SEK: innovación en la educación
Nieves Segovia preside la Institución Educativa SEK –Universidad Camilo José Cela y Colegios Internacionales SEK– desde 2010, aunque podría decirse que esta institución forma parte de su configuración genética. Fundada en 1892, la familia Segovia se hizo cargo de la gestión en 1935. Tres generaciones después, cuenta con centros en España, Francia, Irlanda y Catar, en los que se educan más de 15.000 alumnos.
Doctora en Pedagogía y MBA, Nieves Segovia también preside la iniciativa “Global Education Forum” para la innovación y mejora del sistema educativo. Es miembro del Consejo Asesor Regional para África, Europa y Oriente Medio de la Organización Bachillerato Internacional (IB) y del Principal’s Center de la Harvard Graduate School of Education, entre otras entidades.
Nieves Segovia nos concede esta entrevista tras su participación en el XXII Foro anual del Club Excelencia en Gestión, asociación de la que la institución educativa es socio. De hecho, se ha revelado como un alumno aventajado en calidad, consiguiendo el Sello de Excelencia Europea 500+ y, aún más, trasladando al día a día de las aulas todos los principios de la excelencia en la gestión que reconoce este Sello otorgado por el Club Excelencia en Gestión.
FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: La tecnología está detrás de todas las disrupciones en múltiples sectores durante la última década; sin embargo, en el caso de la enseñanza, podemos hablar de ciertos cambios, pero no de una transformación radical. ¿Por qué se está produciendo este retraso?
NIEVES SEGOVIA: Efectivamente, es una gran paradoja pensar que la tecnología, que precisamente ha desintermediado el acceso al conocimiento, no haya sido en el sector de la educación donde primero haya irrumpido.
Sí lo ha hecho en otros muchos, como en la medicina, que creo que es un sector que debería evolucionar de la mano de la educación, pues el ser humano es físico, pero también emocional, psicológico, intelectual. Al final, son dos caras de la misma moneda. Sin embargo, ya estamos hablando de avances como la medicina singularizaba o la genómica, pero no de una educación personal.
La tecnología nos permite, de una manera eficaz, ser capaces de hacer una educación mucho más personal e individual, adaptada al estilo y el ritmo de aprendizaje de cada alumno. Además, es una revolución que, en cierta manera, lideran los más jóvenes, que tienen un uso intuitivo de la tecnología, entienden muchas de sus potencialidades y pueden llegar más lejos de lo que nosotros somos capaces de interpretar y traducir.
No obstante, hay varios elementos que ejercen de protección para que una disrupción tan evidente y necesaria no suceda en este sector. En primer lugar, la educación es un sector muy regulado y la mayoría de los agentes están instalados en un modelo tradicional. A veces, por un sentido de protección personal; de hecho, algunos padres buscan para sus hijos un modelo de educación similar al que ellos conocieron, porque para ellos es una zona de tranquilidad y seguridad, y cuesta comprender un modelo más innovador de enseñanza que rompe con algunos de los códigos de referencia que tiene la familia. Del mismo modo, los profesores tienen que ser capaces de reinventar su rol.
Por otra parte, es necesario que desde la Administración se rompa parte de esa híper regulación y se permita más flexibilidad a los centros para desarrollar modelos innovadores. Las leyes que protegen la Educación Primaria y Secundaria (que es obligatoria, oficial y universal) ejercen también como muro de contención frente a la disrupción, que desde mi punto de vista es imparable. Hasta ahora, el rol de la educación formal era ser intermediario entre el alumno y el conocimiento, pero ese acceso se ha desintermediado. Por lo tanto, debemos plantearnos cuál es el rol de la educación formal en este momento. Estamos tan instalados en la regulación y acostumbrados a sus limitaciones, que esto nos impide ver el mundo de oportunidades que trasciende el aprendizaje fuera de las aulas.
Finalmente, está la sociedad, que a veces se instala en un debate sobre el sector educativo que considero inadecuado. Creo que la sociedad debe ser mucho más exigente con este debate. No podemos conformarnos con un 30% de abandono escolar, tenemos que asumir que se están perdiendo alumnos brillantes en España sencillamente porque el sistema no los acompaña. No estamos hablando de que un 30% de los alumnos en este país no tengan la capacidad intelectual o académica suficiente para continuar con sus estudios.
Como sociedad, debemos ser más exigentes y, como sector, estar más abiertos al cambio, que tiene que ser facilitado por la Administración y acompañado por las familias y por los profesores. En este sentido, los alumnos siempre serán aliados.
