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Credibilidad y ortodoxia en las políticas económicas

(Tiempo estimado: 9 - 17 minutos)

Ricardo Martínez Rico, técnico comercial y economista del Estado, es socio fundador (2006) y presidente ejecutivo de Equipo Económico desde 2008. Licenciado en Ciencias Empresariales por la Universidad de Zaragoza, es miembro del Advisory Board europeo creado por el presidente de la Patronal americana (US Chamber of Commerce of the United States) en Washington y miembro de diversos Consejos de Administración de sociedades españolas.

Desde el 2005, y a lo largo de todo un año, dirigió la Oficina Económica y Comercial de España en Washington, participando muy directamente en las negociaciones comerciales, el análisis de la economía americana y el apoyo a la empresa española en su entrada en el mercado americano, especialmente a través de inversiones.

Además en 2003 fue secretario de Estado de Presupuestos y Gastos dentro del equipo del vicepresidente económico Rodrigo Rato y del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, continuando con la política de consolidación de las cuentas públicas. Como secretario de Estado dirigió un equipo de más de 3.000 personas y elaboró cuatro leyes fundamentales para la consolidación del equilibrio presupuestario en España. 

El pasado 30 de marzo participó, junto a Pedro Solbes y Luis de Guindos, en la primera conferencia del ciclo “La España del Nuevo Decenio”, una actividad desarrollada por la Fundación Mutua Madrileña, en colaboración con la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón. Poco después de su intervención, estuvimos con él.

FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: Desde la perspectiva general, todo el mundo piensa que estamos viviendo una crisis global, pero creemos que la problemática es un poco más profunda, que nuestra crisis local es muy superior al impacto de la crisis global. ¿Hasta qué punto la solución está en nuestras manos, y no fuera, donde la estamos buscando? Si tenemos 3,6 veces la deuda del PIB, ¿podremos salir? 

RICARDO MARTÍNEZ RICO: Sí, España tiene capacidad para salir, y además la solución está en nuestras manos. Mi tesis es que cuando España combina estabilidad económica (esto quiere decir estabilidad presupuestaria, de precios, de la cuenta corriente...), con reformas (del sistema financiero, del mercado de trabajo, del sector energético, de la fiscalidad...) y apertura (es decir, al mismo tiempo nos abrimos al exterior, por ejemplo a través de la unión económica y monetaria con el resto de Europa o de una mejor y más predecible regulación sobre la inversión extranjera), le va bien; es decir, la combinación de esos tres elementos, bien gestionados y de manera simultánea, siempre nos ha funcionado.

Si nos fijásemos en una serie larga de 30 años, veríamos ciclos importantes en donde se han combinado esos tres elementos, con mayor o menor ímpetu, y en los que España ha tenido un crecimiento diferencial sobre Europa, por encima de la media y generando empleo.

Por el contrario, si nuestra política económica abandona estos objetivos, añade un déficit por cuenta corriente del 10% del PIB en un momento de una crisis financiera internacional muy grave -como la que ocurre en la segunda parte de 2007- y no reaccionamos a tiempo o lo hacemos erróneamente, nos vemos mucho más afectados. 

A esto se suma que, en un momento en que no hay financiación, cuando familias y empresas reaccionan y se aprietan el cinturón, el sector público (atendiendo por supuesto a los compromisos ineludibles, como los relacionados con el desempleo) comete decisiones incorrectas que afectan al gasto público y generan despilfarros importantes. Alguno dirá que las instituciones financieras internacionales reclamaban un poco más de gasto, que había que aplicar políticas keynesianas de gasto público, etc., pero hacer justamente eso en un momento en el que desaparece la financiación conduce a que el sector público absorba los pocos recursos disponibles y expulse al sector privado de la actividad económica.

F.F.S.: Si las familias y el sector empresarial se ajustan, y el sector público hace todo lo contrario, el impacto diferencial es mucho mayor…

R.M.R.: Eso es lo que está ocurriendo. En España se da un impacto más fuerte que en otros países, porque teníamos un exceso de endeudamiento importante, materializado en ese déficit de la cuenta corriente del 10%. Segundo, cuando nos llegan las primeras señales sobre la necesidad de un ajuste, nosotros no lo hacemos. De hecho, las decisiones relevantes para ajustar el gasto público se iniciaron hace unos meses, con los primeros pasos para la reestructuración de nuestro sistema financiero. 

A mi juicio, el principal problema de la economía española sigue siendo la financiación, porque nos retrasamos tres años en la reforma financiera. Comparar la foto de las cajas de ahorros ahora con la de hace diez meses da una idea del cambio. Acometer un proceso de saneamiento del sector público, también acelerado, es una obligación adicional. Por la reacción del gasto público y sus estabilizadores automáticos ante la crisis -y creo que también por decisiones incorrectas en su gestión-, nos situamos con un déficit del 11,2% en 2009. Se dan por tanto una serie de factores: impacto mayor, por nuestro nivel de endeudamiento, y retraso en la aplicación de las reformas. Si, inicialmente, esto fue causado por la situación económica internacional, luego se agravó por errores de diagnóstico y gestión particulares. 

