Emilio Ontiveros (Ciudad Real, 1948) es doctor en Ciencias Económicas y catedrático de Economía de la Empresa de la Universidad Autónoma de Madrid desde 1985, de la que fue vicerrector durante cuatro años.
En diciembre de 1987, crea la sociedad Analistas Financieros Internacionales (Afi), junto a otros dos profesores de la Universidad Autónoma, como culminación de un proyecto sobre mercados financieros. Tras más de dos décadas, Afi se ha convertido en un grupo de empresas consolidadas en el ámbito financiero español. Ontiveros es también presidente de Tecnología, Información y Finanzas, Escuela de Finanzas Aplicadas, y AFInet Global (todas ellas empresas del Grupo Afi).
Con una reputación avalada por una excelente trayectoria profesional, su opinión es reclamada constantemente desde diferentes ámbitos. Además de autor de libros y numerosos artículos, es consejero de varias empresas (entre ellas, Iberdrola Renovables).
Estados Unidos vs. Europa: dos caras, una misma crisis
FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS/ALDARA BARRIENTOS: Mientras Estados Unidos y Japón confían en la inversión pública para salir de la crisis, los países europeos optamos por políticas de contención del gasto. ¿Están bien planteadas ambas soluciones, a pesar de ser contradictorias?
EMILIO ONTIVEROS: Sí, esa orientación distinta de las medidas sintetiza bastante bien la percepción que la clase política tiene de la severidad de la crisis a uno y otro lado del Atlántico (y también del Pacífico).
Estados Unidos es muy sensible a una tasa de paro alta (que roza el 10%), porque desde la II Guerra Mundial no han tenido una tasa similar. Hay que tener en cuenta que a los políticos les pagan por procurar que la gente sea feliz –y el mayor síntoma de infelicidad es una tasa de paro alta–, además de que, a la hora de definir la política económica, la libertad de pensamiento americana dista de la europea.
En ocasiones, la forma de resolver un problema de endeudamiento público puede venir con algo más de deuda, aunque parezca chocante. El estancamiento de las economías y el mantenimiento de una alta tasa de paro no son generadores de ingresos públicos, necesarios para reducir el déficit. Por tanto, no es mala idea “cebar” un poco el crecimiento y propiciarlo desde el lado del presupuesto, para que la economía vuelva a crecer y, una vez alcanzado un ritmo de crecimiento aceptable (esto es, generador de empleo), volver a sanear las finanzas públicas.
Estados Unidos no es más heterodoxo que Europa. Larry Summer, Christina Romer o Timothy Geithner forman parte del elenco de mejores economistas, bien educados en una política económica, yo diría ortodoxa, pero son conscientes de que si la economía no crece no se pueden pagar las deudas. Incluso, de forma particularmente inquietante, en los mercados de bonos se definen unos tipos de interés, unas tasas de rentabilidad en el mercado secundario, que no son precisamente expresivas de desconfianza sobre la capacidad para pagar la deuda de EEUU y Europa, sino de algo más inquietante: de una combinación de estancamiento con deflación. Y los economistas sabemos cómo tratar la inflación, porque lo hemos hecho en los últimos 35 años, pero no la deflación. Lo único que sabemos de ella es que es muy difícil combatirla (que se lo digan a Japón o a la Gran Depresión).
La otra razón de esa orientación distinta entre EEUU y Europa es que aquel vivió muy directamente la Gran Depresión, el 29 y años sucesivos: los errores de política económica, las dudas excesivas sobre si el “enfermo” estaba ya recuperado o no, y la retirada prematura de los estímulos, que prorrogó una recesión que todos sabemos dónde terminó.
F.F.S./A.B.: Sin contar con que el hecho de que poner de acuerdo a 27 países dificulta la toma de decisiones, ¿verdad?
E.O.: Sin duda es más complejo. Europa no tiene la cohesión política que tiene EEUU, ni siquiera es una federación de Estados, y tiene más prejuicios y desconfianzas sobre si Grecia va a ser capaz de reducir su déficit en condiciones, o si España, Irlanda y Portugal (las llamadas economías periféricas) van a hacer lo propio…
Sin embargo, en la madrugada del 9 de mayo, optó por imponerse un ajuste presupuestario severo, con el fin de enviar a los mercados de bonos un mensaje: vamos a reducir los déficits públicos, en particular los de las economías periféricas. Pero esas decisiones de política fiscal son procíclicas, es decir, inhiben la demanda pública allí donde la demanda privada ya está inhibida y, por lo tanto, frenan aún más el crecimiento de las economías.
