Unión Europea: ideas para su viabilidad
EMPLEO / TRABAJO / RECURSOS HUMANOS / MERCADOS
Peter Arthur Diamond fue galardonado con el Premio Nobel de Economía en 2010, junto a Dale T. Mortensen y Christopher A. Pissarides por un trabajo de 1971 en el que analizaban los fundamentos de los mercados de trabajo.
Nacido en EE.UU. en 1940, se graduó con honores en Ciencias Exactas por la Universidad de Yale en 1960 y, tres años más tarde, se doctoró en Ciencias Económicas en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). En este conocido centro de estudios, Diamond ha desarrollado casi íntegramente su carrera laboral, salvo un pequeño período en la Universidad de Berkeley, donde desempeñó distintos cargos, entre ellos el de máximo responsable de la institución entre 1985 y 1986.
Entre sus alumnos destacados se encuentra el actual presidente de la Reserva Federal de EE.UU. (FED), Ben Bernanke; y es uno de los economistas preferidos del presidente Barack Obama, quien propuso su nombre en dos ocasiones para formar parte de la Junta de Gobierno de la Reserva Federal. Sin embargo, su nombramiento fue bloqueado por el ala republicana en el Senado. Durante las décadas de 1980 y 1990, trabajó como consejero del Consejo Asesor sobre Seguridad Social de EE.UU.
Su obra teórica, centrada en el desempleo, los sistemas impositivos, la seguridad social, la reforma de las pensiones, el consumo privado y los ciclos económicos, está condensada en una extensa bibliografía que incluye una docena de libros y más de cien publicaciones en revistas especializadas.
Gracias a la Fundación Rafael del Pino, asistimos a su conferencia magistral: “Paro y deuda”, tras habernos concedido esta entrevista.
FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: Entender el mercado laboral y los procesos por los cuales los trabajadores y el trabajo se aproximan o separan es crítico a la hora de diseñar una política monetaria efectiva. En España se han cometido errores, y la ausencia de control efectivo sobre nuestra política monetaria limita las posibilidades de recuperación. ¿Hasta qué punto una Unión Europea más integrada desde una perspectiva fiscal ayudaría a prevenir situaciones como las que estamos viviendo?
PETER DIAMOND: El problema que me encuentro a la hora de contestar su pregunta es que existen muchos aspectos que ayudarían a una integración mayor, pero no todos tienen la misma importancia ni son igualmente viables a nivel político. Como la pregunta es compleja, me gustaría responderle por fases.
Existen evidentes ventajas al tener una moneda común, y a la población le gusta. Me quedé francamente sorprendido al descubrir que, en los primeros días del colapso griego, no existía ningún interés por parte del público en salir del euro, incluso sabiendo que una devaluación hubiera sido la forma rápida de obtener resultados positivos. Por ello, creo que tenemos que trabajar conservando aspectos positivos y analizando otras piezas mejorables.
Si se va a tener una moneda única, es importante que la regulación y supervisión bancaria también sea europea. Ya hay ciertos acuerdos para realizar movimientos en este sentido, pero creo no son lo suficientemente ambiciosos; cerrar los bancos rápidamente, o fusionarlos como una forma de cerrarlos, es una manera de no alargar innecesariamente los problemas. Aun así, hay una gran resistencia política (comprensible) para hacerlo.
Es un hecho que se necesita una estructura institucional que dirija y ejecute mejor, y eso se puede conseguir teniendo una institución con una tradición real de independencia política. Construir esto, evidentemente, es lento y complejo, y lo que hemos visto a nivel europeo no podemos calificarlo como un buen trabajo; por lo cual, avanzar hacia una supervisión bancaria centralizada me parece una magnífica idea como complemento al euro.
F.F.S.: ¿Cuál es el siguiente paso?
P.D.: Preguntarnos qué hacer con respecto a los seguros de depósitos. Creo que es importante que la aseguración explícita de los depósitos sea reconocida todo lo posible, y que la implícita no sea tratada de la misma manera. Si alguien piensa que esto es un comentario relacionado con la situación de Chipre, acierta.
Debemos cuestionarnos entonces cómo de amplia debería de ser la aseguración. En mi opinión, es esencial que sea europea. Una de las causas que bloquea esto es la diferente fortaleza de los bancos dentro de Europa. Para comenzar este proceso, crear una situación equilibrada involucraría transferencias que pueden no ser políticamente viables; pero no tienen por qué ser llevadas a cabo así. Cuando se tengan garantías europeas de depósitos, se eliminarán muchos de los miedos bancarios; mientras que, si se hace país por país, los miedos no desaparecerán.
Comparándolo con la estructura fiscal americana, lo que importa es que la aseguración interregional deriva del hecho de que muchos de los estabilizadores automáticos tienen un nivel nacional, no local. Por eso, tenemos que hacernos una pregunta: ¿ayuda que los seguros de depósitos sean internacionales? Lógicamente sí, pues las decisiones no golpean de igual forma a un país o a otro, sino que la repercusión de las presiones fluctúa.
