitido que los consumidores adquieran productos de entornos no locales, y de mejor calidad-precio. Pero hay más cosas que pasan cuando se abre una economía; hay todo un cambio político. Tanto las ideas como los bienes y servicios fluyen, y México –aun cuando no ha hecho muchas cosas importantes que debe hacer y este es un año de elecciones, con lo cual será difícil que las haga– tiene una clase media creciente que se atribuye esencialmente la apertura económica, sobre todo el sector retail. Personas de Chiapas que durante siglos dormían en camas de paja ahora compran colchones, por cierto en Wall- Mart. Que haya una clase media creciente significa que esta va a demandar más de su Gobierno.
Perú vive con el riesgo de la burbuja de las commodities, pero en diferentes segmentos de la población las cosas van prosperando. Fujimori abrió la economía, y esa apertura (a pesar de todos sus otros errores) ha sido instrumental en el cambio experimentado en Perú. Además Omala, quien tuvo esta retórica nacional y socialista durante tantos años, no ha cambiado las cosas, en parte debido a lo abierta que está la economía. Argentina no era una economía abierta cuando fue golpeada por su última crisis. Había hecho otras cosas, como la ley de convertibilidad, pero nunca había abierto la economía (Mercosur era eminentemente una unión aduanera, y no un área de libre comercio). Esto es fundamental en un proceso de secuenciación de reformas, pues abrir la economía es de tremenda importancia, no solo por el flujo de bienes sino también por el de ideas.
Si hay algo que realmente me preocupa en la región es la lucha contra la droga. Mi visión personal es que la prohibición de las drogas ha sido una política muy perniciosa para Latinoamérica. Añadiría además que me parece una política inmoral, porque la moralidad que nos enseñan de jóvenes en nuestros entornos religiosos es que tenemos que aceptar la responsabilidad de nuestras propias acciones. No podemos imponerlas en otros. La guerra entre las drogas dice que nosotros, los Estados Unidos, tenemos un problema de consumo de drogas, y que ellos, Latinoamérica, serán responsables de ello. Esto está mal, y el resultado –aparte de los aspectos morales– es que desde una perspectiva práctica vemos los mismos resultados que se vivieron en Estados Unidos con la prohibición del alcohol. Lo único que hace el prohibicionismo, cuando existe la demanda, es que el crimen organizado se transforme en algo tremendamente poderoso, que ha abrumado literalmente a las instituciones en estas democracias débiles. Me preocupa mucho América Central. Creo que el nuevo presidente guatemalteco entiende la dinámica de esta situación, y por eso intenta cambiar la guerra contra las drogas, pues es incompatible con una sociedad libre.
Entrevista publicada en Executive Excellence nº93 jun12