Ángel Gabilondo: filosofía del liderazgo
Ángel Gabilondo es catedrático de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que fue rector. Tras ser presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, fue ministro de Educación desde abril de 2009 a diciembre de 2011. A continuación, se presenta un resumen de su intervención en el programa “Transformational Leadership”.
“Sócrates sostiene que quien no se gobierna a sí mismo, no puede gobernar una ciudad. Es decir, el gobierno y el cuidado de uno mismo es una de las claves determinantes para poder ser mínimamente agradables, no digamos inolvidables. Para ser agradable es muy importante no gustarse mucho pero sí quererse mucho, porque quien se gusta demasiado y no se quiere es desagradable. Y peligroso. Efectivamente, esto es algo bastante complicado, pero en eso consiste este asunto: en aspirar a ser alguien sencillo, que no simple. La plenitud de una persona es la sencillez, que no está exenta de algunas complejidades, contradicciones, confusiones y dudas.
El liderazgo también consiste en no ser de cualquier manera, a cualquier precio o por encima de cualquier cosa. Los honores, los poderes y la riqueza, como expresan los grecolatinos, no pueden ser los valores del liderazgo. No estoy diciendo que el líder no tenga una ambición, pero sin avasallar de cualquier modo y a cualquier precio.
El buen líder es el que hace crecer. Pocas cosas hay más hermosas que crecer junto a otros. Hay gente capaz de construir en su entorno, y otra experta en secar, en aniquilar; seres a los que todo lo que se les propone les parece imposible, inadecuado, inviable… ¡Huid de ellos!
Tampoco está mal ser honrado. Es decisivo. No piensen que siendo honrado es imposible tener éxito. Busquen la honradez con energía, intensidad, firmeza y emoción, para hacer crecer no solo a los demás, sino también para dar lo mejor de sí mismos. Todos somos capaces de hacer crecer en nosotros algo bueno, y además se puede ejercitar, porque uno es, en gran medida, su obrar.Busquen la honradez con energía, intensidad, firmeza y emoción, para hacer crecer no solo a los demás, sino también para dar lo mejor de sí mismos
Les propongo expresar ese cuidado y cultivo de uno mismo, como sostenían los griegos, en la forma de andar, de vestir, de conversar, en la higiene personal, en el modo de resumir el día al concluir la jornada, de pensar en el morir, de vérselas con otros, de relacionarse con el propio cuerpo, en la satisfacción de las necesidades de una manera razonable… Es decir, en una serie de prácticas que implican la vida entera y que buscan que, al acabar el día, uno pueda decir, como Séneca, “hoy he vivido”.
Para esto, les planteo algo que está en El Sofista de Platón: aprender a ver no solo con nuestros ojos. Según El Sofista, hay una modificación de la noción de ser, porque advierte del no ser. No ser es un modo de ser, es el discurso del otro, es el otro. El no ser es la existencia del otro y ha de ser incorporado, no simplemente negado. Para ser un buen líder es importante tener esta voluntad y desear. Si no se desea, no se llega a nada.
No hay que confundir el deseo con las ganas. Desear es empezar por no aceptar lo dicho, lo hecho y lo dado como algo definitivo, inexorable, y además inmejorable. Desear es arrancarse, sustraerse, no limitarse a lo ya dado o dicho, sino desiderare (desprenderse, desvincularse de los sidera, los astros). Algunos se ríen de quienes eran capaces de hacer augurios mirando a los astros, cuando ellos hacen hoy lo mismo mirando a los hechos. Donde está el deseo también está el peligro del desastre.
El liderazgo es la capacidad de organizar, y no tanto la de ordenar. Esa organización convoca una serie de mecanismos y de procedimientos; pero gobernar es preferir, elegir y decidir. ¿Por qué mecanismos se prefiere, elige o decide? Desde luego, las grandes decisiones de la vida se hacen por la vía de la argumentación y nunca por la vía de la demostración, la cual lleva a una conclusión a través de una serie de premisas. La argumentación se sostiene en buenas razones que conducen a un espacio, el espacio de una decisión. La argumentación obliga a una decisión. Cicerón decía que son tres las grandes decisiones de la vida: con quién vivir, a qué dedicar la vida, y si hemos de empeñar la vida en una guerra y en cuál.La capacidad de padecer y verse afectado es fundamental en un buen líder
Las cuestiones fundamentales de la vida están en el ámbito de la argumentación. Es hermoso encontrarse con personas que ofrecen buenas razones, argumentos, porque siempre dan espacio para la decisión. Sin embargo, quien te lo demuestra te da la decisión hecha; no hay ninguna demostración que tenga interés si el sujeto no está implicado en el hecho mismo de la demostración. En cambio, la argumentación siempre lo es en relación con alguien, tiene en cuenta a quien escucha. La capacidad de ver y escuchar, de tener sensibilidad, de padecer, de verse afectado, es fundamental en un buen líder.
