Salim Ismail: Los líderes frente al desarrollo tecnológico
LIDERAZGO / GESTIÓN
Salim Ismail es fundador y embajador de Singularity University, un centro educativo selectivo cuya misión es formar líderes usando la tecnología para solventar los problemas de la humanidad. La universidad nació en 2008 en Silicon Valley, contando con dos socios de excepción: Google y la NASA. Diplomado en Teoría Física y Computación por la Universidad de Waterloo, Ismail fue vicepresidente de Yahoo.
Recientemente visitó nuestro país para impartir la conferencia “Las tecnologías disruptivas y el futuro de España” en la Fundación Rafael del Pino, donde nos concedió la siguiente entrevista.
FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: El concepto de género en las estructuras donde trabajamos es importante, y su punto de vista al respecto es muy interesante. De hecho, vivió su infancia en un entorno matriarcal que siempre ha destacado (sus dos abuelas conocieron a Mahatma Ghandi y al Pandit Nehru; incluso una de ellas, frente a la partición de 1947, abroncó a Ghandi, para lo cual tuvo que cruzar en tren media India, algo no trivial entonces). Podría explicarnos cuál es su visión sobre la necesidad de cambiar el concepto patriarcal-social en el que vivimos.
SALIM ISMAIL: A lo largo de nuestra historia hemos ido de un extremo a otro, pasando de un arquetipo masculino a uno femenino, y no me refiero al género sino más bien a los patrones. El masculino está estructurado de arriba a abajo, es jerárquico y sigue un pensamiento lineal. El patrón femenino se basa en una forma de pensar participativa y colaborativa, que nutre a su entorno.
Durante los últimos siglos, el mundo se ha organizado alrededor de arquetipos masculinos estructurados, como las religiones judeocristianas, las corporaciones y el conglomerado industrial militar, que quizás sea el epítome de este modelo. Ahora estamos virando hacia una orientación femenina.
Para manejar la información, Internet utiliza un patrón participativo e interrelacionado. Claro ejemplo de ello es el movimiento de código abierto. La democratización de las tecnologías ha puesto de manifiesto que esta es la forma más adecuada para gestionar la evolución. La estructura piramidal no funciona bien en este proceso. Nos movemos en grandes ámbitos y con necesidad intensiva de capital. Cuando se tiene un entorno muy distribuido y de bajo coste, al que cualquiera tiene acceso, el estilo de aproximación colaborativo de Internet se muestra como la mejor manera para gestionarlo.
Actualmente, estamos observando un patrón de desplazamiento de un modelo a otro; un movimiento que, creo, se va a consolidar en las próximas dos décadas. En estos momentos, es esencial que este desplazamiento, que afectará a todo el mundo, se realice de una forma limpia y correcta, aunque desgraciadamente no suele suceder así.
F.F.S.: ¿Este desplazamiento afectará a entornos como Wall Street, o “Male” Street, como más de una vez lo ha descrito?
S.I.: Por supuesto. Por ejemplo, Oriente Medio tiene petróleo y se relacionan con él para poder acapararlo. Esta actitud es típica del patrón masculino –muy operativo desde una mentalidad de escasez– que, cuando ve algo que tiene valor lo utiliza como poder. Lo mismo sucede en Wall Street, donde todos intentan acaparar cuanto pueden.
Por el contrario, el arquetipo femenino, en entornos de abundancia, tiende a compartir y extender a su alrededor. Esto ocurre con la información, diseminada por la gente. De la misma forma que se está utilizando la información con patrones de diseminación, hemos de utilizarlos en otros ámbitos para alcanzar la abundancia en todos los dominios posibles y para todo el mundo. Lo ideal sería que ocurriese de una forma natural, con menos “fricción” que en la Primavera Árabe con la crisis financiera.
F.F.S.: Una de las comparaciones más interesantes que he podido escucharle es que la evolución de la tecnología supera la capacidad de la evolución humana. El ejemplo de las hormigas de fuego, antagonistas en Sudamérica, pero capaces de mutar y volverse colaboracionistas en entornos de abundancia como está sucediendo en su “invasión” a los Estados Unidos, es muy llamativo. ¿Las hormigas son capaces de evolucionar “más” que nosotros? ¿El obstáculo ante esta evolución tecnológica somos las personas?
S.I.: Ciertamente, somos nosotros. La mayor parte de la enormidad de cambios que hemos visto en el último par de décadas proviene de Internet y de los teléfonos móviles, de la movilidad. Solo en los próximos diez años, tendremos inteligencia artificial, robótica, biología sintética, impresión en tres dimensiones, big data, grandes descubrimientos en medicina y neurociencia… Vamos a experimentar niveles de innovación disruptiva diez veces superiores a los de las dos décadas pasadas; sin embargo, no estamos preparados, a nivel social, para este ritmo de cambios.