El sentido común dice que, hasta que una nave no ha alcanzado la velocidad de crucero, no hay que prescindir de ningún motor, ni del monetario ni del presupuestario; pero una vez conseguida, hay que reducir gastos, aumentar impuestos y sanear las finanzas públicas, algo en lo que coinciden tanto las autoridades europeas como americanas. La gran cuestión es el plazo: en cuánto tiempo saneamos al “paciente”. Cuidado con que una terapia excesivamente radical en el corto plazo pueda llegar a dejarlo invalidado para volver a crecer a ritmos aceptables, suficientes para generar empleo.
F.F.S./A.B.: ¿Qué opción le parece más sensata?
E.O.: Desde el punto de vista de la realidad de uno y otro, la estadounidense. Creo que es menos arriesgada, porque no desconfío de la administración americana ni de sus economistas sobre la capacidad de sanear las finanzas públicas, de retorno a la ortodoxia cuando sea más conveniente. No olvidemos que EEUU es el principal productor de conocimiento económico del mundo. Las reacciones terapéuticas europeas están más basadas en la desconfianza que en lo que realmente requiere el momento actual.
F.F.S./A.B.: En el caso de España, con un sector público frenado al igual que el resto de Europa, ¿cuándo podremos hablar de crecimiento?
E.O.: Vamos a ser la última economía en salir de la recesión y debemos afrontar un ritmo de crecimiento pobre, probablemente todo este año estaremos formalmente en recesión. En 2011 creceremos por debajo del 1%. Si consideramos que la economía española crea empleo sólo cuando el PIB está en la frontera del 2%, y con una tasa de paro del 20%, la gente tendrá dificultades para pagar las deudas a los bancos y éstos van a tener pocos deseos de volver prestar a un ritmo aceptable, de modo que vamos a seguir encontrándonos con que algunas empresas con proyectos de crecimiento, e incluso con pedidos en el exterior, no van a poder financiarlos. Estamos inmersos, en efecto, en un círculo inquietante.
EEUU ha optado por romper ese círculo y emplear 50.000 millones en infraestructuras para animar el empleo y que parte de su 10% de parados pague las deudas, consuma y tire de otros bienes. Si me quedo quieto y aprieto el “tornillo” de las finanzas públicas, puedo conseguir que el déficit público sea algo menor en el corto plazo, pero si en el medio no crece la economía y no hay generación de rentas, no hay ingresos, no hay recaudación; por tanto, no hay reducción del déficit o de la deuda pública.
Europa no necesita ni mucho menos renunciar al propósito de saneamiento de las finanzas públicas, pero en lugar de concentrarlo muy en el corto plazo, ser más flexible en una situación tan excepcional como la constituida por una crisis tan severa. También necesita que el Banco Central Europeo siga de guardia y no tenga excesiva prisa por retirar los estímulos excepcionales, ya sean las inyecciones de liquidez a los bancos, o el mantenimiento del tipo de interés de referencia en un nivel bajo, como está haciendo EEUU y como va a hacer Japón.
Llevamos más de tres años con una crisis singular, que no admite un tratamiento terapéutico como cualquier discontinuidad cíclica. Ésta es una crisis de gran calado, en la que los sistemas bancarios no están siendo parte de la solución, sino del problema. No conozco casi ninguna economía importante que no tenga una tasa máxima de paro, salvo Alemania (que no la tiene porque aportó antes dinero del contribuyente y ayudó a mantener el empleo en las empresas, es decir, financió parte de la nómina).
El escenario es complicado para una economía como la española. Obviamente, si Europa se recuperara, y los demás crecieran, antes o después la economía española se recuperaría, aunque sólo fuera por la vía del turismo. Si Alemania y Francia salen un poco, podremos; pero tardaremos en ver aquellos ritmos de crecimiento superiores al 3,5% de hace algunos años.
Sectores que no tiran de la demanda
F.F.S./A.B.: Nos comentaba Gilles Serra, director general de Crédit Agricole Private Banking España, que en 2009 el impacto real de la construcción de la economía española pesaba cerca del 30% del PIB, el cual cayó un 4%, con un déficit del Estado del 11%. Ante esta situación, ¿podría incluso peligrar nuestra permanencia en la zona euro?
E.O.: Una cosa es el nivel de endeudamiento en España y otra la severidad de la contracción del crecimiento y las dificultades de recuperación, en ausencia de sectores alternativos. O las empresas se recuperan en el medio plazo, y eso significa que haya demanda, o esta economía no se recuperará.