F.F.S.: De hecho, países vecinos de la UE, como Alemania o Francia, están saliendo bastante bien. ¿Qué falla en España?

R.M.R.: En general, la media europea está reflejando un moderado crecimiento económico. España, sin embargo, va rezagada. Hace unos días, estando en Pamplona, se publicó la contabilidad regional del primer trimestre del año, y resultó que Navarra estaba en cabeza del crecimiento con un 1,2% de incremento del PIB. Cuando el mayor crecimiento es tan débil, ¡cómo será el menor! El crecimiento navarro no recibía ningún impulso de la demanda interna, que estaba en atonía total, como en el resto de España, sino que estaba basado totalmente en su sector exterior. Las Comunidades Autónomas que muestran más vitalidad: Navarra, Madrid y el País Vasco, lo consiguen gracias a la demanda exterior. 

Hay partes del mundo que están funcionando muy bien: América Latina, donde están volcadas nuestras empresas; Estados Unidos; Alemania (el 80% de nuestro comercio exterior es con Europa Continental), Asia, donde tenemos una presencia más limitada aunque creciente, gracias en parte al interés asiático por nuestra posición en América Latina y Estados Unidos. Nuestra demanda interna, tal y como señalan los indicadores de desempleo, la caída de ventas del automóvil, viviendas, de los bienes de consumo duradero, la reducción del crédito... está en completa atonía. A mi juicio, por un problema de confianza muy importante. Si no hay confianza, ni consumes ni inviertes.

F.F.S.: ¿Cómo han contribuido las reformas planteadas hasta la fecha a la reactivación de la economía y la recuperación de la confianza?

R.M.R.: En la segunda parte del año pasado vimos cómo muchos de los procesos de reestructuración empresarial se detuvieron, quizá por el gasto público desmedido de Estado y Comunidades Autónomas, quizá porque estaba la reforma laboral en marcha y el mundo empresarial estaba expectante sobre la profundidad de las reformas; sin embargo, fue comenzar el año 2011 y otra vez se ha producido un ajuste del empleo muy intenso en todos los sectores: infraestructuras, energía, financiero... Además, la reforma laboral ha introducido incertidumbre adicional a la hora de elaborar y explicar los expedientes de regulación de empleo, lo cual no está facilitando la mayor flexibilidad del mercado de trabajo español. 

La experiencia demuestra que cuanto más sencillas sean las reglas económicas mejor, cuanto más simples mejor, tanto desde el punto de vista de la estabilidad presupuestaria como del mercado de trabajo. Si no dejas clara la definición, es imposible conseguir el objetivo de la reforma laboral, que en mi opinión era dar certidumbre, estabilidad, permitir -con las oportunas garantías- que en momentos difíciles haya flexibilidad en el mercado de trabajo. Los alemanes lo han hecho así y, a pesar de atravesar un año 2009 con una intensa reducción de su crecimiento económico, el impacto en su mercado de trabajo fue insignificante en comparación con nuestro país. Nosotros pasamos de una tasa de desempleo del 8% al 20% en 18 meses, en tres semestres. Eso no hay quien lo soporte, no sólo desde el punto de vista social, tampoco desde el presupuesto. Al final, una gran parte del gasto público se desvía a las prestaciones o subsidios por desempleo (el gasto por desempleo y los gastos financieros absorben en torno a un 50% del gasto del Estado).

Sin olvidarnos de la destrucción de tejido empresarial, de pyme, y ése no es un daño coyuntural, sino de medio plazo para el conjunto del país.

A pesar de todo, también hay razones para conservar cierto optimismo. Existen grandes fuerzas de fondo que han cambiado la economía española: una de ellas es la internacionalización de nuestras grandes empresas, que está aguantando porque un porcentaje muy elevado de su negocio lo tienen en el exterior. En EE.UU., tenemos grandes compañías en infraestructuras, renovables, sector financiero, ingeniería o agroindustria. En estos momentos, nuestro tejido empresarial tiene invertido en el exterior una cifra cercana al 50% del PIB español.

Alguien dirá que la actividad en el exterior no tiene impacto en nuestro país, pero ningún presidente de estas compañías mantendría sus headquarters aquí -con números tan elevados y cualificados de personas-, si vendiesen de manera insignificante en España. 

F.F.S.: Sí, pero desgraciadamente el porcentaje sobre el PIB de la gran empresa respecto al tejido empresarial de pymes está bastante desequilibrado.