Todos los sistemas que utilizamos para gestionar nuestro mundo –sistemas de gobierno, políticos, de educación o sistemas legales, tanto de propiedad intelectual como de cualquier otro tipo– fueron diseñados para el mundo de hace uno o dos siglos. No están capacitados para soportar esta velocidad de cambio.
La Constitución de los Estados Unidos tiene grandes deficiencias, como la segunda enmienda respecto de las armas –un tema candente en la actualidad– u otras. Se tarda mucho tiempo en actualizar estas deficiencias. Tenemos que encontrar mecanismos para renovar nuestro entendimiento del mundo de una forma mucho más rápida de lo que se hacía en el pasado.
Un ejemplo dramático de la realidad es que, si hoy estás haciendo un máster en alguna de las áreas sobre las que impartimos formación en Singularity University –como neurociencias avanzadas, robótica o biotecnología–, cuando lo acabes, ya estarás obsoleto. Este hecho nunca lo habíamos vivido antes. Nuestra habilidad para enseñar una materia está limitada por la evolución que esta tiene. Por eso, debemos plantear nuevas formas para gestionar este problema.
F.F.S.: Comentaba que la capacidad de un portátil hace 10 años era la equivalente al cerebro de un mosquito; que hoy es equivalente a la capacidad de un ratón; en la próxima década, a la capacidad de un ser humano… y, en 25 años, se asemejará a millones de cerebros humanos. ¿Cómo afectará esto a las estructuras empresariales y a los recursos humanos que las integran?
S.I.: Creo que, a lo largo del tiempo, hemos sido capaces de realizar más trabajo por individuo. Nuestra productividad, la productividad de la mano de obra, ha aumentado de forma estable, sosteniendo una curva exponencial de crecimiento. Hace unos 100 años, comenzando desde la Revolución Industrial, un 55% de la mano de obra estaba focalizada en la agricultura. Hoy, el desarrollo de la mecánica ha sido tan grande que solo un 2% de la mano de obra se dedica a la agricultura, al tiempo que la producción se ha incrementado por diez. Este patrón se va a ver reproducido industria tras industria. Ahora bien, hasta cierto punto. Comenzará afectando al sector servicios, donde los sistemas automatizados de respuesta telefónica y los sistemas basados en inteligencia artificial podrán realizar diferentes trabajos. Es decir, estamos automatizando los niveles inferiores de la actividad humana.
Quienes antes estaban colocando tornillos en una línea de ensamblaje se han visto sustituidos por robots; de modo que, las personas ascenderán en la cadena de valor conforme sean capaces de realizar cosas imposibles de hacer por robots o por la inteligencia artificial, como el diseño o la creatividad. Esta será la dinámica que veremos, cada vez con más frecuencia, en el futuro.
F.F.S.: Entonces, es de suponer que, viviendo en este entorno de abundancia, los recursos humanos se posicionarán en roles diferentes a los actuales. ¿Cómo pueden gestionar las sociedades estos cambios, teniendo en cuenta que los desarrollos en tecnología genómica incrementarán la capacidad de la medicina y harán aumentar la esperanza de vida, afectando a los costes de sanidad y atención médica de una forma muy importante? ¿No crecerán los costes exponencialmente, de forma que sea imposible cubrirlos?
S.I.: El escenario parece complicado a ciertos niveles, pero hay diferentes dinámicas. Los costes médicos son hoy extraordinariamente altos; no obstante, creo que caerán. En las próximas dos décadas, se van a introducir avances y descubrimientos que harán que los costes de procedimientos médicos, que antes suponían cientos de dólares, puedan hacerse por sistemas de reconocimiento MRI a un coste mucho más bajo. Las dinámicas del mundo médico cambiarán de una manera bastante agresiva y rápida.
Hace un siglo, era necesario trabajar 18 horas al día para ganarse un sueldo. Hoy trabajamos ocho horas en la oficina y, si uno tiene la suerte de estar en Francia, posiblemente el tiempo de trabajo sea más reducido. Rápidamente, llegaremos a un punto donde solo se requiera un pequeño porcentaje de nuestro día para poder llevar comida a la mesa; mientras, podremos pasar el resto pensando, creando o de asueto.
Hemos visto esta evolución de un modo constante desde hace ya muchos años, y no existen razones que impidan pensar que, en el futuro, podamos dedicar una cantidad relativamente baja de nuestro tiempo al trabajo, dado que muchísima productividad está siendo exportada a las máquinas.
F.F.S.: Todo este entorno de mejoras sustanciales, ¿puede generar un gran incremento de la población?