También lo es la capacidad de sintonizar, de encontrar el tono adecuado, de estar en una armonía de sonidos y sentidos, y pensar que perteneces al ámbito de lo que al otro le ocurre; es decir, que aquello que a ti te hace hablar al otro le hace escuchar.Las cuestiones fundamentales de la vida están en el ámbito de la argumentación. Las personas que ofrecen buenas razones, argumentos, siempre dan espacio para la decisión
En el líder, valentía y valía están a la altura. Pensar que un intrépido, un osado, un corajudo o un insensato son valientes es no entender nada. El arrojo no siempre obedece a una valentía, porque en el corazón de la sociedad actual preconiza el miedo; por lo tanto, el liderazgo es la gestión del miedo.
El verdadero coraje es el de estar dispuesto y además insistir, persistir y resistir, para eso sí que hace falta y viene a ser imprescindible. La coherencia es la máxima expresión del valor. La gente de verdad valiente es la gente coherente, la que insiste, persiste, resiste, y es capaz de hacerlo con prudencia, ponderación y mesura.
Ser pragmático no significa ser utilitarista ni estar prendado única y exclusivamente por la rentabilidad inmediata de las cosas. No hay que confundir ser práctico o pragmático con creer que algo solo tiene sentido si es inmediatamente útil. No hay que confundir el sentido de algo con su utilidad.
La libertad consiste en la capacidad de dar sentido. El sentido es fruto de la libertad del hombre, que es un donador de sentidos. Pero esta libertad solo se puede ejercer si uno empieza por liberarse a sí mismo. Por supuesto que el sistema educativo es mejorable, pero también lo es la capacidad de autoeducarnos, de ser capaces de desplegar y desarrollar las posibilidades que tenemos en nuestro entorno y de valorarlas.
A veces la preocupación por la actualidad nos impide pensar en presente. Esto tiene que ver con lo sostenido por Kant sobre la imposibilidad de vivir el afán de las noticias y de las novedades, confundiendo la novedad con la innovación. La innovación no es solo hacer otras cosas, sino hacerlas de otro modo y ser otro al hacerlas de otro modo, de tal manera que tus pensamientos son otra cosa, tú eres otra cosa y lo que ocurre también. Por tanto, la innovación no consiste en preocuparse solo por lo que pasa, sino en preocuparse también por lo que hace que pase lo que pasa, por hacer que pase otra cosa y por ver qué es lo que uno quiere que pase.
La mesura y el equilibrio consisten, en definitiva, en ser apto. Esto es, ser una persona que no habla a destiempo, capaz de estar en un contexto de una manera equilibrada, que no necesita lucirse permanentemente, que no está una y otra vez empeñado en ser víctima de la humanidad.El liderazgo de la palabra nos constituye como personas justas
El buen líder tiene mucho sentido del humor, lo que significa tener una cierta distancia respecto de lo que dice y respecto de uno mismo. Saber que lo que uno dice es discutible, y lo discutible entra en el espacio de lo deseable, en la participación de la palabra de todos (que no es patrimonio exclusivo de nadie); en el espacio en el que los demás también tienen cosas que decir. Por eso, el líder tiene capacidad de escuchar, incluso lo que algunos no dicen, escuchando no solo las demandas sino también las necesidades.
Y es precisa una pasión común. No es lo mismo ser gracioso que ser simpático. Compasión y simpatía son la misma palabra. La gente simpática es la que es capaz de sentir con el otro, de verse afectado con el sentir del otro, de tener la pasión compartida. El que no es simpático no puede liderar nada.
También está la capacidad de entrega, la generosidad, siendo la propia dignidad el límite. El liderazgo es una relación, el líder es para otros no para uno mismo, son ellos los que le eligen y reconocen.
El liderazgo es el fin del disimulo. No se puede ir por el mundo de líder sin serlo. Por eso la singularidad cobra tanta importancia, porque nadie dirá tu palabra, vivirá tu vida ni morirá tu muerte. Tú eres irrepetible e insustituible. Yo creo en el derecho a la singularidad, en el derecho a la diferencia (sin diferencia de derechos), en el derecho a desarrollar nuestras legítimas rarezas.
Les animo a que hablen desde sí mismos, pero no simplemente a los otros sino con ellos. El liderazgo de la palabra nos constituye como personas justas, y en eso nos distinguimos de los animales, y de los que son como animales. Los animales tienen voz, pero Aristóteles decía que solo los seres humanos tienen palabra. La voz sirve para expresar el gusto o disgusto, pero la palabra sirve para expresar lo justo y lo injusto, lo conveniente y lo inconveniente. Algunos solo hablan a voces, solo les gusta o disgusta lo que les ocurre, pero las palabras tienen que ser ajustadas.La mentira es, sobre todo, vivir lo contrario de lo que uno dice. El líder debe decir lo que piensa, vivir lo que dice y hacer lo que dice y piensa
La mentira es, sobre todo, vivir lo contrario de lo que uno dice. El líder debe decir lo que piensa, vivir lo que dice y hacer lo que dice y piensa.
