La pasión por el trabajo bien hecho
En momentos de turbulencias económicas no podemos visualizar una solución sólo desde el entorno sin plantear una fuerza que proceda de la misma persona. Es en una crisis cuando más tenemos que proponer la pasión de la calidad, pues sólo la superaremos desde la autoestima y la pasión por trabajar.
Durante los siglos XVII y XVIII, existieron en Madrid unos artesanos armeros que causaron la admiración europea por ser capaces de fabricar escopetas de caza de una calidad y seguridad que no podían ser superadas por ningún maestro artesano de otro país. El lema que tenían los arcabuceros madrileños era: “Haced bien lo que hagáis, porque lo que bien se hace cuesta algo más pero todos lo quieren, y lo que se hace mal, cuesta menos pero nadie lo quiere”. El resto de arcabuceros de países europeos se dedicaron a falsificarlas y ponían en ellas las marcas de los maestros madrileños, pero esto no evitaba que la mayoría de las veces les explotaran en las manos. El secreto provenía del conocimiento de un maestro arcabucero llamado Nicolás Bis, que tuvo la idea de fabricar cañones (para que no explotasen) con “callos de herradura”, hasta ahora se utilizaba para la forja del cañón el hierro nuevo; y Nicolás Bis, hombre con pasión de arcabucero, comprobó que el hierro de Vizcaya era “el más dulce de toda Europa” y no escogía cualquier trozo, únicamente elegía el hierro de Vizcaya que había sido usado en las herraduras. El motivo de la elección radicaba en que en las herraduras se producía una purificación natural del hierro al irse golpeando contra las piedras del camino durante meses o años, de tal manera que se iba acerando poco a poco y, cuando las herraduras ya no eran útiles para el animal, ese hierro se había convertido en un acero purificado. Este hierro se llamaba “callos de herradura” y era la diferencia entre las armas de las armerías de Madrid frente a las que se hacían en el resto de Europa.
Hay que buscar “callos de herradura” en nuestros negocios para obtener el diferencial del conocimiento, pero no sólo conocimiento (I + D) que es básico en este momento histórico de la “economía del conocimiento” sino también del conocimiento experiencial (observar el hierro de la herradura) y es aquí donde tenemos que potenciar nuestro conocimiento. Estos “callos de la herradura” se basan en crear “experiencias con los clientes”. La innovación surge de observar cómo nuestros clientes generan sus necesidades, reinventan su preferencias y, finalmente, nos ponen sobre la pista de la innovación pragmática que nos permite ser diferenciales frente a nuestra competencia.
La innovación pragmática desde la pasión del trabajo bien hecho es la ecuación mágica para obtener grandes ventajas competitivas. Según nuestra experiencia, los clientes son la fuente de la innovación, nuestra experiencia es el camino de la innovación y, finalmente, nuestra capacidad es la explosión de dicha innovación. Este trayecto cliente-experiencia-capacidad es el camino para la creación de elementos diferenciales en nuestra oferta empresarial. Ya sabemos, nuestro potencial I + D, que hay que seguir invirtiendo, nos deriva a obtener innovaciones a largo plazo, y para competir en este momento debemos basarnos en esta innovación pragmática y a corto plazo. Pero no se puede innovar sin la pasión por el trabajo bien realizado, podemos tener oportunidad, tener experiencia y saber, pero es la pasión por impactar por nuestro quehacer el principal leit motiv de la innovación con base real. Innovar sin querer dar el mejor fruto de nuestro trabajo es harto difícil en un proceso de retroalimentación de la autoestima. Si soy buen profesional, implica que tengo una alta autoestima para afrontar las dificultades para innovar, y saber salir de esa zona de confort de lo que sabes hacer bien necesita de una alta mochila de autoestima. En este sentido, la buena respuesta profesional alimenta la autoestima que es condición básica para innovar. Por tanto, la pasión por el trabajo bien hecho se convierte en el principal factor multiplicativo de esta ecuación:
{Experiencia con el cliente + Experienciaprofesional + Capacidad profesional} x pasión = Innovación pragmática
Más allá de un discurso expresado matemáticamente, creo que la innovación pragmática es la principal fuente de prestigio para competir en un mundo de tanta copia continua. Innovar con productos a través de patentes tiene cada vez un tiempo más reducido de competitividad; en cambio, competir con innovación fruto de tu experiencia con los clientes es más duradero, por la dificultad de adquirir dicha experiencia. Estos modelos de innovación se basan en la capacidad de aprendizaje de la organización. Hoy día, hay cuatro características básicas del aprendizaje muy diferenciales de modelos anteriores y que nos condicionan en cualquier decisión:
El ritmo de aprendizaje. La rapidez no es una variable competitiva en la ejecución sino cada vez más en la respuesta de aprendizaje frente a un reto del entorno. Hay que saber hacer rápidamente después de hacer.
