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Pensamientos que oxigenan

(Tiempo estimado: 4 - 8 minutos)

En tiempos de crisis es importante recordar que la felicidad no depende de las condiciones externas sino de nuestra actitud interna. Lo que nos hace felices o desgraciados no es lo que tenemos, o lo que somos, o dónde estamos, o lo que realizamos, nada de lo que hay fuera de nosotros sean hechos o acciones. Lo que nos hace más o menos felices es lo que pensamos acerca de todo ello.

 

Por ejemplo: dos personas pueden estar en la misma ciudad, trabajando en lo mismo; ambas pueden tener situaciones familiares parecidas, sumas iguales de dinero y prestigio similar; y, sin embargo, una es feliz y la otra no. ¿Por qué? Por una diferente actitud mental. Ya lo dijo Abraham Lincoln: “Casi todas las personas son tan felices como deciden serlo”. Tenía razón.

Para salir de las situaciones difíciles se pueden hacer muchas cosas pero dos son imprescindibles: creer que se puede salir y querer salir. Los acontecimientos son importantes pero aún lo son más los pensamientos. “Tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, estás en lo cierto”.

Todo el mundo busca la felicidad y hay un medio seguro para encontrarla. Consiste en controlar nuestros pensamientos pues son estos los que acostumbran a incendiar los territorios de la emoción. “Los hombres no tienen miedo de las cosas, sino de cómo las ven”, enseñó Epícteto. Los denominados “pensamientos irracionales” o “pensamientos distorsionados” son los causantes de que nuestras emociones se disparen desproporcionadamente o que acabemos alterando el modo de ver la realidad. Es en los momentos de dificultad personal, en las situaciones de crisis social, cuando los pensamientos distorsionados surgen en tromba, como un tsunami, destrozándolo todo, actitudes individuales incluidas. Así que más nos vale que seamos capaces de controlarlos si no queremos que la creatividad se limite, el pesimismo lo inunde todo y la desesperanza se haga la reina del lugar y cubra con su negro manto de tristeza el ánimo de la gente. Es lo que creo que está ocurriendo en España.

Cinco pensamientos distorsionados

Pues bien, el primer paso para remontar el vuelo –personal y colectivo– es proponerse detectar los pensamientos irracionales. De entre todos los que enumeran los psicólogos, hablaré solo de cinco sin poner ejemplos. Vaya el lector aplicándolos a su vida personal como si se mirara en un espejo, y a la situación de la crisis que vivimos; concluirá que nos pasamos el día rebozados en pensamientos irracionales muy destructivos.

1. Filtraje. El individuo solo se fija en los aspectos negativos de un hecho o situación, de forma que estos se intensifican. Al mismo tiempo que se magnifican excesivamente los fracasos y las cosas negativas, se minimizan las cualidades, los logros y las noticias positivas. En cualquier caso, se selecciona una porción negativa de la realidad, se percibe sus peores aspectos y se sobredimensionan.

2. Polarización. Pensamiento del todo o nada. Solo se tienen en cuenta los extremos. Las cosas o son muy buenas o muy malas, no hay término medio. O estamos que nos salimos o somos un desastre. Y para poder ratificar ese modo de pensar extremo, cuando las cosas nos van bien nos comparamos con los que están peor, y cuando nos van mal no dejamos de fijarnos en aquellos que van mejor. Así hacemos cuadrar el pensamiento distorsionado para darnos la razón a nosotros mismos.

3. Generalización. Tiene lugar cuando la persona elabora normas generales a partir de detalles concretos y estas pasan a dirigir sus opiniones o su comportamiento. Por ejemplo: “Los políticos son todos iguales: unos corruptos”. Esto es una generalización y como tal falsa: porque también los hay incompetentes, pusilánimes, vagos, medradores, egoístas, ignorantes y lameculos. (Es broma, he hecho un filtraje).

4. Visión catastrofista. Se anticipa que algo va a salir mal y no se duda de esa predicción. Esta distorsión se basa principalmente en la tendencia a esperar siempre que ocurra lo peor ante cualquier situación. Dado que algunos acontecimientos tienen consecuencias espantosas, el pensamiento se centra en las peores: todo es arriesgadísimo de modo que la catástrofe es inevitable. Se trata de una polarización que anticipa y magnifica lo negativo.

5. Razonamiento emocional. El sujeto considera que las emociones negativas que siente en un momento determinado reflejan necesariamente la realidad. Es decir, se es lo que se siente. Cree que sus emociones negativas le indican que lo que siente es verdadero, que la interpretación emocional es la realidad de las cosas. Sobre esto ya nos advirtió Platón: “La necesidad, la realidad y la posibilidad son cosas separadas. Trátalas como tales”. Lo que no nos dijo es que en la práctica resultara tan difícil.