En Estados Unidos, buena parte de nuestra adaptación se debe al movimiento de los trabajadores y al trabajo de un estado a otro. Europa nunca tendrá –o al menos yo no lo veré– el mismo nivel de movilidad que Estados Unidos, por razones obvias.
La cuestión radica en cómo construir instituciones considerando que existirá menor movilidad y teniendo en cuenta que, políticamente, habrá menos inter-aseguración entre los estados. Será necesario poner en marcha algunas de las piezas que tienen viabilidad política y que pueden representar una verdadera contribución para dulcificar los ciclos financieros. La aseguración de depósitos es una de esas acciones obvias, ya que puede ser hecha de forma que, con un diseño adecuado, sea políticamente aceptable.
Yendo más allá, podemos plantearnos qué más hacer para solucionar este tema. Europa ya redistribuye la riqueza, pero no incorpora estabilizadores económicos. Dentro del alcance de la limitada voluntad para redistribuir entre países, han de darse formas para introducir estabilizadores. Un modo de conseguirlo sería mediante impuestos europeos utilizados para financiar el Banco Central Europeo, de manera que financie temas que fluctúan con el ciclo financiero. De esta forma, se generaría una mayor estabilización integrada.
Estos estabilizadores integrados son una parte importante de la mejora de la estabilidad en las economías modernas, comparadas con las economías “antiguas”. Europa necesita pensar en estos temas como parte de su rediseño.
F.F.S.: La ley de Moore, que dice que la capacidad de computación se duplica cada 18 meses, se está extendiendo a otras áreas fuera de IT. Esta aceleración va acompañada por una tremenda reducción de costes, al tiempo que transforma sectores enteros. Por ejemplo, en un futuro próximo, la televisión o la agricultura cambiarán radicalmente. ¿Cómo afectará esto al empleo?
P.D.: Antes de responder, quisiera hacer un comentario sobre su pregunta, pues olvidó incluir la revolución en el mundo de la salud, que tendrá tremendas implicaciones en el mercado laboral. En esta área, el mercado no tiene que, necesariamente, perder empleo, sino que se abrirán nuevas oportunidades que hasta hoy no eran económicamente viables. En cualquier caso, una de mis pasiones es el mercado de la atención sanitaria, que crea pobres incentivos para la investigación y necesita ser reestructurado.
Si hacemos un análisis histórico, nos damos cuenta de que la tecnología siempre ha estado cambiando y las capacidades se han ido volviendo obsoletas. Ahora están desapareciendo muchos tipos de trabajo y la educación se está volviendo irrelevante, pero en realidad esto es algo que ya ocurría desde hace mucho más tiempo del que yo llevo vivido.
Si echamos la vista atrás, ya en una reunión del Congreso durante los años 30 se hablaba de la revolución que estaba acaeciendo con la automatización, así como de los problemas de desempleo permanente que iba a generar. Me parece la misma discusión; por eso digo que no es un problema nuevo.
En segundo lugar, si analizamos la historia del siglo XX, vemos cómo las horas de trabajo diarias, semanales, mensuales o anuales se han visto reducidas en todos los países desarrollados. Incluso, recientemente, la duración de las carreras profesionales también ha disminuido, a pesar de crecer la expectativa de vida. Se está produciendo lo que los economistas llaman el “efecto ingreso” (income effect), que explica que cuando las personas ingresan más y tienen mayores rentas, están interesadas en menos trabajo (excepto personas como yo, a las que les gusta trabajar todo el tiempo). Hoy la preocupación, especialmente en Estados Unidos, es que nuestros ingresos y la distribución de la riqueza se han vuelto tan desiguales que se ha podido constatar un deterioro de las oportunidades y del crecimiento en una parte significativa de la fuerza laboral. Esto es algo que necesita ser solucionado cuanto antes.
Si asumimos que podemos volver al tipo de trayectoria que teníamos antes, comprobaremos cómo se reduce la magnitud del problema al que nos estamos enfrentando. Si, por ejemplo, comparo los países que ha visitado usted con los que yo había visto a su edad, la diferencia es grande. Son muchos los aspectos que están cambiando en la dimensión de la oferta laboral.
Respecto a la dimensión de la demanda, la combinación de los ordenadores y las redes de comunicación provocan que se esté eliminando puestos de trabajo; pero el hecho es que siempre ha habido trabajos que han ido desapareciendo.
¿Cómo se adapta la economía? A través de la subida y bajada de salarios, de los diferentes tipos de educación, de la formación… No veo ninguna razón para pensar que exista un problema permanente diferente del que ya hemos experimentado históricamente. Ciertamente, ahora es una adaptación más complicada y difícil pero, no veo por qué no podremos adaptarnos.
F.F.S.: Usted defiende los planes de estímulo y cree en la intervención para salvar los puestos de trabajo. Creo que esto es válido para Estados Unidos, donde el nivel de intervención es mucho menor que el que tenemos en España (nuestro aparato público y administrativo no solo tiene un ratio por habitante mucho más elevado, sino que tiene niveles de productividad más reducidos). En entornos con una excesiva administración e intervención pública, ¿defendería el mismo tipo de medidas? ¿Qué se puede hacer?