R.M.R.: Nadie cuestiona que quien realmente crea empleo es la pyme, pero yo lo intento ver desde el punto de vista positivo: dado lo complicado que está el mercado doméstico, hay muchas empresas –también medianas– que están internacionalizadas. Eso, obviamente, es bueno para ellas y también por la gran multitud de sus proveedores domésticos.

Ese tejido de pymes tan relevante necesita la vuelta a la normalidad de la financiación y las reformas. Un mercado laboral flexible, costes energéticos competitivos, fiscalidad favorable, apoyos a la I+D y a la internacionalización… son clave para generar en ellas capacidad competitiva y confianza.

F.F.S.: Comenta que las reglas, cuanto más simples mejor. Es difícil aplicar eso en un país con 600 normativas distintas para colocar una antena de telefonía, entre otros ejemplos. Algunos apuntan a la normalización europea como solución a este problema, ¿cuál es su opinión?

R.M.R.: Creo que Europa siempre nos ha servido de ancla para estabilizar la economía; bien es cierto que en ocasiones también la Europa Continental se ha olvidado de ser referencia de estabilidad. Si hay miembros rezagados, que no hacen los deberes o que se retrasan en la reformas, la estabilidad del conjunto sufre.

España había apostado por ser un miembro de estabilidad económica –y es un socio relevante–, porque es un mercado amplio y desarrollado, que podría contar con reglas simples y estables; por eso es importante que contemplemos el mercado en su conjunto (como 47 millones de consumidores potenciales), porque si empezamos a trocearlo, España no pasará de ser un mercado residual para los grandes inversores, tanto los españoles como las multinacionales. 

España debe seguir avanzando hacia un mercado único suficientemente homogéneo y con gente bien formada (creo que una buena educación es la mejor política social), hacia un marco legal estable y favorecedor de la actividad emprendedora. En este sentido, hemos progresado y cada vez hay más conciencia de que quien crea empleo es el empresario, el emprendedor. 

F.F.S.: Pero la realidad es que, en España, emprender sigue siendo complicado.

R.M.R.: España está madurando lentamente al respecto. Hay que facilitar el trabajo a las políticas económicas, conseguir una normativa homogénea, financiación adecuada, fondos de inversión que apuesten por las ideas... Tampoco debemos olvidar que, hace 25 años, la idea del emprendedor no estaba introducida en nuestro país tal y como empieza a desarrollarse ahora. Tenemos mucho talento, pero hay que encauzarlo. En este sentido, debemos reconocer el buen trabajo realizado por nuestras escuelas de negocio. 

Las condiciones de vida en España son muy atractivas y, en general, el inversor está satisfecho, pero hay que procurar un entorno adecuado para todo tipo de emprendimiento. Debemos cuidar a los estudiantes de nuestras business schools, muchos de ellos altos directivos del mundo anglosajón, alemán o indio. Por eso, si hay países europeos que favorecen una fiscalidad para el fomento del emprendimiento, nosotros también; si hay países que mejoran los entornos educativos para este tipo de personas, nosotros también; si son necesarias normas que den estabilidad a los sectores donde trabajan, nosotros también… El mundo se ha vuelto muy competitivo y tenemos que estar a la altura. 

F.F.S.: Es usted una de las cinco personas elegidas por el presidente de la US Chamber of Commerce of the United States, como miembro del Advisory Board europeo, y –curiosamente- España es el único país con un asesor que no está vinculado con su Gobierno (sino en la oposición). ¿A qué se debe esto?

R.M.R.: (Risas). No lo sé, supongo que habría que preguntárselo a ellos. La propuesta se gesta en el primer semestre de 2007, cuando en EE.UU. surge la percepción de que hay que hacer todo tipo de iniciativas para reforzar el intercambio de ideas y la comprensión de Europa. Creo que, en un buen movimiento estratégico por parte del CEO de la US Chamber, Tom Donohue, éste decide crear un Advisory Board europeo. Luego eligen sus integrantes en función de distintos perfiles: el representante alemán es el CEO de Mercedes, el holandés es CFO en Philips… y piensan en tener un español. El deseo de tener un español es una señal muy buena, pues denota que hay una relación de negocios importante. En ese momento, ven a España con un buen comportamiento económico y con empresas líderes en sectores importantes (financiero, telecomunicaciones, tecnologías de la información, infraestructuras, ingeniería, renovables, agroalimentario, etc). Por eso piensan en considerar a un español. 

Las razones para incorporar a uno u otro no fueron políticas, se trata de un órgano con vocación de permanencia. Ellos querían tener inteligencia sobre lo que pasaba en Europa y sobre las relaciones económicas, financieras, internacionales, de modo que debían buscar a una persona que pudiese aportar. Y, en este sentido, yo tenía -y tengo- un perfil distinto y complementario, pues venía de una experiencia importante y exitosa en el sector público y una más reciente en el privado, también de gran utilidad.