F.F.S.: ¿Quién debería liderar la disrupción del sistema educativo?
N.S.: Todos tenemos que ser capaces de modificar las conductas en este momento de cambio tan exponencial y acelerado. Es importante que el alumno esté en el centro, no es una manera de hablar, sino que es la gran revolución de las personas, que ahora pueden hacer cosas que antes no podían, y tener voz y conocimiento.
Hablamos de la sociedad del conocimiento, cuando deberíamos hablar de la sociedad del aprendizaje, porque este implica la acción y lleva vinculado el concepto de esfuerzo personal. Por eso, creo que es fundamental que el sector de la educación formal, como una institución experta en aprendizaje, se despierte y reivindique su papel para liderar esa sociedad.
Existen una serie de movimientos (educación informal, startups…) que todavía están fuera por ese muro de contención que antes planteaba y que intentan la disrupción. La educación formal ha de tener la valentía de querer participar en esa evolución.
F.F.S.: ¿Cómo debería ser el modelo resultante tras la disrupción?
N.S.: Hay muchas respuestas referidas a modelos de aprendizaje, pero creo que tienen que ser opciones abiertas a la sociedad y a las familias. No hay un modelo estándar ni un colegio perfecto, no hay un modelo del siglo XXI que, en todo caso, tendría que evolucionar tan rápido que en nada se parecería el de hoy al que era ayer ni al que será mañana.
Por consiguiente, no creo en modelos sino en espacios de innovación, en espacios de libertad que, conforme a las exigencias de la comunidad educativa (padres, alumnos, profesores, el contexto, la sociedad…), sean capaces de desarrollar el mejor modelo que responda a sus necesidades de aprendizaje, en un sentido amplio. Las familias deben incorporarse y reaprender, porque la realidad de nuestros hijos es muy diferente. Todo el mundo está invitado a reinventarse y es importante que, desde la escuela, seamos partícipes de ese desarrollo.
F.F.S.: La educación pública ha dejado de ser un factor estabilizador social que permitía a la gente alcanzar un determinado nivel, y los datos del fracaso escolar así lo confirman. Si seguimos esta tendencia, ¿acabaremos creando una sociedad injusta donde quien pueda acceder a una educación de calidad privada tendrá una ventaja tremenda respecto al resto de la sociedad?
N.S.: Confío en que el debate no sea entre educación privada y pública, porque entonces tendríamos un problema social inmenso. Hay magníficos colegios públicos y privados, igual que hay colegios públicos tremendamente innovadores, y colegios privados muy tradicionales. Evidentemente, el gran desafío de la educación pública es ser capaz de mover hacia delante una estructura inmensa. Creo que el reto está en que cada vez se celebre y se facilite más el trabajo de las comunidades de aprendizaje innovadoras, de determinados colegios que están haciendo cosas que son innovación, que se les ayude y acompañe, que se conviertan en ejemplo de mejor práctica, y vayan haciendo de efecto reflejo.
Evidentemente, la innovación no se da por decreto ley, sino que se produce cuando existe un espíritu de querer hacer las cosas de una manera diferente por parte del profesor, por parte del liderazgo del colegio o del instituto, y por parte de la comunidad de compañeros y de alumnos. Creo que el rol de la Administración respecto de la educación pública y privada es dar espacios de libertad y de innovación para, al menos en el caso de la privada, poder hacer las cosas como creemos que debemos hacerlas.
El desafío para los entornos de aprendizaje formales es ser capaces de ofrecer unos espacios sin soluciones de continuidad a los alumnos, que no pueden entrar a las aulas como si entraran en un túnel del tiempo. El aula es un ambiente hostil al aprendizaje, a la motivación, a la voluntad de descubrimiento, porque no es el ámbito donde habitualmente descubren, exploran y se interesan por los temas. Si su cerebro capta mucha más información a través del córtex visual y percibimos entre el 60% y 70% de la información por los ojos, nuestros alumnos están extraordinariamente dotados y sensibilizados para el aprendizaje, pero con unos medios con los cuales nosotros no estamos cómodos.
Utilicemos la tecnología que ellos utilizan, sus propios smartphones y tablets, en lugar de prohibirles la entrada a las aulas con ellos. El centro no tendría que hacer ningún desembolso y podría dedicar los recursos a complementar otras necesidades o a ayudar a aquellos alumnos que no dispongan de sus recursos tecnológicos personales.