En nuestro país, mas del 90% del empleo y del crecimiento económico corresponde a pequeñas y medianas empresas. El problema clave es la demanda. Si hay demanda, habrá algo de empleo; las empresas que están altamente endeudadas pagarán lo que deben; si se pagan las deudas, los bancos devolverán las suyas (porque, casi en un 95%, las empresas españolas tienen sus deudas con bancos españoles y cajas). La clave es la tensión de la demanda.
F.F.S./A.B.: ¿Hay posibilidades de recuperación equivalentes a las que hubo en la crisis del 94?
E.O.: No, porque no hay sectores que propicien el relevo. Tenemos un grado de especialización productiva excesivamente concentrado en sectores poco intensivos en conocimiento. La construcción residencial –un sector muy digno, pero poco exportable– ha sido durante mucho tiempo responsable de un 10%-12% del empleo y del valor añadido bruto de la economía, pero carecemos de sectores con suficiente peso como para protagonizar una recuperación intensa, basada en las exportaciones de bienes y servicios suficientemente competitivos.
Tenemos grandes empresas en el sector de las energías renovables, de ingeniería…, pero venden fuera y dejan allí sus recursos. Necesitamos aprovechar la demanda de exportaciones que hace China u otros países asiáticos, y ahí tenemos un problema.
F.F.S./A.B.: En la anterior crisis del sector inmobiliario, el precio real de la vivienda cayó prácticamente un 50%. ¿Por qué no estamos aplicando ahora una reducción del precio, siendo un poco más realistas?
E.O.: Es verdad que el ajuste inmobiliario en nuestro país está siendo más lento que en otros países, como desde luego en EEUU. Nuestra economía compartía con EEUU una inflación inmobiliaria elevada, pero allí el ajuste fue rápido. En poco meses, los precios cayeron más de un 30%. Aquí no, por varios motivos: los procesos de adjudicación de activos inmobiliarios por parte del sistema bancario, el propio sector que se resiste a bajar precios a ese ritmo y una menor transparencia en el proceso de formación de precios en ese mercado.
Además, en España tenemos –junto a Irlanda– la proporción de familias propietarias más elevada (más del 80%). A diferencia de lo que ocurre en EEUU, en la familia media española la vivienda constituye más de las tres cuartas partes del patrimonio. Eso quiere decir que, cuando todo va bien y los precios de la vivienda suben, se produce el llamado efecto riqueza. Es decir, las familias propietarias se motivan y gastan más; pero en momentos depresivos, ocurre lo contrario. Ese efecto riqueza-pobreza, sumado a la tasa de paro, contiene el gasto. En tres años, las familias han pasado a ser más pobres, su vivienda vale menos, aunque ellos tienen el mismo crédito hipotecario. Por lo tanto, las decisiones de gasto se contienen, aun cuando se tiene un empleo estable. No olvidemos que en España ya hay un millón de familias en las que no trabaja nadie.
F.F.S./A.B.: ¿Y el turismo?
E.O.: Sabemos exportar servicios, básicamente turismo, pero está muy vinculado al crecimiento de la demanda de consumo de los demás países. Aunque en términos de unidades físicas, entendidas como el número de entrantes, ha aumentado un 5,5% en lo que va de año, el entrante medio gasta ahora menos.
Nuestro problema es que no tenemos mucho que vender a las economías emergentes más dinámicas, que son las únicas que están creciendo. Con todo, las exportaciones españolas han aumentado, más que en la etapa anterior, porque el empresario español ha buscado pedidos fuera, aunque de forma insuficiente para compensar el desplome.
F.F.S./A.B.: Contamos con empresas energéticas que son líderes mundiales, y al mismo tiempo tenemos paradas centrales de carbón, de gas, nucleares, de ciclo combinado… mientras que la energía fotovoltaica, por ejemplo, recibe dinero a espuertas. ¿Cómo se entiende este desequilibrio?
E.O.: En energía, podemos convenir que tenemos una capacidad instalada excesiva, quizá presunción de que la demanda iba a seguir creciendo a tasas del 4%, y un mix de generación que probablemente ha primado demasiado energías como las fotovoltaicas y ha tomado algunas decisiones discutibles. No deberíamos haber adelantado cierres de nucleares técnicamente viables y sí primado la importancia de aquellas renovables donde tenemos ventajas competitivas, como la eólica y la hidráulica.
