El líder global, a la conquista del nuevo contexto
Durante el acto de clausura del Congreso anual CEDE, presidido por Su Majestad el Rey Felipe VI, Isidro Fainé, en calidad de presidente de la Confederación, expuso a los directivos una serie de características propias del líder global. A continuación, reproducimos una selección del discurso del presidente:
“Creo que podemos afirmar que en el actual ejercicio creceremos por encima del 1%, y que el año que viene nos acercaremos al 2%. Hace no más de tres semanas, el Fondo Monetario Internacional –y sirva esto para tener una visión más amplia– decía que el mundo va a crecer en los próximos cuatro años alrededor de un 4% de promedio. En los últimos 14 años, creció al 3,9%, y desde 1980 a 2006 al 3,2%, de modo que estamos en un marco de crecimiento. Si el mundo prospera, tendremos muchas posibilidades de participar de ese crecimiento.
Más allá de las cifras, es importante destacar que la recuperación de España está tomando cuerpo sobre unas bases más sólidas, y ello es debido a que estamos reconduciendo el desequilibrio del saldo corriente en nuestra balanza exterior y también llevando a cabo el ajuste del déficit público. Es evidente que necesitamos un largo periodo de crecimiento para absorber el exceso de deuda acumulada y para corregir el nivel de paro alcanzado, que es nuestro principal problema.
Por ello, debemos preservar en la idea central de potenciar el sector exportador, para que realmente sea motor de la recuperación, no solo por la competitividad del precio, sino también por la mejora de la calidad de nuestros productos y servicios. En mis viajes al exterior, lo compruebo una y otra vez, nuestros productos en el mundo son poco conocidos. Tenemos por tanto un enorme camino que recorrer en este aspecto.
El ajuste fiscal, la creación de empleo, el mantener el pulso reformista son las claves para que España vuelva a ser un país de energía y para estimular nuevas inversiones de extranjeros.
La consolidación del sector financiero español ha supuesto la atención de mayores masas críticas, que han comportado grandes economías de escala y una mayor diversificación de ingresos a través de las economías de gama.
Los positivos resultados de los bancos españoles tras los test de estrés por parte de la European Banking Authority, y bajo un estricto proceso de supervisión del Banco Central Europeo, así lo confirman. Las perspectivas inmediatas son igualmente positivas, no cabe otro camino que normalizar la práctica de la concesión de créditos que ayuden a financiar el capital circulante que precisan las empresas, así como todos aquellos proyectos más a largo plazo que sean realistas y viables.
La globalización económica en la que estamos sumergidos nos ofrece inevitables oportunidades como empresarios y directivos, pero a la vez nos plantea un gran número de desafíos derivados del hecho de que la economía mundial funciona cada vez más con una sola moneda, el mercado es uno solo. A pesar de las dificultades que se presentan, nunca debemos olvidar que hay que globalizar también la solidaridad, ese valor inherente a la persona que es la fuente de todos los derechos humanos y de todo el orden social. Ello exige sin duda una adecuada respuesta colectiva de nuestras empresas, que nos conduce cada día más a forjar líderes globales.
¿Qué características debe tener un líder global?
1. Es una persona que se anticipa al futuro y que, a su vez, es capaz de aunar voluntades y recursos para hacerle frente. En pocas palabras, se trata de alguien capaz de transformar la visión en una realidad.
2. Es capaz de mantener el equilibrio adecuado entre trabajo, familia, amigos, salud y vida privada. Son cinco esferas que debe manejar y tiene que procurar que ninguna se caiga al suelo y se rompa. No hay nada peor para un directivo que desestabilice su sensatez intelectual o bien desequilibre sus sentimientos, su emotividad.
3. La empatía. Es una cualidad que se distingue con mucha facilidad en aquellos directivos que la poseen. Los actos del líder global afectan a los sentimientos de sus empleados, pues estimulan el espíritu de pertenencia a la empresa e incrementan el potencial de los equipos. El líder fideliza a los buenos profesionales y motiva a todos los trabajadores. Lo importante del directivo no es lo que hace sino cómo lo hace. En cierto sentido, él marca la pauta emocional de todos; por ejemplo, no debemos olvidar que una sonrisa es el camino más corto entre dos personas, además se contagia fácilmente, pero se utiliza poco.