Para que entre tecnología dentro de un aula, el terreno tiene que ser fértil en la actitud y en la manera de trabajar de profesores y alumnos. La tecnología en un aula que no está preparada para aceptarla es tremendamente incómoda, impide todavía más el aprendizaje y se convierte en un distorsionador. No se trata de incluir pizarras digitales en todas las aulas o tablets para los niños de 10 años. Ese tipo de innovaciones no funcionan, sino que deben suceder cuando la comunidad lo reclame.
Afortunadamente, hemos superado el antiguo debate sobre si el ordenador iba a sustituir al profesor. Muy al contrario, ahora tenemos la oportunidad de recuperar la figura del maestro, que se perdió con la escuela industrial. Ese maestro que es el que acompaña, el que guía, el que te permite crecer… Todo eso no lo va hacer un dispositivo.
F.F.S.: Ese maestro gozaba de una gran consideración social en España; sin embargo hoy, la estima que se tiene del profesor es mucho más elevada en otros países. ¿Hasta qué punto es importante que el entorno se conciencie de la importancia del profesor, reconozca y respete su trabajo?
N.S.: Es fundamental. Precisamente, uno de los problemas que tenemos es la necesidad de profesionalizar y dignificar la función docente. Por desgracia, no todos los alumnos que están en las facultades de Magisterio son vocacionales, y creo que hay que trabajar desde todos los frentes. Uno de ellos son las notas de corte para acceder a la carrera, que sin duda deberían ser más elevadas, pero solo será posible cuando la sociedad reconozca mejor su función.
También las facultades de Magisterio deben transformarse. En realidad, la formación inicial del maestro empieza cuando este entra en las aulas por primera vez, porque es posible que vaya a repetir el modelo educativo que él ha vivido. Además, las facultades de Educación no mejoran la situación en muchos casos, y no hablan de una educación conectada con la tecnología, con las formas de pensar del estudiante… Es decir, la facultad de Magisterio debe transformar su metodología para ser en sí misma un ejemplo del modelo educativo en el que quiere educar a sus alumnos.
Nosotros estamos haciendo un ejercicio de 360º en nuestra Universidad Camilo José Cela, porque es un anacronismo de nuestro tiempo que sigamos educando a los maestros de la manera en la que se está haciendo. Nuestros alumnos de Magisterio deben seguir repitiendo las prácticas de los maestros que más les influyeron, pero también ser capaces de hacer muchas más cosas. Para esto, debemos armarles con más conocimiento, con más capacidad para la práctica, con grados más expuestos a la comunidad internacional de educadores. En definitiva, tenemos que dar un paso adelante enorme en la dignificación y profesionalización de los estudios de educación, y la sociedad debe acompañar.
F.F.S.: La institución educativa SEK ha superado los 120 años de historia. ¿Cuáles son las características necesarias para dirigir en la actualidad una entidad con un nivel de complejidad tan elevado?
N.S.: Desde el principio, mis generaciones anteriores, fundamentalmente mi padre, empezaron a hablar de ser una empresa educativa. A finales de los 50, eso probablemente sonaba mal, y siempre lo hemos explicado. Somos una empresa educativa en la cual lo sustantivo es la educación, pero el adjetivo es la empresa, porque hay que utilizar modelos de gestión eficiente y de calidad, siempre conectados con la innovación, con la mejora, con la visión internacional, etc.
Generalmente, el sector educativo vive al margen del productivo, y eso impide desarrollar modelos de organización eficiente dentro del propio centro, con lo cual el alumno tampoco los aprende. En los años 60, iniciamos la dirección por objetivos y una serie de conceptos que estaban en boga. Todos ellos se llevaron a las aulas, porque son maravillosas herramientas de trabajo intelectual para los alumnos.
Fuimos la primera institución en introducir los sistemas y certificaciones de calidad; por ejemplo, tenemos el Sello de Excelencia Europea 500+, otorgado por el Club Excelencia en Gestión. Al final, todos los conceptos de un trabajo de calidad aplican igual para el señor que está en la administración del colegio que para el alumno que tiene que administrar eficientemente el tiempo y los recursos.
Creemos que las organizaciones educativas deben ser y vivir los valores que quieren que se desarrollen en sus alumnos. Si queremos emprendedores en este país, la escuela tiene que ser emprendedora, desarrollando proyectos de innovación, animando a los alumnos a equivocarse, a asumir riesgos, a tener iniciativa…
F.F.S.: Ese espíritu emprendedor les ha llevado a salir a entornos tan diferentes como el anglosajón o el árabe. ¿Cómo lo han conseguido?
N.S.: Siempre hemos tenido una vocación de crecimiento internacional. En los casos de los colegios de Dublín y de Los Alpes se trataba de ofrecer a nuestros alumnos unas oportunidades para el aprendizaje de los idiomas. Evidentemente, cada colegio tiene que vivir dentro de su propio contexto.