Hay que reconsiderar todo el mix de generación, a la luz de una economía que va a tardar mucho tiempo en demandar energía como antaño, y probablemente con un kw/h que no será sensible a esa caída y hará que los consumidores, las empresas, etc. soportemos el ajuste del sector.
F.F.S./A.B.: Parece que el sector TIC está sorteando la crisis, ¿hasta qué punto nos pueden ayudar estas tecnologías de la información y comunicación?
E.O.: Ojalá tuviéramos un sector TIC potente. En momentos como éste echamos de menos el tener empresas productoras de bienes y servicios de tecnologías de la información y comunicación, porque es el único sector que, aun cuando ha sufrido un poco en la crisis, está sorteándola bien. Nosotros hemos perdido mucho tiempo y, salvo alguna teleco buena, como Telefónica, no podemos contar grandes compañías. Deberíamos haber hecho más inversión pública y privada en TIC. A finales de los 80, EEUU ayudó con el presupuesto cuando el sector estaba levantando cabeza y, posteriormente, cuando las compañías ya estaban adolescentes, se retiró. Hoy es el líder mundial en TIC.
En los últimos años, España ha acelerado la evolución del grado de inserción en la sociedad de la información, pero la inversión ha sido muy baja (como la del Plan Avanza o la destinada a I+D). Además, si no tienes sectores intensivos en conocimiento, no necesitas demanda de TIC.
En este país, el mayor demandante de TIC ha sido el sector financiero, que se racionalizó, se informatizó e incorporó esas tecnologías de forma primigenia, siendo el sistema bancario español el que todavía tiene el mayor parque de cajeros automáticos, las mayores instalaciones informáticas, etc.
Paro descontrolado
F.F.S./A.B.: ¿Qué podemos hacer con nuestro 40% de desempleo juvenil (tres veces la media mundial)?
E.O.: Desde el momento en que el Gobierno español acepta un plan de ajuste presupuestario por el lado del dinero público, queda muy poco margen de maniobra. Ha hecho bien en enunciar reformas, pero la reforma del mercado de trabajo se tenía que haber dado de forma más gradual y en época de bonanza, aunque es cierto que por entonces no la reclamaba nadie, ni siquiera las organizaciones empresariales.
Quizá ahora la única terapia que podría introducir la economía española es el fortalecimiento de la confianza. La confianza cuesta poco dinero y puede contribuir a que las decisiones de inversión, que son decisiones de medio plazo de los empresarios, encuentren un clima propicio.
F.F.S./A.B.: ¿Qué/quién debe generar y fortalecer esa confianza?
E.O.: Por un lado el sistema bancario, que necesita ir normalizando su funcionamiento. En ese sentido, hemos tenido una buena noticia antes del verano, con los resultados de los test de estrés de la banca española, aunque las autoridades tenían que haberlo hecho antes. No obstante, hay que reconocer que el análisis se ha acometido mejor que en la media europea y, en consecuencia, nuestros bancos ya empiezan a acceder a los mercados mayoristas, y eso es la condición necesaria –no suficiente– para que se normalice el mercado de crédito.
Además, sería bueno un pacto entre ambas fuerzas políticas para articular un esquema de financiación autonómica estable.
Por último, una disposición de un plan presupuestario de finanzas públicas a medio plazo, en el que no hubiera bandazos en los temas impositivos. En aspectos como el presupuesto y los impuestos habría que tener una política de Estado y, por supuesto, estable a medio plazo. Es necesaria una estabilidad en la regulación y procurar, en aspectos que trascienden varias legislaturas –como es el caso de la financiación autonómica, la deuda pública–, llegar a un acuerdo de Estado, porque en lo demás, los márgenes de maniobra son escasos.
F.F.S./A.B.: Al hilo de la financiación autonómica estable, tanto Luis Álvarez (BT) como Ingemar Naeve (Ericsson) comentaban el riesgo de que las 17 comunidades autónomas emprendiesen caminos dispares. Por ejemplo, ya existen casi 700 ordenanzas municipales distintas para la simple colocación de una antena de telefonía. ¿Qué puede producir esto a corto plazo?
E.O.: No es bueno insinuar medidas que atenten contra la unicidad del mercado, ni es bueno hacerlo en Europa. Ahora se está discutiendo la necesidad de tener un código de la circulación financiera único en Europa, normas únicas. Es una estupidez plantearse distintas reglas del funcionamiento económico, en cualquier sector. Es un error que no refuerza la identidad regional de nadie y supone una barrera de entrada a la inversión.