P.D.: En primer lugar, no he entrado a analizar la situación española en detalle, y gran parte de los problemas siempre está en los detalles. En segundo lugar, buscar una mayor eficiencia en las actividades gubernamentales, tanto en la prestación de servicios, de bienes o en la regulación, siempre es necesario, hoy igual que en cualquier otra época. Siempre que España tenga posibilidad de inversiones que merezcan la pena y ayuden al crecimiento, este es un magnífico momento para realizarlas, asumiendo que se pueda conseguir la financiación. Parte de ella se puede obtener eliminando ineficiencias y duplicidades, porque la forma estandarizada de plantear las preocupaciones está determinada por la relación entre el Producto Interior Bruto y el porcentaje de deuda respecto a este. Un incremento del PIB, lo mismo que una reducción de deuda, impacta este ratio. Buenas inversiones incrementan el PIB. Buenas inversiones ahora utilizarán recursos ociosos. ¡Olvidémonos del multiplicador Keynesiano! Hoy, construir cualquier cosa con mano de obra ociosa y capital ocioso sería más barato; siempre que se pudiese organizar la financiación. Por eso insisto en que ahora es un magnífico momento.
En Estados Unidos hemos estado descuidando las infraestructuras durante mucho tiempo. Cada cuatro años, la Sociedad de Ingenieros Civiles realiza un estudio. El último, publicado el mes pasado, revela que ha mejorado con respecto al año anterior, pasando de una D (en una escala A-F) a una D+. En cualquier caso, tenemos una tremenda infra-inversión en cosas relevantes para las personas y para la economía. No conozco la situación en España respecto de la inversión en infraestructuras. Si hay carencias en este sector, en lugar de focalizarse en los problemas agregados, hay que entrar en los detalles. Identificar dónde y qué se puede realizar, y ver si este es un buen momento para hacerlo.
Eliminar las duplicidades también es esencial. Ahora es tiempo de liberar recursos y poner en marcha proyectos más productivos, que incrementen el crecimiento. Cuando los inversores vean que el Gobierno español está tomando decisiones para mejorar el crecimiento, tendrán más disponibilidad y mejorará el mercado de capitales.
F.F.S.: El decano de MIT Sloan School of Management nos comentaba que una de las actitudes más inteligentes en el ámbito de la formación e investigación norteamericano se centraba en la forma de recibir al talento. En España vivimos un proceso de emigración de talento. ¿Cómo afecta esto a un país?
P.D.: Aquí se plantean dos temas diferentes. El primero es cómo deberíamos sentirnos al ver que el talento emigra. Es importante reconocer que, históricamente y focalizándome en economía, algunos de los españoles se quedan y otros vuelven con el capital intelectual y humano que han acumulado. Es decir, aportan una experiencia diferencial en gestión, con lo cual esto es una vía de doble dirección.
En segundo lugar, debo reconocer que la única universidad española con la cual tengo cierta relación es la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona. En esta universidad, se atraen profesores y estudiantes de todas partes; pero no es una situación ajena al resto de España. En Estados Unidos tenemos un competitivo sistema educativo. Un aspecto que ayuda a esa competitividad es el apego de las personas al lugar donde han estudiado, lo que genera una continua preocupación por el éxito de la escuela, que se materializa en un incentivo de mejora constante.
El hecho de que Estados Unidos tenga una soberbia educación superior es vital, tanto como que es un país muy acogedor para los inmigrantes. Mis familiares fueron inmigrantes de origen rumano, polaco y ruso. He podido experimentar de primera mano con mis alumnos que, si te estableces en Estados Unidos, te acabas volviendo norteamericano.
Creo que el trato a la inmigración es un factor de influencia esencial para los grupos de alta formación, que tienen una increíble movilidad en este mundo globalizado. Una parte importante del futuro de Europa radica en ese sentido de ser europeo, de ser personas que se sienten cómodas en entornos de multilingüismo y multiculturalidad; además de, por supuesto, en cómo sean recibidos.
F.F.S.: “El pensamiento experto y analítico no debería ser ahogado por opiniones que, además de equivocadas, están motivadas políticamente”; un hecho que usted denomina la “polarización partisana”. ¿Qué se puede hacer para cambiar esta situación?
P.D.: La responsabilidad final recae sobre los votantes. Son ellos quienes han de darse cuenta y, en consecuencia, elegir representantes adecuados. Son ellos quienes han de obligar a que un gobierno funcione mejor a través de un análisis serio (lo que podríamos llamar, para simplificar, “coste/beneficio”). Los políticos responden a muchas cosas, siendo los votantes una de ellas.
El reconocimiento del buen gobierno es algo que interesa ampliamente a la población y puede ser la única esperanza para que los países hagan mejor las cosas.
Entrevista publicada en Executive Excellence nº102 abr13