F.F.S.: En su visita a España, Kenneth Rogoff quitaba “un poco de hierro” al tema de los impagos, como algo que ocurre de forma frecuente. Sin embargo, nos parece que la situación de la deuda global española, y más considerando el incremento de gasto de las Comunidades Autónomas en los últimos meses, es alarmante. ¿Nos salen las cuentas? 

R.M.R.: Para que salgan las cuentas es relevante que se diseñen y ejecuten presupuestos equilibrados, austeros por el lado del gasto para el Estado, las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos. Y, adicionalmente, reducir el riesgo país, esto es, el diferencial entre el bono español y el alemán. Desde 1995, hemos tenido 12-14 años extraordinarios de crecimiento económico y reducción, hasta la completa eliminación de la prima de riesgo.

En el 95 llegamos a 550 puntos básicos de diferencia sobre el bono alemán, y eso quiere decir que familias y empresas alemanas se financiaban a 10 años al 7,5 y nosotros al 13. Así no hay forma de que quede aire para pagar gastos ni para consumir, que es lo que entonces le sucedía al presupuesto público (y es lo mismo que le vuelve a suceder). Las empresas españolas salían a competir por el mundo con fuertes desventajas. Ahora estamos en 200 puntos básicos. Alguien dirá que es poco con respecto a los 550, pero lo significativo es el volumen y la comparación en términos relativos. 200 puntos básicos significan que, mientras los tipos de interés a 10 años para Alemania están al 3,5, para España están al 5,5, es decir, en términos relativos la diferencia es mayor.

Es fundamental eliminar estos 200 puntos básicos que, efectivamente, en la financiación supone un diferencial de tipos difícil de soportar. En cuanto se reorienta la política económica y se profundiza en políticas de estabilidad económica, de reconducción del gasto público y de reformas, la situación se empieza a reordenar.

Pero hay una condición adicional: crecer. España necesita ser más productiva en el trabajo y generar crecimiento, empleo y renta adicional para devolver la deuda. Primero, hay que eliminar el riesgo país, y crecer otra vez.

En estos momentos, los inversores internacionales todavía se cuestionan la capacidad española para devolver la deuda. Por eso, es imprescindible ser extraordinariamente creíble y ortodoxo en la ejecución de las políticas económicas. El reto es pasar del círculo vicioso al virtuoso. En 1996 fuimos capaces de hacerlo. Una reforma fiscal favorable para la inversión y el trabajo ayuda a que el emprendedor contrate más colaboradores, se reduzca la brecha fiscal de los salarios, los trabajadores puedan pagarse la vivienda y que, con el aumento del empleo, aumente también la recaudación tributaria y se saneen antes las cuentas del Estado. El círculo virtuoso se pone en marcha.

F.F.S.: ¿Cómo damos marcha atrás al incremento del coste público que tenemos desde 2002-2004 hasta hoy? 

R.M.R.: Ya fue posible entonces. En el periodo de 1996 a 2004, gracias a la austeridad presupuestaria, fuimos capaces de ir recortando el gasto, en términos de PIB. En esos años, la referencia se situaba en torno al 40%, y el crecimiento del gasto proyectado era menor a la evolución prevista para el PIB nominal. Ese presupuesto equilibrado facilitaba el crecimiento económico, al mismo tiempo que se hacían frente a las políticas sociales.

En definitiva, se trata de lograr un buen balance, a la vez que se mantienen estables los ingresos sobre PIB. Eso no quiere decir que los ingresos no suban, sino que en cuanto aumentan por encima de lo necesario es bueno hacer reformas fiscales. No hay Gobierno que se resista al aumento de los gastos si ve que los ingresos están creciendo muy por encima de lo previsto. 

Si generas confianza en la economía, las familias y empresas devuelven vía ingresos el crecimiento económico. 

El sector público no debe crear empleo, son las empresas las que tienen que generarlo. Yo soy de los que piensa que el Estado y las Comunidades Autónomas tienen mucho que hacer y a ellos les corresponde desarrollar determinado tipo de políticas, pero hasta un límite. El resto, si hay actividades que el sector privado puede desarrollar mejor, busquemos las fórmulas. Yo apuesto por la colaboración público-privado, pues es lo que permite tener contenido el gasto y volver a sanear las cuentas públicas.

En el 2007 podíamos pensar que España tenía capacidad para hacer frente a las contingencias derivadas de la crisis con cierta holgura, pero en dos años pasamos de un superávit del 1,9 ¡al 11,2 de déficit! No hay país de la OCDE con ese recorrido, España se ha situado al mismo nivel que países como Irlanda o Islandia. No puede ser. El exceso de déficit público es lo que ahora está restringiendo la financiación.


Entrevista publicada en Executive Excellence nº82 jun11

 

 


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