4. Es evidente que cuanto mejor sea el estado de ánimo de los directivos, es decir, cuando logramos un buen ambiente de trabajo, mayores son las posibilidades de mejora de los resultados. Como decía Confucio: “Elige un trabajo que te guste y apasionante de él. A partir de este momento, no trabajarás ni un día más”.
5. El líder global genera empresas con una gran reputación externa. Son honrados en el trato con los clientes, transparentes en la información, aportan al mercado productos y servicios útiles, son asistidos por un gobierno corporativo y respetan siempre la dignidad de las personas.
6. Este líder no transmite incertidumbre, más bien al contrario, siembra certezas y sosiego en el trabajo. Las incertidumbres se las queda él, y hacia abajo traslada confianza. Tiene una fuerte autoconciencia emocional que refuerza la confianza en sí mismo y el autocontrol, a la vez que potencia el desarrollo profesional de sus colaboradores, impulsando los cambios y gestionando los conflictos.
7. El directivo global nutre la individualidad de todos sus empleados, con retos personales que potencian no solo sus iniciativas, sino también la agudeza del entendimiento y la sutileza para saber interpretar lo incierto.
Hacia un nuevo paradigma empresarial
Esa forma de proceder ayuda a construir empresas con estructuras simples y flexibles, con independencia de su tamaño, capaces de conseguir cualquier objetivo o reto que se fijen; que saben trabajar y se guían por referencias mundiales que estimulan su creatividad; empresas en las que reina la austeridad, especialmente en los tiempos de fuerte crecimiento; que reinvierten continuamente un gran porcentaje de sus beneficios para no perder el ritmo ni en la modernización ni en la productividad.
Son empresas capaces de aunar el talento y la experiencia de personas de diferentes culturas y procedencias; son prudentemente arriesgadas, lo diré más claro, que no entregan la cabeza, no le temen al cambio, sus líderes nunca culpan a las circunstancias, al contrario, luchan para alcanzar las circunstancias que desean y, si no las encuentran, procuran construirlas.
Es evidente que vamos hacia un nuevo paradigma empresarial, que necesitamos recuperar una nueva manera de tomar decisiones que incluya una perspectiva moral, que afecte a todas las disciplinas y a todas las especialidades.
Una sociedad que carezca de ideales está llamada a envejecer, llamada a repetirse, llamada a ser acrítica con el presente, porque no tiene un referente que le ayude a autocuestionarse, porque posiblemente la condenaría a no progresar.
La globalización económica y la evolución digital multiplica la interdependencia, hacen que cada vez más sean más importantes las redes informales de personas y pueden llegar a afectar al liderazgo de las organizaciones empresariales. Las ideas y la cultura son más importantes que la economía y la política, pues son las ideas las que mueven y moldean el mundo, y estas surgen en cualquier parte del planeta, en aquellas urbes más dinámicas donde se cuecen las nuevas tendencias y los nuevos estilos de vida.
La cultura y los valores arraigados en la empresa son los que deben guiar a las personas que trabajan en ella, más que las reglas o las instrucciones burocráticas emanadas muchas veces sin sentido.
El progreso de la empresa y de la sociedad viene por el poder del riesgo creador de los líderes globales, que se la juegan día a día, y no por aquellos que buscan la seguridad paralizante, que en muchas ocasiones nos condena al fracaso. Si algo existe es el cambio, y este es permanente.
Los líderes conquistan el contexto, pues bien, ahora lo que nos ocupa es conquistar el nuevo contexto. Para ello, es imprescindible llevar la educación continua hasta su máximo nivel, el conocimiento es infinito y está en constante evolución. La necesidad de aprender nunca se acaba, y menos para un líder global”.
Artículo publicado en Executive Excellence nº117 nov14