El de Los Alpes es muy especial. Aparte de ser el único colegio español privado en Francia, vive de su entorno, es decir, de la montaña, de los deportes al aire libre, de su situación en el centro de Europa... El currículum se construye en torno a una serie de valores que aprovechan la ubicación del propio centro.
En el caso de Irlanda, se trata de una inmersión cultural en el idioma con familias irlandesas, donde el currículum también está impregnado de temas relativos a su cultura e historia. Evidentemente, el equipo de profesores en cada uno de los casos tiene el componente nacional.
Pero tampoco los colegios en España son idénticos, sino que cada uno responde a un contexto. Por supuesto, la Universidad tiene una identidad totalmente diferenciada, aunque respire los mismos valores de tradición, innovación y excelencia de la Institución SEK.
El caso de Qatar surge de una iniciativa del propio Consejo Supremo de Educación del país, interesado en importar modelos educativos de referencia. Por eso han contado con escuelas británicas y americanas, y también han querido una escuela española, aunque tenemos programas de Bachillerato Internacional y nuestro país no tenga una marca en el extranjero en este ámbito, al contrario que el liceo francés, el colegio británico, etc., que están por todo el mundo.
Evidentemente, el colegio responde a su contexto en Qatar. El 20% es comunidad expatriada española, el 25% de Qatar y el resto es comunidad internacional, con lo cual la lengua vehicular es el inglés, pero todos los alumnos tienen la posibilidad de aprender el español y el árabe. De hecho, se valora mucho que haya esa oferta diferenciada que además ponga en valor nuestra lengua. Tenemos que ser capaces de conseguir y aprovechar una marca España educativa, pero para eso nuestro modelo también tiene que ser potente y exportable.
F.F.S.: La creación de la Universidad Camilo José Cela en 2001, ¿es fruto de la continuidad en la educación que defiende la Institución?
N.S.: La Universidad eran muchas cosas. Por un lado, para el SEK, que ya celebraba su centenario, nos parecía lo lógico. Es decir, habíamos tenido una trayectoria importante en el ámbito de la educación de uno a 18 años, y queríamos participar y contribuir en todas las oportunidades. No se planteó como una oferta de continuidad para nuestros alumnos, sino para la sociedad entera, pero sí creíamos que nos permitía completar el arco educativo a lo largo de toda la vida.
También hubo otra razón: poder crear una facultad de Educación que nos permitiese la formación de profesores, programas de investigación aplicada y proyectos de innovación interesantes en nuestro ámbito natural. Además, yo no concibo una Universidad sin una facultad de Educación, pues creo que esta tiene que ser transversal al resto en su metodología, en su aproximación al aprendizaje, al conocimiento, en cómo se hacen las cosas, etc. Desde los años 60, hemos tenido escuelas de formación de profesores y siempre ha sido un área de trabajo muy relevante para nosotros.
F.F.S.: Comentaba al inicio que educación y medicina son dos caras de la misma moneda. ¿Qué importancia le otorgan al desarrollo deportivo de los alumnos?
N.S.: El tema del deporte es uno de nuestros valores. Creo que somos la única institución educativa que ha ganado dos veces el Premio Nacional del Deporte. Los equipos de alto rendimiento, y la formación física en general, siempre han sido muy fundamentales en nuestros colegios, pero también la Universidad los ha desarrollado como sus atributos principales.
Por un lado, gracias al trabajo de la facultad de Ciencias de la Salud (con educación física, fisioterapia…), así como con los acuerdos firmados con el Comité Olímpico Español y con otras Federaciones. De hecho, tenemos más de 500 alumnos federados, muchos de ellos de alto rendimiento, a los que favorecemos que puedan entrenar y estudiar, algo que no siempre es fácil, especialmente en deportes poco esponsorizados.
Creo que nuestra responsabilidad es dar a los alumnos deportistas la oportunidad de poder tener una formación académica que luego les permita una vida profesional, porque las deportivas son carreras de poco recorrido que, por el contrario, exigen una gran intensidad y dedicación.
Nosotros hemos asumido esa responsabilidad. Por fortuna, tenemos grandes resultados académicos, pero también deportivos. Contamos con chicos con una capacidad de esfuerzo doble: deportistas que entrenan cuatro horas cada día, pero que también demuestran un espíritu de trabajo y de superación para el estudio. Ellos son modelos dentro de nuestra comunidad educativa.
Entrevista publicada en Executive Excellence nº111 abril 2014