La plasticidad del aprendizaje. Aprender por diferentes vías y metodologías es cada vez más fundamental, no sólo por el avance de las técnicas de comunicación, sino fundamentalmente por la ruptura de la frontera entre tiempo de aprender y tiempo de trabajar. Se aprende a todas horas en cualquier lugar y por cualquier evento.
La actitud de aprendizaje continuo. Ya no vale el aprender en una parte de tu vida sino que hay que estar continuamente aprendiendo de cada momento. Lo que ayer era un gran conocimiento, hoy puede convertirse en un saber trasnochado. Debemos aceptar la figura del aprendiz eterno y el maestro momentáneo, puedes enseñar en un momento por tu experiencia y saber, pero lo que siempre puedes hacer es aprender. Se aprende en cualquier momento de tu vida, hasta cuando ya no tiene sentido una actitud de aprender.
El estilo de aprendizaje. No se aprende desde una sola forma de observar la realidad. Hay que aceptar la diversidad de estilos como el principal elemento del aprendizaje sistémico. Se aprende con una visión técnica, pragmática, reflexiva y aplicada. Es decir, hay que utilizar las claves interpretativas de cada estilo de aprendizaje para que no se te escape cualquier ámbito a aprender. Se aprende desde la aceptación de lo diverso y no desde las lógicas académicas.
Con esta cosmovisión del aprendizaje se debe afrontar el trabajo diario para llegar a tener ocasiones para aprender. La pasión del trabajo bien hecho nos debe llevar a evaluar diariamente la “dosis de aprendizaje”. ¡Qué he aprendido en el día de hoy para trabajar mejor! Esta tendencia a valorar la profesionalidad no por lo que haces, sino por lo que puedes hacer también una vez que lo aprendas, constituye el eje de la innovación pragmática. Hay una serie de herramientas que favorecen la innovación pragmática y que tenemos que preconizar:
- Aprender del error ajeno, antes de practicar en el propio. Saber empáticamente comprender y vivir el error del cliente o del competidor como fuente de aprendizaje.
- Hacer benchmarking continuo, estar comparando prácticas y formas de hacer constantemente para aprender de lo que hacen los demás.
- Asociar emoción a lo nuevo, estar preparado para que lo nuevo sea fuente de satisfacción profesional. Es emocionante ser autor de la novedad más que actor principal de la rutina.
- Tolerancia a la ambigüedad, estar aprendiendo no implica conocer el final de la historia. La incertidumbre hay que gestionarla con la voluntad de intentar algo nuevo en tu trabajo.
- Perseverancia en el intento, la innovación no es un continuo desasosiego, sino una gerencia adecuada de los resultados. No hay que generar expectativas irreales sino trabajar en líneas o tendencias para conseguir los resultados. Intereses equilibrados implican desarrollo coherente de la innovación. No todo es innovar sin conseguir resultados operativos a corto plazo.
- Interrelación continua, todo está conectado. No se aprende sólo del trabajo profesional, sino de diferentes ámbitos, ya que una innovación puede originar otras consecuencias en el cambio que genera en otro trabajo. Todo lo que se aprende se interrelaciona.
Con estas palancas de la innovación pragmática y las características de nuestra forma de ayudar, sólo debemos insistir en crear una cultura de la innovación, que tendría tres características para potenciar la innovación pragmática:
- El error está permitido, pero no lo está no aprender del error.
- El copiar con orgullo, no estamos robando sino aprendiendo para transferir y transformar en nuestra realidad.
- El reto profesional que implica una innovación es más importante que el éxito de hacer bien lo que habitualmente hacemos.
La cultura de aprender de los errores, aprender de los demás y valorar el aprendizaje como un reto son las claves para entender la innovación pragmática.
Como decíamos al principio, Nicolás Bis consiguió durante dos siglos una diferencia de los arcabuceros madrileños sobre las empresas solamente generando la idea de encontrar “los callos de herradura” para fabricar arcabuces que no estallarán. Tenía la experiencia del cliente (España era de los mayores productores de armas), tenía la pasión por aprender y al final obtuvo un producto sencillo y sin grandes inversiones. Eso sí, fruto de la agudeza de su observación y de la sabiduría que se desprende de la experiencia.
Innovar es nuestro futuro, pero no insistiendo mucho en la creación de nuevos productos sino más bien en generar mejoras pragmáticas que acompañen a crear un valor añadido único. Busca tus “callos de la herradura” en tus productos y/o servicios para competir desde el saber hacer y no sólo desde el hacer o, en su defecto, desde el saber.
Presidente del Grupo BLC
Artículo de opinión publicado por Executive Excellence nº68 mar10