Mayor estupidez es aún desmarcarse de lo que debería ser un mercado único paneuropeo. Los empresarios regionales deberían ser suficientemente inteligentes para hacer ver a sus autoridades que lo mejor es contar con reglamentos del juego iguales, o a la hora de jugar en la competición global, no serán capaces de ganar. Es una locura. Quizá la crisis ayude a que se revise este tipo de estupideces, así como las prescripciones que debilitan la movilidad de la actividad empresarial.
Universidades y escuelas de negocio
F.F.S./A.B.: Alguna de nuestras escuelas de negocio goza de prestigio en el extranjero; sin embargo, no tenemos universidades que destaquen fuera de España. Con su experiencia como docente y ex vicerrector de la UAM, ¿dónde diría que está el problema?
E.O.: Básicamente, creo que el problema radica en los recursos económicos asignados a un tipo de enseñanza y otro. La universidad pública española tiene pocos medios y las privadas son escasas y jóvenes, aún no han madurado. Los recursos económicos son condición necesaria, pero también deben estar bien gobernados: primar la investigación, la selección de profesores, la calidad del producto, etc. En las universidades públicas ya empezamos a ver una cierta diferenciación.
Otro factor explicativo es la competencia, que siempre es buena, y que hasta ahora no ha existido. Las universidades deben competir incluso presupuestariamente, por la captación de dinero de los empresarios; deben crear fondos de capital riesgo dentro de las universidad, actuar de comadronas de nuevas iniciativas empresariales, etc. Si una universidad es incapaz y se queda sin alumnos, no hay que mantenerla.
Además se da una paradoja: tenemos buenas factorías de directivos (gracias a buenas escuelas de negocios), pero no tenemos los mejores empresarios del mundo. Ése sería un fenómeno a analizar. De hecho, se da otra paradoja en relación a la anterior: la mitad de los alumnos (clientes) de IESE, IE y ESADE no son españoles.
Analistas Financieros Internacionales (Afi)
F.F.S./A.B.: También es usted empresario. En 1987 funda Afi, y desde entonces no han dejado de incorporar servicios…
E.O.: Analistas Financieros Internacionales es un caso significativo, pues es de las pocas empresas que fundan profesores universitarios. En una época en la que el sistema financiero español empezaba a competir, tres profesores de la Autónoma montamos esta empresa, de la mano de un grupo de cajas de ahorro, para ofrecer básicamente asesoramiento en finanzas.
Con el tiempo, tuvimos la suerte de interesar no sólo a las cajas, sino a los bancos, a las compañías de seguros, a las direcciones financieras de las empresas y, en un entorno cómplice, la empresa fue creciendo y diversificando su base de clientes, al igual que sus productos. Actualmente, Afi es un partnership de 27 socios, con 115 profesionales, entre economistas y matemáticos, que nos ocupamos de estar muy cerca de los mercados y de las empresas bancarias, no sólo en España, sino también fuera, donde trabajamos para organismos multilaterales (Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, gobiernos…), exportando el asesoramiento deducido de la experiencia de España en estos 23 años.
Progresivamente, España ha conformado un buen sistema bancario. Hay pocos países donde se haga un retail banking tan bueno. Por ejemplo, se mira a nuestro país en el mercado hipotecario, el mercado de housing finance, de igual forma que en infraestructuras de alta velocidad, en energías renovables, etc.
F.F.S./A.B.: ¿Cuáles son las expectativas de futuro de Afi?
E.O.: Afortunadamente, en los 23 años, la empresa no ha tenido un año peor que el anterior, siempre hemos mejorado algo. El año que viene y los próximos se presentan complicados, porque todavía más del 40% de nuestros clientes son bancos, cajas de ahorros y cooperativas de crédito, a los que irá peor en 2011. Esto nos obliga a diversificar la oferta, mirar a otros clientes, y a salir fuera, que es lo que tendríamos que hacer todas las empresas de este país.
Es bueno descubrir que sabemos hacer cosas que pueden interesar a América Latina, a Europa del Este y a Marruecos. Por ejemplo, estamos ayudando a las autoridades de ese país a mejorar su sector turístico; o en América Latina, donde tratan de mejorar la banca al por menor. Allí tenemos un proyecto muy interesante con Telefónica y con el Banco Interamericano de Desarrollo que vincula telefonía móvil y bancarización. Es obvio que no se podrán hacer 45.000 oficinas bancarias, como hay en España; sin embargo, el teléfono móvil puede ser un banco portátil, algo que supla la interlocución presencial.
Entrevista publicada en Executive Excellence nº73 sept.10