¿Quién envenena el aire?

El segundo paso para retomar el vuelo, una vez detectados los pensamientos distorsionados, consiste en no dejarse influir por ellos y alejarse pitando de quienes los producen. Asunto difícil porque el ambiente nos arrastra: el aire que respiramos está impregnado de toxicidad. ¿Quién la genera?

En primer lugar los medios, que son los campeones del filtraje, de las polarizaciones, expertos en generalizar y en transmitir una visión catastrofista de la realidad. Discúlpeles, son así en todos los sitios. Pero no les preste demasiada atención y, si nota que influyen demasiado en su ánimo, no dude en ponerse en cuarentena informativa. De vez en cuando es sanísimo, como hemos experimentado al irnos de vacaciones al extranjero. Y, por supuesto, someta a crítica todo lo que lea, vea y oiga en los medios. Puede empezar por leer el periódico “contrario”; ¡verá qué susto! (¡Y qué saludable!).

La toxicidad la generan también, inevitablemente, los políticos, otros campeones de los pensamientos distorsionados. No es que sean malas personas, es que viven con la desgracia de tener que concurrir a innumerables elecciones cada poco tiempo. Y esa búsqueda mezquina y compulsiva de un puñado de votos les imbuye en una dialéctica simplona, en la crítica destructiva, en el “y tú más” y en la deformación sistemática de la realidad. Como, por otra parte, los medios les reverencian rindiéndoles pleitesía de vasallos y no paran de aparecer en ellos, sus mensajes cortoplacistas se convierten en el discurso dominante.

En tercer lugar, el aire que respiramos se impregna de toxicidad por los líderes de opinión que aparecen en los medios y pronuncian discursos a troche y moche sin controlar sus pensamientos distorsionados y sin darse cuenta de que lo que ellos dicen tiene una gran repercusión: sindicalistas, empresarios, rectores de universidad, banqueros, artistas, investigadores y hasta jugadores de fútbol desparraman su tristeza y su pesimismo por doquier.

Y finalmente están las conversaciones cotidianas en las que usted participa en el trabajo, en el taxi, con la familia y en el bar con los amigos. Ahí también se fabrican y se difunden pensamientos distorsionados. Sabemos por experiencia que nos afectan, que nos pueden poner incluso cuesta arriba la mañana; en otras ocasiones, somos nosotros quienes con nuestros pensamientos y comentarios contagiamos emociones muy poco constructivas, aunque de esto seamos menos conscientes.

Mantener limpio el propio jardín

Su capacidad de actuación sobre medios, políticos y líderes de opinión es, reconozcámoslo, escasita: lo más que puede hacer uno es alejarse de la toxicidad. Ahora bien, cuando se trata de las conversaciones cotidianas, usted tiene una gran capacidad de influencia para oxigenar el ambiente. Esto ya de por sí es bueno, y lo mejor es que su aportación afecta positivamente a los suyos, a los que más quiere o a aquellos con los que ha de convivir estrechamente.

Claro que hay que empezar por uno mismo, por mantener el jardín de los propios pensamientos libre de residuos tóxicos: preocupaciones, ansiedades, nostalgia del pasado, cálculos sobre el futuro y esos miedos capaces de destrozar el mundo interior de cualquier persona. Para vivir una vida de máxima plenitud hay que montar guardia y dejar que entre en nuestro jardín solo la información más selecta. No puedo permitirme el lujo de albergar pensamientos negativos, ni uno solo, porque la calidad de lo que pienso determina la calidad de mi vida.

Nuestros pensamientos, esas frases interiores que nos formulamos de forma constante, son los responsables de nuestros estados emocionales: si aprendemos a controlar nuestros pensamientos, controlaremos nuestra vida. La consecuencia inmediata será que la gente a nuestro alrededor comenzará a beneficiarse del equilibrio y la serenidad, del coraje y la perseverancia, de la pasión y el entusiasmo por la vida que observarán en nosotros. Porque, como dijo Churchill en los peores momentos de la guerra, “las actitudes son más importantes que las aptitudes”.

Los proyectos no salen sin ilusión, he oído decir a Punset. La ilusión se construye con emociones; las emociones con pensamientos. Saldremos antes de la crisis y más fortalecidos si nos empeñamos en controlar nuestros pensamientos.


HABILIDADES / RECURSOS HUMANOS 

Arturo Merayo, socio director de Cícero Formación

Artículo publicado en Executive Excellence nº96 oct12.


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