Esto nos lleva a descubrir que los otros no tienen toda la culpa. Nietzsche decía que el fastidio es un estado que obedece a unas causas, eliminadas las cuales no se elimina el fastidio. Por lo tanto, dejemos de achacar a los otros la culpa de este fastidio constitutivo, de nuestra propia soledad, porque la soledad también es la ausencia de nosotros mismos, es la relación de uno con su propio vivir y su propio morir.
Leyendo a Platón en El Banquete, uno aprende que el amor no es sin más el movimiento que nos lleva del uno al otro, sino el movimiento que nos pone juntos de camino, en la dirección de algo otro. Nada une más que luchar por algo con alguien. Prefiero perder con otros que ganar solo; entre otras cosas, porque las victorias solitarias son el preludio de una soledad sin victoria.
El liderazgo es saber vincular, vertebrar, unificar… El líder no manipula voluntades, sino que las concita, las aglutina, hace causa común, y sabe dar visibilidad a un colectivo a través de la palabra, sabe dejar hablar.
El día que descubres que ser singular es de lo más común o, dicho de otro modo, que ser original no consiste en no ser como los demás, sino en ser quien es capaz de descubrir y de reconocer que eres como ellos; ese día defiendes a los demás como te defiendes a ti mismo, porque tienes una causa común, porque buscas el bien común y dejas de ser pretencioso.
En la gestión de las decisiones, no basta con estar convencido de algo, hay que ser convincente. Ser convincente es tener capacidad de mover, movilizar, motivar y emocionar. Los buenos argumentos nos activan; por eso es tan determinante motivar. Hay que compartir las decisiones importantes y tener el don de elegir.
En castellano, etimológicamente, a aquel que tiene el don y la capacidad de elegir se le dice elegante. Nada emociona tanto como el liderazgo desde la elegancia. Además, los líderes tienen que ser seres de referencia, no caudillos que se limitan a mandar, sino personas que tienen una influencia con su sola presencia. Son parecidos a lo que yo llamaría “seres horizonte”. Eduardo Galeano se pregunta para qué sirve el horizonte, y sirve para caminar. Yo me pregunto si esos seres de referencia son también atractivos para conducirnos contra el cortoplacismo, contra los que no son capaces de introducir el futuro en sus decisiones, contra los que –en política– piensan más en las elecciones que en las generaciones.
Estos contras se curan con la palabra “Humanidad”, que también está formada por quienes ya no están, no solo por los presentes. El líder es agraciado y agradecido con el pasado, con el legado; es capaz de pensar en quienes ya no están, es libre y creador para dar sentido, para generar y, además, responder a las necesidades a través de la responsabilidad. Y la Humanidad también está constituida por quienes no están todavía y los tiene en cuenta y considera a quienes están por venir. Abre perspectivas sostenibles.
Las consecuencias de las propias acciones deben ser asumidas por cada uno, hay que saber responder, dar una respuesta. No es líder el que se exculpa, se evade o se escapa. El buen líder no solo potencia la palabra de los demás, sino que también es el que dice “hazlo conmigo, a mi lado”.
Por último, la ética del líder. La ética es la creación de espacios de justicia y de libertad. La estructura de la Filosofía del Derecho de Hegel sigue tres pasos: los derechos abstractos son los que nos constituyen como personas, la moralidad es lo que nos hace sujetos de acción y de deseo; y la eticidad es la que nos hace miembros activos de pleno derecho de una comunidad. Creo que hemos de pensar si vivimos en un país donde hay mucha “moralina” pero poca ética. Conozco a muchas personas con un liderazgo moral pero no ético, incapaces de crear espacios de justicia y libertad. El líder tiene curiosidad ética, la curiosidad de ver si podemos pensar de modo distinto a como pensamos, si podemos ser otros que quieren ser; por eso, el líder siempre está inacabado. No está finiquitado, finado. Más vale ser íntegro que estar acabado. Esto es lo que se espera de un líder: integridad y coraje”.
El Campus de la Universidad Corporativa de Gas Natural Fenosa, en Puente Nuevo (Ávila), acogió en el mes de octubre la cuarta edición del programa “Transformational Leadership”, del International Center for Leadership Development (ICLD) de la Fundación CEDE. Se trata de un curso innovador donde, durante una semana, los participantes –directivos identificados como top talent por sus empresas, algunas de las cuales utilizan la asistencia a este programa como filtro indispensable para alcanzar posiciones de dirección general– reformulan su estilo de liderazgo a partir de la experiencia de intercambios inspiradores con expertos en diversos campos del conocimiento: empresarios, intelectuales, científicos, médicos, comunicadores, deportistas…
Gracias a esta visión multidisciplinar, los “alumnos” seleccionados se preparan para dirigir organizaciones líderes desde la inspiración, el ejemplo, el positivismo, el espíritu colaborador y el respeto, así como la aprehensión de la conveniencia de practicar estilos de vida saludables, todo ello amparado en una visión ética del liderazgo transformador.
En esta ocasión, una de las personalidades invitadas fue Ángel Gabilondo, quien compartió sus reflexiones sobre la filosofía del liderazgo.