S.I.: Creemos que la población del mundo no va superar el límite de los nueve mil millones de personas, algo que ocurrirá alrededor del año 2050. El proceso de estar más saludables y ser más ricos hace que tendamos a ser menos prolíficos. Esto lo podemos ver hoy en países como Japón, donde la población está cayendo.
F.F.S.: Por esta serie de razones, países como la India, ¿pueden jugar un papel predominante en el futuro? ¿Vamos hacia un mundo donde las zonas de influencia se van a redistribuir?
S.I.: A nivel de población, la India podrá ser un líder mundial pero tiene muchos temas que resolver, como el de las infraestructuras. Además, el proceso de decisiones dentro de las democracias es tremendamente lento, cuando entramos en una época que exige aceleración. Esto ha sido particularmente notorio en la crisis económica. Cuando ha habido que actuar rápidamente, los gobiernos han entregado la responsabilidad a quien podía tomar decisiones, como por ejemplo el responsable del Tesoro, en vez de implementar un proceso democrático, que hubiese sido muy lento. Por eso creo que también descubriremos interesantes cambios en el entorno político.
F.F.S.: Desde Singularity University, de la cual es usted cofundador, miran a un futuro distante, entre 5 y 10 años. ¿Cómo será?
S.I.: Estudiamos qué descubrimientos o avances serán comercialmente viables en el próximo lustro o en la próxima década. Es difícil pronosticar más allá. Hace diez años no teníamos redes sociales ni teléfonos móviles, tal y como hoy se conocen; de hecho, ni siquiera teníamos motores de búsqueda. Haber intentado entonces proyectar lo que hoy es la realidad es tremendamente complejo. Existe un espacio de incertidumbre que crece de forma dramática al avanzar en el tiempo. Hoy podemos vaticinar lo que nos puede pasar en tres o cinco años, pero la precisión se pierde a partir de este tiempo.
F.F.S.: ¿Cuáles son los objetivos que se plantean estimular en la Universidad, desde un punto de vista ético y moral?
S.I.: Cuando una disciplina o dominio está tecnológicamente activado o facultado, entra en un patrón de duplicación respecto a los cambios, que se duplican de forma anual o bianual.
En los últimos 20 a 30 años, la computación ha estado evolucionando con este tipo de curva. Ahora vemos cómo está sucediendo también en biotecnología, nanotecnología, robótica, medicina, neurociencia o inteligencia artificial; que están evolucionando muy rápidamente.
La pregunta que nos hacemos es si somos capaces de formar para solucionar esos grandes retos globales. También nos cuestionamos cómo educar a nuestros futuros líderes globales sobre estos problemas y qué hacemos con ellos.
Uno de los puntos de inflexión que vamos a alcanzar en la humanidad es el de la educación. Si estamos enseñando estas áreas de rápido cambio, necesitamos nuevos mecanismos para hacerlo, porque el sistema antiguo no funciona. Necesitamos actualizar las capacidades y muchas de nuestras estructuras sociales para poder mantener el ritmo.
La tecnología es un facilitador fundamental para el progreso humano; quizás el único. ¿Podemos educar a una nueva generación de líderes para que se encuentre cómoda con este entorno y ser capaces de apalancar estas tecnologías aprovechando la aceleración que generan? Nuestra generación de líderes está bastante obsoleta. Creemos que la próxima debe comprender mejor la evolución tecnológica.
F.F.S.: En el siglo pasado, el complejo militar industrial fue uno de los grandes motores de desarrollo de la tecnología (microondas, GPS, Internet…) ¿Cómo le afectará esta evolución, cuando sus objetivos son esencialmente la defensa militar, la dominación y el mantenimiento de las fronteras, tal y como están hoy?
S.I.: El primer cambio que se está produciendo es la evolución hacia la guerra automatizada. Hoy utilizamos aviones no pilotados para luchar. Por ello, morirán menos personas en la guerra que hace 50 años, pues esta automatización nos permite una capacidad de operaciones casi quirúrgica, golpeando exclusivamente lo que se desea, sin afectar a quienes antes eran “daños colaterales”. Solo hay ver el número de muertos desde la Segunda Guerra Mundial hasta hoy. Sigue siendo una tragedia, pero los ceros van cayendo.
El problema es que la automatización de la guerra no significa el final. Si le damos un arma a nuestro robot, los contrarios harán lo mismo; si lo haces más rápido, ellos también, y así sucesivamente. No es una buena carrera a seguir.
Esto nos preocupa. Creemos que las tecnologías que están saliendo de este ámbito han de ser utilizadas de forma constructiva. Nosotros nos servimos de los aviones no tripulados para transportar medicinas y alimentos en uno de nuestros proyectos.
F.F.S.: Una de las contraindicaciones del uso de las tecnologías en la juventud es la tendencia a hacer menos ejercicio y a disminuir su capacidad de interacción social. ¿Cómo podemos afrontarlo?
S.I.: Nosotros estamos centrados en los niveles de la Educación Superior, enfocados en los futuros líderes del mundo. Somos conscientes de que existe una problemática con la generación más joven, y no sabemos realmente cómo resolverla. Sin embargo, también es cierto que las generaciones nuevas siempre han hecho las cosas de manera diferente a las que les precedían, y siempre ha existido preocupación por ello.
Cuando se introdujo el teléfono, en los años 40 y 50 varios sociólogos dijeron nadie hablaría nunca más cara a cara. Observamos, en cambio, cómo utilizamos la tecnología para aumentar y engrandecer la experiencia humana. Con mi smartphone puedo alcanzar a cualquier persona del planeta de forma gratuita y acceder a cualquier información. Por eso, tiendo a ser optimista.
F.F.S.: Desde una perspectiva personal, cómo se siente intentando promocionar el cambio en un entorno que cambia tan despacio, que no es capaz de aprovechar plenamente las oportunidades que tiene al alcance de la mano. ¿Es frustrante?
S.I.: ¿Que si me frustra el lento paso del cambio? Claro que sí, porque conozco los beneficios positivos que se pueden extraer. Uno de nuestros alumnos españoles ha descubierto la forma de atacar la malaria drásticamente. Desearía conseguir implementar esta solución lo antes posible, pues podría salvar millones de vidas. El tema más importante no es que las personas sean lentas al adaptarse, sino que ni siquiera pueden ver esas tecnologías. Su impacto e implicaciones son tremendas, pero muchos de nuestros líderes, tanto políticos como empresariales, no son conscientes de ellas.
En el envejecimiento, por ejemplo, estamos cerca de lo que se denomina “velocidad de escape”, que significa que, por cada año que transcurre, averiguaremos cómo añadir más de un año de vida a las personas. En dos décadas, tendremos tratamientos que permitirán a las personas vivir mucho más. ¿Cómo afectará eso al desempleo, a los beneficios sociales, a los planes de pensiones, a nuestra planificación financiera o a muchas religiones, cuyo modelo de negocio se basa en la muerte? Vamos a vivir disrupciones masivas, puntos de inflexión jamás antes experimentados por la humanidad.
Muchos líderes mundiales no tienen ninguna percepción de lo que está pasando. Incluso, a nivel práctico, vemos cómo el coche autónomo de Goggle puede ser una realidad en cinco años, mientras que el Estado de California acaba de autorizar una inversión de 70 billones de dólares para un sistema de ferrocarril de alta velocidad entre Los Angeles, San Francisco y Sacramento, que tardará en construirse 30 años y estará obsoleto antes de colocar el primer raíl. Esto sí que genera frustración.
Parte de nuestra misión, y de mi rol en particular, es ayudar a los líderes mundiales a entender que estos desarrollos tecnológicos que están ocurriendo han de ser tenidos en cuenta en sus decisiones.
F.F.S.: Las nuevas tecnologías han golpeado de forma virulenta ciertos entornos, como el de los periódicos. ¿Qué otras áreas se verán impactadas?
S.I.: La industria manufacturera, en general, será afectada en la próxima década. Ahora la automatización y la robótica están centradas en la maquinaria pesada y en la construcción automovilística, pero veremos cómo bajarán de magnitud y afectarán otros sectores.
La utilización de la inteligencia artificial para la educación y la salud será otro de los entornos implicados. El fundador de Sun Microsystems comentaba que el 80% del trabajo de los médicos será reemplazado por la tecnología en una década. Al habilitar tecnológicamente una industria, se genera eficiencia en la información, la cual hace que los costes caigan dramáticamente, así como los retornos. Hemos visto caídas tremendas en los medios de comunicación, en la industria musical y editorial. El próximo negocio afectado será el de la televisión. La banda ancha permitirá a los particulares hacer sus propios programas, sin necesidad de grandes estudios de televisión. Todo el mundo podrá transformarse en un canal.
F.F.S.: Estratégicamente, ¿cómo valora la situación de Europa?
S.I.: Respecto del futuro de Europa, y en particular de España, me llama la atención que no se esté dando al emprendizaje el valor y la importancia que merece.
Los emprendedores están naciendo de forma accidental, cuando son el único vector capaz de solucionar el actual problema. A pesar de todo, creo que Europa está en una magnífica posición para reiniciarse (Reboot), para dar un salto adelante y cambiar el statu quo entrando en una nueva dinámica. El potencial está ahí. Cualquier país que sea capaz de cambiar de mentalidad puede tener grandes posibilidades en el futuro.
Entrevista publicada en Executive Excellence nº100 feb13